Si estás con nervio, es el lugar correcto
No tenemos ya monstruos marinos, pero sí que se nos aparecen criaturas importantes cuando ponemos atención en alta mar.
¿Prefieres escuchar esta carta con todo y mi voz y el mar de fondo? Activa el audio con el botón de arriba 👆🏼
Querida persona que me lee:
Tengo que confesarte algo. Podrás imaginarte que después de algunos meses (ejem… años en realidad) enviando esta carta, tengo un método medianamente estandarizado para que no se me acaben las ideas. O sea, no suelo improvisar demasiado.
He mandando cartas generales con especiales de terror, de rock, de fantasía, de Star Wars y El señor de los anillos incluso; y cartas más personales sobre despidos, transiciones al tercer piso y amar de formas diferentes.
Alguna vez expliqué que tengo una gran hoja de cálculo; un excel, vaya, donde anoto todas las recomendaciones y temas que se me ocurren. Pero hoy no tengo ganas de hacerle caso porque se me atravesó el mar.
Improviso. Improviso porque el mar eso me provoca. Diosito se equivocó conmigo. Si bien acabé siendo rata de ciudad, cucarachita chilanga por elección, las costas me vuelan la cabeza. Sobre todo las tropicales, porque soy más de calor de frío.
Así que en esta edición sólo habrá música, un cuento marino y reflexiones sobre olas.
El mar es un lugar de extraños encuentros. La primera civilización humana ya tenía a Tiamat, una diosa-dragón que representaba las aguas saladas. En los siglos XV y XVI ilustrábamos mapas con monstruos representados en forma de serpientes alrededor de barcos y de ballenas con cuernos.
Tenía yo 15 años cuando salió esta canción de idas y venidas marinas. Tuve a bien escucharla hasta el cansancio una noche acapulqueña. Los músicos que participan en ella también parecen reunidos por extraños designios.
Por un lado, Anoushka Shankar, hermana de Norah Jones e hija de Ravi Shankar, el grandísimo sitarista que tuvo varias colaboraciones con el beatle George Harrison. Añadamos a Karsh Kale, de ascendencia de la India, con nacionalidad estadounidense pero nacido en Inglaterra, quien es popular por mezclar la tabla con electrónica. Y Sting. Si a ese no lo ubicas, pues fue el bajista y vocalista de un grupo ahí popularzón llamado Police.
Total, que esta rola se llama “Sea Dreamer” y es perfecta para escuchar bajo las estrellas con el romper de las olas junto.
Sólo quedas tú. El último eslabón de la estirpe. Esa que puede leer los mapas más antiguos. Y estás frente al mar esperando lo que nadie espera.
Los que vinieron antes que tú eran cartógrafos que guardaban mensajes donde ningún estudioso los reconocería. En las márgenes de las sierras y rutas hay criaturas que mantienen secretos. Cada monstruo ilustrado es una emoción que podías invocar.
La foto que te hace volver a pie de playa es una de la Carta Marina, un mapa que tuvo a bien crear Olaus Magnus en el siglo dieciséis. Para quien hace planos es una joya de la cartografía: una descripción precisa de las costas escandinavas. Pero para otros tantos mortales es un compendio de criaturas que parecen sacadas de la mente retorcida de un marino perdido.
Lo que sólo sabe tu estirpe es que en esas ilustraciones vive el reflejo de una emoción humana que puedes poseer, una que el océano tragó y transformó. El kraken de ahí no es un pulpo gigante, es el duelo colectivo de aquellas que durmieron esperando a sus marineros. Si lo llamas, la tristeza puede hundir a quien tú nombres. La serpiente marina, en cambio, es un secreto que la gente susurra antes de zarpar; si murmuras sus curvas, puedes calumniar sempiternamente a tus enemigos. El búho con aletas, que simboliza el poder de todos los reyes que se aventuraron a hacer la guerra en la mar es para tu calaña el nombre enigmático que te puede dar todas las riquezas que has imaginado alguna vez.
Pero la verdad: ¿por qué estás hoy aquí? ¿Para soltar conjuros de avaricia? ¿De enemistad? ¿O de guerra? No. Hoy, con las criaturas que se deslizan por el mapamundi y también por tus recuerdos, y mientras miras las olas ir y venir, intuyes que no sólo la espuma emerge, sino el agua multicolor que busca volver a la vida para pintar sonrisas. En otras palabras, sabes que hay un pez alado en la Carta Marina que podría recorrer cada tsunami de la historia, que no se rinde, que abraza y enloquece. El de los sueños de marinos viendo las estrellas. El de las mujeres en la costa que suspiran por el último beso que se les fue entregado. Una criatura cuyo nombre es el que necesitas, que podrá henchir y reconfortar tu corazón para siempre.
