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Me puse a escribir esta carta en un escritorio ajeno, en un lugar que parece lejano, en buena parte porque no quería que mis mininas acabaran haciéndose adictas al olor a pintura que por el momento existe en mi casa.
También hice bien en irme de mi casa porque amo el olor a solventes. No, no soy adicta a ningún estupefaciente (más que el café).
So, mientras escribía, pensaba que igual yo solita terminaré convenciéndome de que el tiempo sí está afectado por los extraños devenires planetarios y me tendré que tragar mis palabras sobre los signos del zodiaco. Porque descubrí que hace más o menos un año escribí, desde otro ángulo, del tema que me interesaba para esta carta.
El humor.
Sí, sí, soy muy fan del terror y las historias sobre seres de ultratumba, y también me encanta la fantasía (veo con buenos y divertidos ojos el segmento eclesiástico que quiere beatificar al señor Tolkien). Pero si de literatura hablamos, lo que más aprecio son esos libros que logran que me ría a carcajadas.
Hacer llorar es una empresa menos noble y un tanto más sencilla, dadas nuestras circunstancias. Es algo que está, lamentablemente, de moda.
El humor puede provenir de cualquier parte. Y después de ver las noticias ayer, me topé con un tuit esperanzador que me hizo gracia:
Esta carta es una oda a la risa, que en estos tiempos difíciles, nos hará bien. Con todo y que mis chistes suelen ser peor que pésimos.
Un libro 📕
“Entre los miembros de la raza blanca existía la creencia de que su piel no tenía color y por eso era blanca. En realidad, los miembros de la raza blanca eran de un desdichado color rosa parecido al de los cerdos recién nacidos”. - Jarett Kobek
Estuve revisando mi archivo maestro, donde anoto las cosas que he recomendado (porque tengo buena memoria, pero no tanto —pregúntenme cuántas veces he perdido celulares y documentos más o menos importantes) y no puedo creer que no le haya dedicado una reseña a I Hate the Internet.
Lo mencioné alguna vez de pasada, en 12 libros que recomiendo sin pensar. Odio internet está escrito por Jarett Kobek y es toda una sátira del siglo XXI.
Es la historia de una mujer que comete un gran pecado en Internet (no diré cuál porque perdería el chiste) y esta historia principal se engarza con otras tragedias humanas creadas a través de la web. Jarret Kobek tiene la virtud de saberse reír de sí mismo y de burlarse de todo. Es una historia para repensar la desigualdad pero con un tono sumamente cómico.
Recomiendo leerlo en inglés porque la traducción al español es bastante española. Acá consigues la versión original.
Y en español puedes conseguirla en este otro enlace.
Una recomendación 💡
Hablando de mi gusto por el humor y el libro anterior, no es tan fácil encontrar buen humor literario. Con la palabra escrita hacer reír puede ser más difícil que con la hablada.
No hace mucho me topé con alguien que se dedica a hacer humor combinando imágenes y palabras. Se llama Chaz Hutton y tiene una gran pieza jugando con el mito de Sísifo.
Si no lo ubicas, el mito dice que Sísifo hizo enojar a los dioses por no creer en ellos —bola de egocéntricos, ya sabes— y le pusieron un castigo nada cool. Tenía que llevar una piedra a la cima de una montaña pero al llegar la piedra rodaba de nuevo para abajo, así que él tenía que empezar otra vez. Así durante toooda la eternidad.
Este terrorífico castigo lo usó de metáfora el escritor y filósofo Albert Camus para hablar de lo absurdo de la condición humana. Ya te imaginarás, conceptos con lo que uno renueva la esperanza en la humanidad.
Bueno, pues Chaz toma esta historia y se pone a experimentar con ella, explicando, de alguna manera, cómo construir humor. Puedes leer este artículo con dibujitos en Medium aquí.
