¿Y entonces qué es el arte?
Hay días duros. En esos, la salvación está a un cuadro de distancia.
Ve por un café. A la Merlí (el gran personaje que anda en Netflix), vamos a hablar de filosofía... Neh, es broma, sólo la tocaremos por encimita para hacernos compañía en este día nublado.
El filósofo alemán Immanuel Kant dijo muchas cosas difíciles de entender. Yo tenía un profe que nos hacía burla a los que estudiábamos Humanidades: “Hagan algo adicional de sus vidas, ¿qué van a poner en competencias profesionales en su CV? ¿Me leí a Kant y lo entendí?” —francamente, sí dan ganas de ponerlo después de dedicarle horas a desentrañar Crítica de la razón pura en edición Porrúa Sepan Cuantos.
Hay algo que propuso este filósofo que se me hace alucinante. Él decía que todos nuestros juicios; es decir, todas nuestras oraciones, todo lo que decimos, tiene un propósito. O bueno, casi todo...
Porque, ¿no te ha pasado que estás frente a un paisaje sobrecogedor y te sale decir “Qué bello”, “qué bonito”, “qué padre”? Este efecto también te puede suceder enfrente de una pintura. El filósofo decía que esto es mágico porque lo decimos sin propósito alguno. El juicio estético es único en su tipo porque no tiene un objetivo claro.
Esta es edición especial, porque va a haber distintas categorías alrededor de un tema que me encanta, del cual hablo menos de lo que me gustaría: el arte.
*Un videojuego 🎮*
La idea de meterte en una pintura es una ya conocida: desde Alicia en el País de las Maravillas (y a través del espejo) hasta Mary Poppins. Este videojuego la replica de forma original.
Te confieso que en los últimos meses no he leído tanto como tenía planeado. Principalmente porque se me atravesó un videojuego laaargo. Hago el apunte de que, si eres fan de los RPGs (Rol Playing Games) y no has jugado Assassin’s Creed: Valhalla, te estás perdiendo de una gran historia de vikingos.
En fin, a lo que voy. The Unfinished Swan tiene una premisa encantadora. El personaje es un niño, y su mamá, una pintora, ha muerto, por lo que él queda huérfano y al orfanato sólo puede llevar un objeto. Así, nuestro personaje se lleva el cuadro incompleto de un cisne. Una noche, descubre que el cisne dentro de la pintura se mueve y decide seguirlo.
Todo el juego es un gran lienzo en blanco y, para avanzar, hay que lanzar pintura negra. De esta manera, uno se abre paso por el cuadro y la misteriosa historia de los papás del chico.
El final es para llorar de la emoción, la música es bellísima y, por un momento, nos sentiremos pintores tratándose de abrir paso por su propia creación. Esta obra desafía la idea de que los videojuegos no son arte.
No es de extrañar que The Unfinished Swan sea tan bueno, puesto que fue publicado por Annapurna, casa que ha ganado multitud de premios (gracias a obras como Journey).
Lo encuentras en PlayStation y Steam.
*Un producto 🔮*
Un mar de libros: navegar entre autores y volúmenes. ¿No te parece que descubrir la literatura es aventurarse en un viaje marítimo por islas desconocidas?
Hoy te quería recomendar un libro, pero como dije, he pausado mis lecturas. Lo que sí puedo hacer es recomendarte varios libros a la vez. Esta iniciativa fue creada a partir de “Arts Experiments with Google”. Una intervención de artistas que usan la tecnología para hacer experimentos de lo más interesantes.
An Ocean of Books funciona igual que un mapa de Google, pero en él hay islas de autores. Los autores parecidos forman archipiélagos que están a un clic de ser descubiertos. Así que si tienes un crush con J.K Rowling, por ejemplo, puedes recorrer islas nuevas de libros que podrían gustarte.
*Una película 🎥*
Imagínate tener que pintar, sí: PINTAR 65 mil cuadros para hacer una película. El filme de hoy es eso: una pintura impresionista en movimiento.
Es un poco odioso que Disney y Pixar siempre se lleven el Oscar a película animada. Especialmente cuando la competencia es reñida. La desventaja de que esto ocurra es que las que compiten contra el gigante Disney pasan inadvertidas.
En 2017 hubo dos películas que quedaron en el olvido de manera injustificada. Hoy quiero recomendarte una de ellas: Loving Vincent.
