¿Y si habitas en un "no lugar"?
Abandona el anonimato
A veces, parece que somos hombres grises de nuestra propia vida. Nos da miedo “perder el tiempo” alcanzando nuestros sueños y objetivos; o bien, disfrutando de cosas que no parecen “productivas”. Y, así, vivimos de manera automática, sin ponernos a pensar en lo que experimentamos a diario. Espero que este miércoles que, como mitad de semana, parece un día sin mucho chiste, te convenzas de que todo tiene chiste.
Además, salir de nuestra zona de confort vale la pena, pregúntenmelo a mí.
Lo mejor de haberme (¡por fin!) atrevido a lanzar un espacio para ser leída son las sorprendentes conexiones que esta carta genera. Lo más gratificante son las personas que me escriben o me hablan: desde quien echa porras, pasando por quien se toma el tiempo para responder con una carta hecha y derecha con recomendaciones, hasta quien continúa mis cuentos. ¿Leíste la historia de terror de hace unas semanas? Uno de mis suscriptores la continuó. Te dejo el link para que leas ambas partes.
*Un video 🎞️*
Cuando somos chicos pensamos que para trabajar necesitamos saber hacer un montón de cosas. Que sí. Pero lo que no nos dicen y es mucho más importante es saber cómo trabajar con otras personas. La vida laboral es entablar relaciones y las relaciones suelen tener problemas de humanos. En los últimos tiempos he tomado algunos cursos para sacarle jugo a esa parte de mi labor, porque las soft skills hacen todo más fácil.
Y aunque esto da para una cartita por sí sola, quiero recomendarte algo que descubrí gracias a estos cursos. Hace días, una compañera se puso a hablar de Brené Brown. Yo no tenía ni idea de quién era esta mujer. Brown ha dedicado sus estudios a analizar la valentía, la vulnerabilidad, la vergüenza y la empatía. Parecen opuestos, pero no lo son. A Brown le encantan las historias y la estadística. Y… ¡tiene una charla en Netflix que me parece de lo más divertida y profunda! Se llama The Call to Courage. Spoiler: la valentía siempre involucra vulnerabilidad. Esto podría no tener sentido, pero lo tiene. Brené Brown lo explica de manera excepcional.
Advertencia. Es posible que te pasen algunas cosas viendo esta conferencia. Una: que llores, mantén una caja de kleenex junto. Dos: que la tengas que ver por partes (bendito Netflix que nos permite regresar). Tres: que te deje pensando un bueeen rato, te recomiendo verla después del trabajo o estudio, con un café o tecito.
*Una rolita 🎵*
Lo poco que sé que ha pasado en Baltimore es más o menos triste. Nunca he sido precisamente muy seguidora de los Cuervos de la NFL, con perdón de sus fans. Lo siguiente que tengo muy presente del lugar es que ahí se emplaza la excelente docuserie de Netflix The Keepers, que relata las terribles circunstancias del asesinato de una monja.
Y luego están estos tipos, Wye Oak, que salvan a Baltimore, al menos en mi imaginario. Una banda formada por Jenn Wasner y Andy Stack, ambos multi-instrumentalistas. Suelen hacer canciones folk que tienen el poder de enviarte a una especie de mundo alterno. Hasta Wikipedia dice que componen dream pop. Este año sacaron un EP precioso en colaboración con el Brooklyn Youth Chorus, una agrupación coral que ha colaborado con la Orquesta Sinfónica de Londres, Elton John y Gustavo Dudamel, na’más por nombrar algunos. ¿Cosas lindas? Prácticamente todos sus miembros son estudiantes de escuelas públicas de Brooklyn.
Fue difícil sólo escoger una canción porque las cinco que conforman No Horizon, el EP, son una maravilla. Pero creo que me quedo con Sky Witness, que es una especie de sueño estelar hecho de voces cristalinas y guitarras.
*Una minificción 🖋️*
—Estimados televidentes, yo soy Juana Buendía y hoy estamos en exclusiva con el doctor Kronos, un emprendedor anónimo que lleva décadas haciendo crecer su negocio y que ahora, en la pandemia, como otros miles de empresarios, está cambiando su enfoque a lo digital. ¿Cómo está, doctor?
—¿Qué tal, Juana?, un gusto estar aquí contigo y tu audiencia.
—Entremos en materia. Primero, cuéntenos, ¿de qué va su empresa?, ¿cómo funciona?
—Mi compañía es de lo más particular porque llevamos centurias enfocándonos en un bien del que rara vez se habla. Mi gran capital no se basa en el dinero, sino en el tiempo de las personas.
—¿Cómo gana usted el tiempo?
—En el momento en que una persona existe, su alma firma un acuerdo mediante el cual nos cede parte de su tiempo. Y aquí hay algo clave: hay distintos tipos de tiempo. ¿Alguna vez te has preguntado, Juana, por qué cuando das un beso francés, el tiempo pasa más rápido? ¿Y cuando no tienes nada qué hacer y te metes un dedo en la nariz, el tiempo pasa más lento? Con perdón de Einstein, pero es porque mi compañía se queda con parte de ese tiempo de mayor calidad.
—¿No le parece un poco abusivo de su parte?