Anda, di el nombre en el que estás pensando. Dilo en voz alta y quizá el océano te ayude en un embrujo que tiene forma de pócima de amor.
La semana pasada estuve en una playa del Pacífico porque tuve congregación de la secta. O sea, se reunieron los clubes de la organización de comunicación a la que asisto los lunes. Participé en un par de concursos: oratoria humorística, del que me fui con un fabuloso segundo lugar y la duda real de si no debería ya jugarle al stand-up en serio, y oratoria improvisada.
Un día antes de ese primer concurso de decires improvisados me sentía la mar de nerviosa en la playa (oh, las bonitas acepciones de la palabra “mar”) y tuve a bien con encontrarme con un señor que básicamente me dijo: “Relájate un chingo”. Okay, no, en realidad fue mucho más propio y sabio. Me dijo: “A ver, Jennifer, haz cuentas. Para llegar a una final tuviste que subir en distintas etapas. Haciendo cálculos, podrían ser cientos, sino es que miles de socios los que podrían haber estado aquí en tu lugar. Si estás acá, sobre esta cama de arena, es por algo. Mentalízate que este concurso lo tienes ganado”.
Él no lo sabía, pero la segunda vez que morí de miedo en un escenario (la primera me sirvió de anécdota humorística), fue en un concurso de oratoria improvisada. Hablar en público impone. Hablar en público sin guion, impone mucho más.
Más tarde, otro compañero me dijo: “McNamara, ¿qué te hace pensar que no ganarías? ¿El pasado? El pasado está sólo de fantasma”.
Pensé que este par de personajes podrían tener razón. Al día siguiente escuché la pregunta que me hizo el maestro de ceremonias sobre el escenario y me dije en un par de segundos: “Habla de lo que sabes y como lo sientes”. Me llevé, para sorpresa mía, el trofeo de primer lugar.
¿Ves? Las cosas que me pasan en el mar siempre son importantes. Por ejemplo, ahora desde el Atlántico, escribo newsletters medianamente improvisadas. Por lo pronto, deseo que pronto visites cuerpos de agua.
¡Hasta el miércoles de podcast No recomiendo!
¿Es tu primera vez? Te dejo más cartas aquí.
Esto no es un meme, pero estoy sorprendida de la cantidad de gente que no conoce el genial programa noticioso, para niños y chileno “31 minutos”. Por tanto, me despido, en exclusiva, con el ruido del mar:
Con cariño libre de virus,
J. McNamara, aka Geeknifer.
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No sabes cuánto agradezco que hayas improvisado esta carta.
Porque, sin proponértelo, acabas de tocar algo en mí.
Y no por los monstruos marinos —que también—, ni por los mapas antiguos, ni siquiera por Sting, aunque reconozco que “Sea Dreamer” ya está en bucle.
Sino por esa forma tuya de invocar el mar como si fuera una emoción.
Porque lo es.
El mar nos salpica verdades sin pedir permiso. Nos impone pausas. Nos recuerda lo que aún no hemos dicho. A veces lo escuchamos. A veces solo lo sentimos. Y tú has conseguido que, por un momento, todos los que leemos tu carta sintamos el rumor de esa ola que no rompe, pero permanece.
Improvisar da vértigo. Hablar sin guion, también.
Pero tú lo haces con ese tipo de valentía que no grita, sino que tiembla con dignidad.
Y de eso, estamos muy necesitados últimamente.
Gracias por regalarnos no solo tus monstruos y tus glorias, sino también tus nervios, tus casi-desastres y tus frases no anotadas.
Gracias por recordarnos que el pasado está solo de fantasma. Y que hay trofeos que no se ponen en una repisa, sino que se guardan en el pecho, como una ola suave que vuelve cuando menos lo esperas.
Sigue escribiendo como quien lanza botellas al mar.
Algunas —como esta— llegan justo cuando uno más lo necesita.
Con respeto, sonrisa y sal,
Enhorabuena!! Lo primerísimo, enhorabuena!! Me encanto la carta náutica y el cuento alrededor de ella ❤️