Recuerda que puedes leer y escuchar también mi newsletter “Escríbeme pronto”. La carta pasada fue: ¡Jo-jo-jo! Que caiga nieve y texto + regalo
Música usada:
Carol Of The Bells de Audionautix tiene una licencia Atribución 4.0 de Creative Commons. https://creativecommons.org/licenses/by/4.0/
Artista: http://audionautix.com/
Transcripción:
Estaba yo sentada en la cadena interminable del tráfico de la Ciudad de México, más precisamente en uno de los estacionamientos más grandes de Latinoamérica, también conocido como una de las vías rápidas de la CDMX: el Viaducto Río de la Piedad. Y me pregunté: ¿por qué chingados todos traemos coche hoy? A ver, está oscureciendo y todos sabemos que en esta ciudad, por alguna misteriosa razón, el tránsito aumenta en diciembre. Como si todos nos hubiéramos puesto de acuerdo para necesitar una cajuela en la que meter las compras de pronto. Pero la realidad es que ese día era martes, poco probable que la gente estuviera comprando cosas. Yo tengo la teoría de que más bien todo mundo iba a la fiesta navideña de la oficina. Y entonces, ¿por qué diablos mis pares automovilistas llevan auto? Porque en esas fiestas no se sirve limonada ni agua de jamaica, ¿verdad? Eeen fin… no recomiendo moverte en auto en una ciudad sobrepoblada a final de año.
¡Qué bueno que ya hayan llegado a la emisión de hoy! ¡Muy pero que muy Feliz Navidad a todos! Espero que estén escuchándome durante su recalentado de la cena de ayer. Para los que me escuchan desde otras latitudes, normalmente los mexicanos nos alimentamos en Nochebuena con bacalao a la vizcaína, gracias a la madre patria España; con romeritos, que son una planta… que no sabe a romero y que se mezcla con un poco de nopal, es decir, cactus comestible, con camarón pacotilla o gambas pequeñas. Dios mío, qué fea se me hace la palabra gamba; todo esto se cubre con mole que es nuestra salsa típica hecha de chiles y especias varias. En mi casa particularmente también se prepara pavo al limón, que le queda buenérrimo a mi hermanita. En otras familias se consume pierna o lomo al horno, cuete mechado, ensalada de manzana que yo odio con todas mis fuerzas; yo pongo de pretexto una frase que suele decir mi padre: los borrachos no comemos dulces. Y sé que hay gente que consume tamales e incluso pozole en Navidad.
Por cierto, no recomiendo tratar de buscar el origen de algunos platillos locales. Por ejemplo, el pozole que tanto nos gusta a los mexicanos. Hay tres variantes: verde, blanco o rojo. Casi como nuestra bandera, a mí me encanta el rojo, que proviene del bajío y tiene más chile. Amo la comida picante, qué les digo, no puedo negar la cruz de la parroquia. En fin, al pozole normalmente se le pone cerdo. Y no es casualidad que se haga con cerdo y no con pollo, por ejemplo. Este platillo se prepara desde antes de la llegada de los españoles a Mesoamérica y en esos tiempos se hacía con… carne humana. El cerdo es uno de los alimentos que más se le parecen. Así que la próxima vez que apliques juevecito pozolero te puedes acordar de que la conquista, dentro de todas sus desgracias, sí que nos trajo alimento que no incluye a tus congéneres.
Bueno, sea lo que sea que estés comiendo o bebiendo, o incluso si no te estás alimentando, ¡feliz Navidad!
Y de eso es de lo que quiero hablarte hoy. De por qué no te recomiendo que te guste esta época del año. A mí me encanta y por eso sé de lo que estoy hablando.
Para empezar, partamos de una cosa. Es poco probable que lo que se celebra en Navidad realmente haya ocurrido en Navidad. Estoy hablando del nacimiento del niñito Jesús. ¿Por qué? Bueno, vamos a viajar mentalmente en el tiempo hasta cuando Jesús vivió, hace unos dos mil y pico de años. El asunto es que lo que tenemos como archivo para estudiar la vida de Jesucristo son unos documentos llamados evangelios. Evangelio, por cierto, quiere decir “buena nueva” y esto podría resultar hermoso salvo porque fueron escritos unas cuantas décadas después de que Jesús predicara, así que su fiabilidad histórica está en juego.