—Las personas lo hacen bajo su propia voluntad, sin darse cuenta. Y les conviene, porque yo intercambio ese tiempo por una sensación de felicidad. El hecho de que el tiempo parezca más rápido acaba provocando que se atesoren momentos. Por eso los humanos recuerdan mejor instantes que intervalos grandes de días.
—¿Y cómo ha cambiado su negocio durante la pandemia?
—A nosotros nos ha afectado muchísimo el encierro porque el tiempo ha disminuido su calidad. A diferencia de otros negocios, que han capitalizado lo digital, a nosotros nos cuesta trabajo. Tiene mayor valía que alguien se tome una cerveza con su mejor amigo, que desperdicie todo la jornada viendo fotografías de ropa en Instagram. Recibimos mejor tiempo cuando una persona visita a sus abuelos que cuando pasa el día sentado abriendo correos del trabajo.
—Qué interesante, ¿y qué han hecho para que les llegue mejor tiempo?
—Es parte de las razones por las que estoy aquí. Estamos haciendo una campaña de concientización para lograr que el tiempo digital sea mejor.
—¿Y eso cómo se logra?
—Hay formas alternativas de hacer que el tiempo digital se vuelva valioso. Usar lo digital para estar cerca: como los hijos que mandan flores a sus madres por internet, aquellos que organizan reuniones virtuales de juegos de mesa, los que utilizan las redes para conectar con viejos amigos. Pero nada como atesorar los momentos "en vivo".
—Lo tomaremos en cuenta, doctor Kronos. Dígame, sea honesto, ¿cuáles son las letras chiquitas de mejorar nuestro tiempo, cuando va a parar a las manos de su empresa?
—Mi compañía provoca esa sensación de maravilla cuando el tiempo es mejor. Ustedes nos ceden parte de su tiempo, sí, parece que todo va más rápido, pero también convertimos lo que nos dan en mejores recuerdos. En otras palabras, Juana, las letras chiquitas se las paso a la audiencia aquí y ahora: olvídense del bitcoin y piensen en cómo van a invertir lo más sagrado que tienen, que no son los pesos de la cartera, sino uno de los días que tienen oportunidad de vivir.
—Ya lo escucharon, estimados televidentes. Vamos a unos cortes comerciales y seguiremos hablando con el doctor Kronos y su experiencia cercana con su socia, la vicepresidenta de relaciones públicas: la señorita Muerte, que se enlaza desde el Cementerio 12, tumba 22.
*Una reflexión 💭*
Ayer, un suscriptor me habló de un concepto fabuloso del antropólogo Marc Augé: el “no-lugar”. Este académico dice que hemos llegado a un punto en el que somos tan anónimos, tan grises, que los lugares que habitamos deberían ser llamados “no-lugares”. Eso nos da para pensar en lo que queremos en la nueva normalidad, ¿queremos las oficinas llenas de cubículos donde parecemos fantasmas? Quién sabe. Creo que la pandemia nos da oportunidad de recalibrarnos para seguir adelante, para escoger qué es lo que en realidad importa y hacerlo florecer.
Este amigo y suscriptor me decía que el miércoles es un “no día”. Me encantó su tesis, parafraseo: El miércoles no es el de la prisa obligatoria del lunes, tampoco es el martes de asimilación de la prisa (él uso la palabra “chinga” en vez de prisa, que es algo más descriptiva); el miércoles no es el jueves en que cuentas las horas para el fin de semana y tampoco es el viernes con el que comienza el maratón de 72 horas de desconexión.
Por todo esto, recomiendo vivir el miércoles como si fuera algo más allá de un “no día”. Como me escribió mi amigo Eric, el poeta, al que le debo el honor de enviar este mensaje justo a mitad de semana:
“Vi tu newsletter del miércoles. Tienes razón: yo tampoco entiendo cómo mi superstición pudo ser cierta a la hora de traducir la repartición divina de putazos (la cual, te soy sincero, no he llegado a entender todavía). Pero, pensé: el miércoles es el día de Mercurio, ¿no? Si ya vamos a intentar traducir a dioses y sus designios, pues voy a hacer el intento. Si es el día de Mercurio, es el día en que deben llegar los mensajes (cosa que tú y yo hemos tratado de mantener en estos años). Pero si fuéramos noruegos –o Neil Gaiman–, estaríamos del día de Odín. No sé, tal vez el miércoles sólo es el día en el que se te abren las luchas que te llevarán al Valhalla (Valhalla actualizado a las necesidades de los tiempos modernos, claro… y de los problemas nuestros)”.
Hoy, en honor a Mercurio y a Odín, te mando este mensaje para que el miércoles deje de ser un “no-día” y mejor pase a ser un día de mensajes, de intimidad y de la oportunidad de llegar al paraíso del Valhalla. En el mío hay música, libros, videojuegos y chocolate, ¿en el tuyo?
P.D 1
¡Hay mucha gente nueva hoy! ¡Te doy la bienvenida a esta cartita semanal! Puedes responder a este mail cuando quieras.
P.D 2
Como Facebook prometió desde sus buenos tiempos, este newsletter SIEMPRE será gratis. Pero el trabajo creativo no deja de ser trabajo. Te dejo este link por si quieres invitarme un cafecito y animarme a seguir con este proyecto y extenderlo a otros lares.
¡Hasta el próximo miércoles!
Con cariño libre de virus,
J. McNamara, aka Geeknifer.
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