Una rolita 𝄞
No es un género que suela recomendar, mucho menos para reír, pero la trova tiene lo suyo. Lo que me gusta de los trovadores es que, como antaño, les da por relatar historias en sus canciones. Muchas de ellas nos recuerdan la guerra, la nostalgia y las dictaduras… temas no muy divertidos.
Pero también hay algunas rolillas que abordan lo cotidiano. Es el caso de este ejemplo humorístico.
Es una bobada de canción, básicamente es Fernando Delgadillo describiendo cómo una función de cine sale mal. Pero bueno, ¿acaso todas las composiciones de este mundo tendrían que ser épicas o tristes? Con algo de suerte, tú también has estado en algo parecido a “La función de las seis”, que dejó acá:
Un cuento 🖊
Hacía mucho frío y no se veía casi nada. Ella estaba agazapada debajo del puente y, junto, Reinaldo, que tenía un cuchillo en la mano. Esperaba a su siguiente víctima. Pero ya habían esperado mucho tiempo, horas tal vez. Ella casi dormía sobre sus huesudas rodillas, no podía creer que el hombre fuera tan paciente, dada su línea de trabajo. De pronto, él se puso en alerta. Ella se puso de pie, lista.
Se escuchaba a alguien caminando y cada vez estaba más cerca. Reinaldo enarboló su cuchillo, ella su guadaña. Pero cuando iba a degollar a la muchacha, el ente de túnica apareció en un mundo completamente blanco. Sin arriba, sin abajo. Era ella flotando en la luz.
—¡Oh, qué la fregada!, ¿¡ahora qué!?
—Es que otra vez se está pasando de lanza —la voz resonó en el espacio luminoso, sin tomar ninguna forma, era como si ella oyera todo a través del interior de una bocina.
—¿Y por eso me tienes que interrumpir mientras hago mi trabajo?
—Pues eres su amiga.
—No uses ese tonito condescendiente conmigo, Yahvy. Bueno, bueno, ¿qué hizo?
—Es algo que apenas va a hacer —. Si la Muerte tuviera ojos, los habría puesto en blanco. Pero alzó el cráneo, apoyada en su guadaña.
—¿Qué hará? —bufó.
—Pues tiene un humano cautivo.
—Ay, no puede ser. ¿Es en serio? Las posesiones demoníacas dejaron de estar de moda con la Revolución Industrial. Bueno, pues será cosa de Lucy. ¿Qué quieres que haga?
—Que evites una catástrofe.
—Eso no es parte de mi trabajo.
—Pero yo no puedo apersonarme en el mundo nada más porque sí. Tienes que convencerlo de que pare.
—¿Entonces me estás usando?
—No seas dramática. Sabes a qué me refiero. Todavía no es la hora de esos humanos. Imagínate el papeleo que generará una muerte por posesión demoníaca. Mi oficina no te va a querer firmar eso, y la de Lucifer, menos.
—Ajá. Pues ya tendré que hacer papeles por la muchacha que no pude degollar y que anda flotando en el Limbo. Déjate de payasadas y regrésame entonces.
—Claro. Para servirle a mí mismo y a usted.
La Muerte apareció en el pasillo de una casa.
—Qué pésimos chistes cuenta Dios —susurró para sí misma. Dios la había regresado, pero a otro punto del globo. La Muerte levantó la mirada hacia el cuarto al final del pasillo. Se oía como si una bestia anidara ahí y estuviera haciendo el llamado de apareamiento más espantoso en todos los nueve círculos del infierno. —Y qué pésimo día estoy teniendo.
La Muerte caminó de puntillas con la guadaña a su lado. Atravesó la puerta, las perillas eran para los mortales. Adentro estaba un sacerdote hincado junto a la cama donde un adolescente veía hacia el techo y se reía desenfrenadamente, endemoniado.
En la esquina estaba Lucy fumándose un cigarro, usaba lentes de sol y sus cuernos daban vueltas hacia arriba, imitando los detalles de una iglesia con torres en estilo churrigueresco. Su piel, roja sangre, se veía más rozagante que nunca. Eso sí: le caía bien que Lucy imitara tan bien a los humanos.