Más cuando, de acuerdo con lo que se menciona en esos documentos, Jesús nació antes de Cristo. O sea, nació antes que él mismo. Por eso la abreviación “a.n.e” (antes de nuestra era) parece hacer más sentido. Porque resulta que Marcos dice que Jesús nació durante el reinado de Herodes el Grande, ya sabes, ese que mandó a matar a todos los escuincles del reino cuando se le amenazó que el hijo de Dios lo iba a reemplazar. Y Herodes falleció en el… 4 antes de Cristo. Nada de sentido.
Por su parte, Lucas habla del nacimiento de Jesús en torno al censo de Quirino: Publio Sulpicio Quirino, para ser precisa, quien era el gobernador romano de Siria que en ese momento incluía Judea. Si recuerdas la historia, María, José y el bebé Jesús estaban haciendo un viaje desde Galilea hasta Belén. Nadie les dio posada, se quedaron junto a las vaquitas y así. De ahí que los mexicanos cantemos: “En el nombre del cieeelo, ooos pido posaaaada”…
En fin, decía yo. El censo de Quirino se llevó a cabo en el año 6 después de Cristo, así que tenemos una discrepancia temporal como de 10 años. Hay una explicación a todos estos recursos que parecen literarios y es que cuando los evangelios se escribieron, ya había 3 mil cristianos contándose distintas versiones de lo que Jesucristo había y no había hecho.
Para complicar la situación, no todos los evangelistas mencionan el nacimiento de Jesús. Ahora, yo me pregunto: decimos “antes de Cristo”, pero Jesús se volvió Cristo hasta que tenía 33, por tanto, tenemos otras tres décadas de discrepancia. Por tanto, podemos decir que la pandemia nos la pela y que en realidad seguimos viviendo en el siglo XX porque vivimos en el 2024 más, menos, 33 años.
Si me van a venir a discutir que sabiendo cuándo aparece Poncio Pilato en escena se arregla esto, de una vez les cuento: no. Este señor estuvo en la prefectura del 26 al 36 después de Cristo, por taaaanto, sólo haría sentido el relato de Mateo y eso con trabajos.
Eeeen fin, la cosa es que no puedo recomendar que te guste una festividad que de entrada está mal planteada en fechas. Tampoco te recomiendo celebrar “NAVIDAD” escrita con mayúsculas porque en realidad conmemoramos el solsticio de invierno. Las saturnales de los romanos que celebraban al sol invicto. Y una vez que los romanos adoptaron el cristianismo, ¡adivinen quién era el sol invicto! ¡Acertó usted! Hui-tzi-lo-poc-htli.
Digo… Jesucristo, Jesucristo. Pero da la casualidad o la causalidad, mejor dicho, de que como la fecha se relaciona con el solsticio de invierno, o el de verano, según el punto del planeta donde una se pare, que hay muchos soles invictos y estaba fácil adaptar la fecha. Por ejemplo, acá en México, el advenimiento del dios de la guerra de Huitzilopochtli de los mexicas, mejor conocidos en el extranjero como aztecas, era en el solsticio de invierno. Los vikingos, los celtas, los chinos, los japoneses. Parece canción: los vikingos, za za, los celtas, za za, los chinos za za, los japoneses za za za za, Navidad, Navidad. Y todo el mundo, za za za. Okei. Conozco la salida, disculpen.
Y es que todo alrededor de la Navidad parece farsa de sincretismo religioso, ahora sigo con eso. Mira, no te recomiendo que te guste la Navidad porque es una época en donde todo parece moverse más rápido. Cuando era niña, mi mamá andaba en friega arreglando la casa. Mi papá andaba en chinga tratando de que toda su familia tuviera un regalo decente. Mis hermanos andaban también en friega haciéndole caso a mis padres o atendiendo a sus familias políticas. Y yo… huía del estrés haciéndome bolita atrás del árbol. Esferas rojas, siempre, que me motivaban para leer como desquiciada. Acabé una infinidad de libros en invierno. ¿Pero a quién le debo tener foquitos intermitentes iluminándome? ¿Quién tuvo tan maravillosa idea?
