¿Y si sí existen las coincidencias?
Diosidencias, le llaman en mi tierra.
¿No te ha pasado que a veces te preguntas por qué pasan ciertas cosas justo en el momento adecuado? Cada quién tiene su teoría de las coincidencias cósmicas. En mi tierra (donde la gente se tropieza con las ciclovías, si no has visto el video, te lo dejo aquí; te doy permiso de burlarte de nosotros), les llaman “diosidencias”. Es una linda manera de ponerle nombre a las cosas que nos hacen sentido personal y que parecen enviadas por alguna energía invisible. Tal vez, la mera verdad, sólo nos guste encontrar relaciones donde no las hay, quién sabe.
La cosa es que estaba muy presionada por terminar esta cartita en la mañana, había empezado el borrador pero hay elementos que no estaban listos o revisados. Me sentía como si fuera imperante que tú recibieras esta comunicación antes del mediodía. Que a lo mejor si estabas abre y abre tu buzón con expresión de desesperación total, pero vamos, ¿realmente fue así? Luego, la plataforma de TinyLetter se cayó. Estuve a dos de pegarle con fuerza a mi teclado. Pero dije: “A ver, esta cartita la hago con cariño, dedicación y no vendo nada ni tengo jefe, ¿por qué tendría que llegar a equis hora? Mi promesa nada más es enviarla el miércoles”.
Tomé aire y seguí escribiendo tranquila. Lamento que esto no haya llegado taaan temprano.
Si no lo sabes, te lo confieso: soy ceeero morning person. Lo peor que me puede pasar es que me pongan juntas antes de las ocho de la mañana… o antes de tomarme mi taza de café. Ya llegaré a eso.
*Un cómic 📖*
Hubo un tiempo en el que se introducía a los niños y adolescentes a la lectura con obras clásicas complicadas de abordar. Personalmente, recuerdo que cuando leí en la secundaria el Cantar de mio Cid, lo odié.
Seguramente La Ilíada y La Odisea también están en esa lista de libros soporíferos que nadie debería tomar antes de tener algo de experiencia literaria. Pero lo cierto es que sus historias son, por decir lo menos, mágicas. Son libros cargados de metáforas y de historias que reflejan valores y miedos humanos que siguen vigentes.
Rachel Smythe es una ilustradora que decidió abordar estas grandes obras griegas pero modernizando absolutamente todo. Plantea las situaciones como si los dioses peleándose fueran jóvenes millennials.
La gran noticia es que su creación, Lore Olympus, ya tiene una traducción al español llamada Cuentos del Olimpo. Puedes leerla aquí o en la aplicación de webtoon en tu teléfono.
Es totalmente recomendable. Mi hermana y yo la discutimos como si de una telenovela se tratara. Nos emocionamos con los romances y odiamos a ciertos personajes. ¡Lee el cómic y cuéntame!
*Un producto 🔮*
Tomo café desde que tengo uso de razón, ¿mis papás fueron unos irresponsables? Probablemente sí, pero no me arrepiento. Ni cómo reclamarles.
Conseguir buen café a veces puede ser complicado. Antes, tenía al amigo poeta que se daba sus vueltas a Veracruz y conseguía café coatepecano, pero desde que se mudaron sus papás de ahí, sumándole el encierro pandémico, cada vez pasaba menos esto.
Pero un día me dijo que conocía a unos veracruzanos que vendían su café por entrega en la CDMX. Así conocí Café Sombra, empresa fundada por dos hermanos nacidos en Coatepec. Este lugar tiene un clima muy particular, pues lo conforma un ecosistema de bosque de niebla que da sombra, incentiva la humedad y permite que el café crezca; este lugar puede ser hasta más biodiverso que la selva. Imagínate haber crecido rodeado de finca de café: el pa-ra-í-so.
El asunto es que, conforme crecían, la finca que rodeaba a este par de hermanos empezó a desaparecer: llegaron casas y una cancha de futbol. No fueron los únicos en atestiguar el desvanecimiento del ecosistema, la mayoría de las fincas de Coatepec morían por cultivos de caña y fraccionamientos.
Ahora, los hermanos viven en la Ciudad de México y abrieron su pequeño negocio para repartir felicidad, digo, ¡café! Le decidieron poner “Sombra” a su producto en referencia al cultivo bajo la sombra de los árboles del bosque. Su logo cuenta con una serpiente que sale de una taza, en un claro guiño al significado de Coatepec en náhuatl: “En el cerro de las culebras”.
Así, es posible tomar delicioso cafecito coatepecano en la capital del país. Si vives en la CDMX puedes pedir Café Sombra por Instagram aquí, en grano o molido, en presentación de medio kilo o kilo completo. Puedes pagar por transferencia o en efectivo contra entrega. También me gusta que incentivan la repartición de sus paquetes en bici.