—¿Te aburriste otra vez?
—¿Tú qué crees? —. La voz del diablo era rasposa, como la de una estrella de rock.
—¿Por qué me tienen que meter a mí en sus estupideces? ¿No puedes hacer algo que no se relacione conmigo?
—No diré esto otra vez, porque voy a sonar humilde: los humanos te tienen más miedo a ti que a mí.
—No, pues eso me queda claro. Ya haz que tu secuaz se salga del chamaco éste, ándale.
—No.
—Ay, no seas berrinchudo, Lucy. Es un solo humano. Cada día, nada más con las asquerosidades que hay en Internet tienes muchos más.
—Sí, hay cada newsletter por ahí…
—¿Qué quieres que pase? Lucy, en serio —preguntó la Muerte.
—Que venga Él. Que peleemos como hace siglos no hacemos.
—¿POR UN SOLO HUMANO?
—Oh sí. ¿O acaso Él es cobarde?
—¡Yahvyyy! —gritó la Muerte— me voy a quedar aquí sentada. Ustedes arreglen este problema como seres inmortales maduros.
Las cosas no fueron precisamente maduras. Empezó una batalla entre el joven endemoniado y el Padre. El sacerdote recitando oraciones y jaculatorias. Vómito y cama saltando, incluidos. Chillidos y frases en latín.
La Muerte sacó de un compartimento escondido en su guadaña una lima. Las uñas nunca dejan de crecer. Lamentó no haber traído un libro.
De pronto, el adolescente se soltó de las cuerdas que lo tenían atado a la cama y se lanzó hacia la cara del sacerdote. Pero una luz cegadora apareció e iluminó la cara del chico. Una sombra, espantada, salió de la boca del antes endemoniado y salió disparada por el pasillo, levantando la túnica de la Muerte a su paso. Pero ambos humanos estaban lampareados por la luz divina y no dejaban de moverse. Entonces, el sacerdote se tropezó con un cable y cayó por la ventana. El chico cayó con él.
La Muerte, Yahvy y Lucy se asomaron. En silencio. Sólo la Parca habló:
—Miren, par de tontos. No sé cómo le vayan a hacer. Pero ambos tendrán que firmarme estos papeles.
Una reflexión 💭
Hoy por todos lados se nos pide mantener la compostura. Es cierto, la sociedad en general carga con montones de problemas y a la seriedad la necesitamos para alzar la voz contra las injusticias.
Esta tampoco es la ocasión en la que hablaré de los límites del humor. Muy en boga el tema en estos días porque cierto payaso hizo un chiste de mal gusto.
Lo que quiero decir en este fabuloso miércoles es que tenemos poca vida como para andar amargándonos a propósito. Vivimos en una era que nos exige estar serios y hasta tristes. Dadas las circunstancias, es más fácil hacer llorar que reír.
No digo que seamos inconscientes y le demos la espalda a un país y un mundo donde cosas realmente espantosas pasan. Lo que digo es que el humor es una gran trinchera para hacer frente a las vicisitudes.
La sátira nos permite reírnos de los políticos y señalar las cosas que no funcionan. Nos deja burlarnos del sistema desigual que tenemos. Nos hace darnos cuenta de nuestras diferencias. Y eso es una bendición.
Entonces:
—¿Cómo le dice un pez a otro?
—Nada.
Ya sé, ya me voy.
La semana pasada no hubo Servicio exprés porque estoy preparando algunas cosas interesantes, más relacionadas con mi quehacer profesional usual. Es probable que la próxima semana tampoco haya.
Así que hago dos comerciales. El primero es que en mi canal de Telegram estaré compartiendo algunos videojuegos cómicos. Y el segundo es que en la próxima edición compartiré bastante sobre mi profesión actual.
¿Es tu primera vez? Te dejo más cartas aquí.
Con cariño libre de virus,
J. McNamara, aka Geeknifer.
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