Todo parece que desde hace milenios distintas culturas europeas decoraban árboles en invierno, aunque sin duda lo popularizaron los alemanes en el medioevo colocando abetos dentro de las casas que decoraban con manzanas y velas. Los luteranos alemanes lo extendieron. Y total que la reina Carlota de Alemania se casó con Jorge III y ¡boom! Tuvimos árboles en Inglaterra. Doña reina Victoria salió en una foto en 1848 con un árbol de Navidad y el resto es más o menos historia.
Claro, por más o menos historia me refiero a: en Estados Unidos echaron a perder la Navidad. No te recomiendo que te guste la festividad más relacionada con el capitalismo posible. Los gringos son unos genios: convirtamos a un obispo santo en la caricatura con sobrepeso de refresco popular que da regalos a los niños. Y bueno, honor a quien honor merece porque quien hizo la fabulosa imagen que hoy tenemos atascada en el inconsciente colectivo la ilustró Haddon Sundblom, quien no sólo creó la imagen moderna de Santa Claus, sino que también tiene ilustraciones icónicas que nos remiten a la mitad del siglo XX. De todos modos, he de admitir que me encantaba pensar qué me iba a traer Sancho Claus cada año. Y era un aliciente en mi cabeza para portarme bien. También tengo que confesar que me encanta el refresco que trae Santa Claus en la mano; decidí abandonar mi adicción cuando tenía 16 años. El resultado fue una rápida pérdida de peso. Hoy, en fechas como esta, sí que me permito medio vaso de las aguas negras del imperialismo yankee.
Hablando de cosas que mis vecinos del norte hicieron bien es popularizar la música navideña. La carta pasada escribí, si no la has leído te dejo la liga en la descripción, sobre el niño del tambor o el pequeño tamborilero. Ahora quiero contarte un leve de algo que descubrí en estas semanas y me voló la cabeza. Carol of the Bells, el villancico de las campanas por su traducción, es otro de mis favoritos. No es nada misterioso que me encante porque, si la oyes con calma, tiene cierto dejo sombrío. Y yo soy baby bat, gótica closetera, metalera de audífono. En fin, ¿de dónde le viene este manto oscuro al villancico? Lo primero tiene que ver con la música como la entendemos en occidente. Los primeros cuatro acordes de Carol of the Bells se parecen muchísimo a los que usa el dies irae, el día de la ira, un himno famoso latino que inventó un franciscano y se usa en las misas de réquiem. En otras palabras, Carol of the Bells nos recuerda a la muerte. Y si eso no te basta para pensarle en algo tenebroso, también tiene una historia oscura. Resulta que este villancico en realidad es una canción ucraniana compuesta por Mykola Leontóvych en 1916 llamada Schédryk. La versión original habla de una golondrina que anuncia la primavera. Peeeero en 1921 Peter Wilhousky cambió la letra para que coincidiera con la Navidad y el Coro Nacional de Ucrania la estrenó en el Carnegie Hall. Bueno, esto no suena tan mal. De hecho, la idea de que el Coro la presentara era asentar la identidad ucraniana. Pero Leontóvych se metió en problemas por enarbolar la identidad ucraniana, en el mismo año en el que el villancico sonó en el Carnegie Hall, su compositor fue asesinado por la Chéka, es decir, la proto KGB. Así que cada vez que oigas Carol of the Bells, ahora puedes saber que algo tiene que ver con muerte.
Esto me lleva a otra razón para que no te recomiende que te guste la Navidad. En México, de acuerdo con el INEGI, la mayor cantidad de muertes se produce en enero. En el resto del hemisferio norte las cifras son parecidas: en los meses fríos la gente fallece. No es de extrañar saber de personas que la están pasando mal justo en la época que nos mete la felicidad y el disfrute por todos los lugares posibles. Qué difícil es sobrellevar la falta de nuestros seres queridos en estos días.