*Una minificción🖋️*
Para ellas
A las 4:16 de la tarde, Bob Dylan dejó de sonar en el cuarto 3E. A las 4:16 de la tarde, la secadora de cabello del 3C se apagó. A las 4:16 de la tarde, la computadora que no servía sin estar conectada del 3D cerró un documento sin guardar. A las 4:16 de la tarde, el microondas de la cocina dejó de calentar las sobras de pescado.
La del 3D, Coco, salió musitando leperadas en chino hacia la cocina. Desesperada, había perdido el ensayo en el que metódicamente había trabajado durante 26 horas sin dormir. Xixi, del 3A, que le estaba pegando al microondas como si fuera un viejo trasto, tardó más en reaccionar. Cuando llegó Coco a quejarse entendió que el problema de energía eléctrica era generalizado. Al menos en dos cuartos.
Las dos compañeras volvieron a escuchar el sonido chirriante de la puerta y Farhana, del 3E, se asomó a la cocina oscura
—Se fue la luz, ¿verdad? —. Las chinas asintieron con la cabeza. —Nunca voy a acabar esa presentación —dijo, dando una vuelta por la cocina sin tocar nada, como si sus descalzos pies necesitaran llevarla de un lado a otro para pensar.
Justo después, envuelta en una bata color rosa pastel, llegó la egipcia, Engy, del 3C, con una mascarilla verde sobre la cara y los cabellos de puntas californianas despeinados:
—¿Qué, chicas? ¿Sufrimos todas sin luz? Seguro no tarda en regresar.
—¿Por qué traes puesta una mascarilla a esta hora? —preguntó Xixi. Engy omitió la respuesta.
—No sé ni qué hora es, pero van a ver que la universidad tiene una planta de emergencia para estos casos.
Todas guardaron silencio, como si esperaran que las palabras de Engy fueran mágicas. Pasó un minuto, dos, cinco, diez.
Coco se encogió de hombros y en la oscuridad, empezó a lavar trastes de plástico. Farhana sacó de su alacena un dulce de canela y se sentó en la barra. Engy, mientras, puso su celular en medio de la barra, al revés, con la lámpara encendida, con lo que iluminó la cocina.
Xixi rió y la felicitó por pensar rápido:
—¡Ya podemos ver!
—Es que soy muuuy lista, querida —respondió la egipcia, sin modestia. Preguntó: —¿Y Aurora? —La chica china del 3B.
—Estaba en el tube—dijo Coco.
—Pobre, ¿cómo llegará?
—¿Uber? ¡Duh!—sentenció Farhana.
Tras quince minutos, Xixi fue designada como emisaria para ver en la recepción si el problema era general. Todas creían que sí, porque el parque que se veía desde la cocina tenía las farolas apagadas. La china salió y claramente se oyó cómo chocaba contra una de las puertas.
—Espero que regrese viva —dijo Engy.
—Yo no —dijo, ácida, Farhana.
Coco las miró, asustada.
—¡Es broma! ¿En chino existirá el sarcasmo?— continuó la india, sin temer en pronunciar su pregunta.
—Cada día eres más racista —. Engy sacó un enjambre de chocolate oscuro y lo devoró en la oscuridad.
—Ellos tienen la culpa, son pésimos compañeros de clase —se justificó Farhana, alzándose los lentes.
Xixi y Aurora llegaron juntas. Ésta última, la más alta de todas, cargaba a Xixi como si fuera una anciana.
—¡Me tropecé tres veces y…. no creen que haya luz en toda la noche!
—No, el problema es en toda Inglaterra —explicó Aurora.
Sólo hasta entonces, las chicas sacaron su celular a la vez. De pronto, necesitaban fact-checking. Corte de luz en toda Inglaterra era el trending topic.
—Vienen los aliens por nosotros —dijo Xixi.
—El mundo occidental te está haciendo un daño real —desaprobó Engy.
—Deberíamos cocinar algo —dijo Aurora.
En vez de eso, por la falta de luz que impedía que la estufa funcionara, todas empezaron a hablar al mismo tiempo, diciendo que traerían comida que no necesitara cocinarse: chocolates, frituras, papas... y frutas y granola que trajo Engy a la cocina, vegana, ante la mirada acusadora de sus roomies.
—Alguien se comió mi pepino —se quejó Xixi, abriendo el refrigerador apagado, dando brinquitos.
Farhana y Engy rieron. Pero la primera rápidamente añadió:
—Ustedes han estado robando comida de todas.
La acusación directa hizo que las tres estudiantes chinas se quedaran calladas.
—¿De qué hablan? —preguntó al fin Coco.
—¡De que todo desaparece!