Mi mamá falleció en febrero de 2018. La Navidad de ese año la recuerdo con bastante amargura porque vivía en Londres. Para que nos hagamos una idea, en Inglaterra la media de sol al año es de 61 días. España tiene 300 días de luz. ¿Y México? No hallé cifras porque lo damos por hecho. Pero en invierno en mi terruño hay 11 horas de sol en invierno. Yo no sé lo que es una blanca Navidad. Por tanto, mientras viví en la isla británica casi me vuelvo loca porque: que se te oscurezca a las 3:30 de la tarde no es común para una mujer del trópico, como su servilleta. Además de esa situación climática, así como conté que acá en México nos alimentamos de manera deliciosa, Londres tiene muchas bendiciones y actividades divertidas, pero comer bien no es precisamente su fuerte. Tengan por seguro y les firmo que kamás quiero volver a saber algo del fish n’ chips. Guácatelas. Y ENCIMA DE ESO, en el flat donde vivía existí con encantos de mujeres: una egipcia, una chica de la India, tres chinas. Pero así como eran increíbles, ninguna entendía en serio por qué era tan importante la Navidad para mí. Entre musulmanas y ateas te veas. Fue una época en serio triste: yo sólo quería que mi mamá me hiciera piojito. Sólo sobreviví emocionalmente por dos secretos: vitamina D en pastilla y un viaje invernal a Barcelona. Dios me guarde siempre a los gallegos residentes de Cataluña que me dieron asilo y que me recibieron con el cariño fraterno de una familia latina.
No te recomiendo que te guste la Navidad porque eres la impopular entre los amargados. No te recomiendo que te guste la Navidad porque te hace parecer superficial, gastas mucho en regalos y eres proclive a dejarte llevar por publicidad engañosa.
Por último, tampoco te recomiendo que te guste la Navidad porque corres el riesgo de pasártela muy bien con los tuyos y de que se te ocurra mandar tu segundo capítulo de pódcast en 25 de diciembre. ¿Quién anda oyendo pódcast en este día? Muchas gracias a quien no le ha apagado al ¿radio? ¿celular? ¿carro?
En fin, termino con unas últimas antirrecomendaciones: no te recomiendo meterte a las redes sociales hoy. Ni ver películas de Navidad porque son el cliché más grande de la historia, son predecibles, estúpidas, cursis y el humor es súper plano. Además, si te metes hoy a redes sólo vas a comparar tus decoraciones con las demás y acabarás siendo el cliché de la película Deck the Halls conocida en Latinoamérica como “Una Navidad muy prendida” o “Un vecino con pocas luces” en España y vas a dejar de escuchar la historia tan interesante que cuenta tu abuelo, así la hayas escuchado treinta y cinco veces a lo largo de tu vida. O puedes perderte el chiste que sucede en la cocina. O el drama familiar en el piso de arriba. En otras palabras: hoy, en esta Navidad, celebres el nacimiento de Jesús que sucedió en otra fecha, o no: deseo que estés presente en tu existencia. Porque de eso se trata en parte esta época: de encontrar luz en lo simple, de agradecer a quien te acompaña en la dureza del invierno o te abraza en el verano, ¡porque también hay Navidad en verano en el hemisferio sur! Esta es mi manera de desearte Feliz Navidad y que Krampus no te haya jalado las patas ayer en la noche.
Por cierto, ¿recuerdas que di spoiler sobre el tema siguiente en el primer capítulo? ¡Pues ese en realidad es la marca del tercer capítulo! O sea. Demasiada alegría navideña hoy: pero prepárate para el “no recomiendo” de la melancolía y la tristeza que se viene en enero.
Muy muy feliz Navidad, que hoy y siempre haya dicha en ti. Recuerda que soy Jennifer McNamara, aka Geeknifer. Recomienda este pódcast a tus amigos y antirrecomiéndalo a tus enemigos. Nos encontramos el próximo miércoles en forma de carta
Comparte este post