Esa queja, planteada con un tono innecesariamente agresivo, provocó que Aurora, Xixi y Farhana discutieran a gritos, alzando la voz más y más; Engy trató de detenerlas, cuatro chicas gritaban a todo pulmón en la cocina, se alzaron dedos acusadores y se pronunciaron maldiciones en cinco idiomas a la vez, sólo unas pocas en inglés, que no servía para decir groserías, esas se enuncian con la lengua materna.
—¡YAAAA! —. Como casi nunca hablaba, ver a Coco determinada era un suceso extraordinario. El silencio apareció. —Sabemos que por culpa de nuestros compañeros te han cancelado tres clases. Pero no es justo que nos juzguen a todos. ¡Ya saben que somos demasiados!
En la oscuridad, iluminadas vagamente por el celular, las cinco mujeres sonrieron.
—Es cierto, son muchos —dijo lentamente la de la India— … nosotros también.
—Sería bueno tener un hombre que nos bajara el nivel de estrógeno —dijo al fin, Engy.
—Yo tengo una guerra fría con mi novio en China —. Aurora bajó la cabeza.
—Yo no he superado al mismo tipo del que he estado enamorada desde hace 6 años, imagínense —dijo Farhana.
—A mí… mi cita no llegó el viernes —susurró Coco.
—Mis papás piensan que soy lesbiana —dijo Xixi.
Muy a su pesar, hubo risas.
Engy fue a su cuarto a tientas y regresó con una vela de color rojo. Navideña.
—Miren lo que me encontré en Winter Wonderland. ¿A poco no está bella?
La egipcia sacó un cerillo y la encendió. La dejó en la orilla de la barra.
—¿No se encenderá la alarma de incendio? —preguntó Aurora.
—No seas tonta —dijo Xixi —no hay luz.
A las 5:43 de la tarde, 300 estudiantes de los dormitorios de una universidad inglesa descubrieron al unísono que las alarmas de incendio funcionan con pilas y que sufrir la lluvia de Londres es peor sin luz.
Si te lo preguntas, había un cuarto más, el 3F, donde vivía una mexicana. Este cuento está basado en cinco chicas que me enseñaron de todo (no conozco a nadie que tenga tantos remedios de oriente para curar la gripa), me ayudaron a no volverme loca y, hasta hoy, son personas que recuerdo con cariño y que puedo llamar 'amigas'. Desde que las conozco le traigo ganas a escribir un librito sólo con nuestras peripecias, ¿tú lo leerías? Ahí me dices.
*Una reflexión 💭*
Las semanas pasadas tuve la bendición de tener a mi hermana (que no es mi hermana) en mi casa.
Confieso que hicimos la travesura de ir a una librería que no tiene mucho de estar abierta a 15 minutos de mi departamento. Se llama El desastre y está en la Colonia del Valle. El concepto es el de una librería de barrio, en el que los clientes pueden comprar libros y leerlos mientras beben café, té o comen una galleta. Tienen, además, una sala de exposición en el primer piso. Amé poderme pasear entre muchos volúmenes provenientes de editoriales independientes, como Ediciones Antílope o Almadía. No le digas a nadie, pero según yo nada más iba por un libro y terminé comprando tres.
(hay dos libros extra de mi hermana)
Hace unos días escribía yo que necesitábamos de nuestros terceros lugares. Y así es. Con todas las precauciones posibles (y sabiendo que no voy a tener contacto con gente), hice la travesura de escaparme. Conforme las vacunas avancen y nos dé menos miedo salir, habrá que decidir cuáles serán nuestros nuevos terceros espacios con lo que tenemos a la mano (muchos negocios habrán cerrado, seguramente).
Llámame hípster, pero yo sí confío en el apoyo a lo local y en hacer comunidades cercanas. Claro, no me olvido de que este es un mundo globalizado y de que podemos hacer conexiones con latitudes lejanas (véase el cuento anterior); pero creo que vale la pena que nos sintamos como parte de una comunidad que se puede apoyar en lo chiquito, en lo cercano y en lo más íntimo. Porque si bien podemos conseguir ropa linda del otro lado del mundo, la persona que vende prendas de segunda mano cerca de nosotros seguramente nos podrá entender y hasta atender mejor.
¿Me ayudas haciendo changuitos para que mi nuevo tercer espacio no cierre?
P.D
Como Facebook prometió desde sus buenos tiempos, este newsletter SIEMPRE será gratis. Pero el trabajo creativo no deja de ser trabajo. Así que te dejo este link por si quieres invitarme un cafecito, con la promesa de un día tomárnoslo en la misma mesa, y animarme a seguir con este proyecto y extenderlo a otros lares.
¡Hasta el próximo pinche miércoles!
Con cariño libre de virus,
J. McNamara, aka Geeknifer.
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