La saco a colación porque en dos días se cumplirán 131 años de que Van Gogh haya fallecido. El punto es que 120 artistas pintaron 65 mil cuadros para poder hacer este filme. Solamente quedan alrededor de mil, porque los lienzos fueron reusados. La película narra la vida de Van Gogh, sobre todo sus últimos años. Cada pintura es un homenaje a la técnica del neerlandés. La música también es joya. Y la premisa del artista es conmovedora. No quiero spoilearte, pero sospecho que podrías llorar en los últimos segundos.
La encuentras en Amazon Prime como "Cartas de Van Gogh".
*Un video 🎞️*
Vámonos rápido.
Si me preguntas quién es mi pintor favorito del siglo XX, no dudaría al decir: Vassily Kandinsky. Creo que el hombre tenía cimentadas ideas profundas sobre la pintura y el arte.
Algo que me gusta de sus cuadros es que, con algo de imaginación, parece que sus creaciones geométricas se mueven por sí solas.
Por eso, te dejo estos 57 segundos con mi cuadro preferido meneándose a ritmo de jazz: La composición 8, que pulsa, se transforma y se repiensa.
*Un cuento🖋️*
El trabajo había dado sus frutos. Una sala llena de gente que venía a adquirir su nuevo libro, o al menos, eso quería pensar para dar la espalda ante el posible escenario de que todo el público ahí reunido había terminado sentado esperándolo por mera casualidad, siguiendo el aroma de los cocteles baratos.
Saludó a viejos amigos, a viejos conocidos y viejos que no conocía. Sus ojos tristes eran el centro de atención. Después de terminar con las formalidades, se sentó en la mesa de debate; tres acompañantes —¿o competidores?— hablarían de su libro.
El autor en cuestión comenzó a hablar. Mientras las palabras se deslizaban flemáticamente de su lengua, se arrepintió de no haber contratado a un maestro de ceremonias; ahora él presentaba a sus propios críticos y contaba el propósito de la reunión. Qué egocéntrico le pareció a sí mismo.
Introdujo a los que hablarían sobre sus creaciones, sus amigos, quienes dejaron de serlo en ese momento y se volvieron sus verdugos. Él se hundió en la silla eléctrica y no escuchó.
Al fin, oyó un par de risas al principio entre el público, cuando el primer literato leía sus apuntes. Luego, un silencio sepulcral; casi detecta los ronquidos al final de la sala. Una parte de él se lamentó de que la gente no entendiera la importancia de la crítica. Su parte falsa. Muy en el interior estaba igual de aburrido, sus cuentos no querían presentación, eran maleducados y se querían colar en la mente de los lectores a como diera lugar. “No hay nada más aburrido que la literatura que habla de literatura” pensó. Él no podría decir eso abiertamente en público, no cuando se es maestro en letras, al menos.
El siguiente crítico dijo que sería breve, y como buen literato que no entiende de extensiones, su plática fue tan corta como una obra de Proust. Los espectadores se ponían nerviosos, acomodándose en la silla; algunos también entraban en el juego de hacerse los interesantes y ponían atención. “¿Para qué rayos servía la crítica si uno no ha leído la obra?” se quejó por dentro el escritor, pues sabía que, dentro de los asistentes, sólo un par tenía el ejemplar en las manos
Llegó el turno de su última compañera. Ella no leyó y más bien hizo labor de ventas. Eran literatos todos ellos, no mercadólogos. Venderse es dejar de ser hacer arte, pensó.
Él tenía que ser un artista: serio, pensativo y melancólico. ¡Sus cuentos eran obras nacidas de la inspiración bohemia! Además, él también seguía la línea natural de la crítica contemporánea al narrar: escribía para escritores, ni para él mismo ni para un lector. Su inspiración, cuando redactaba, era tamizada a través de publicaciones de literatura primero; lo suyo, ¡claro que era arte!, ¡seguro que sí! De pronto, entre sus divagaciones, se percató de que la gente lo miraba, harta. Descubrió los ojos severos de sus compañeros, recriminando su silencio. Era su turno, su cierre magnífico.
Decidió leer un fragmento de su cuento favorito. Explicó cómo se le había ocurrido el tema central y sus manos empezaron a sudar al ver tantas cejas levantadas, tantos jueces… tantos oyentes. Empezó a leer; las comas le parecieron baches en el camino, y los puntos, muros que había que escalar para caer abruptamente en conjunciones vacías y preposiciones puntiagudas. Se perdió en su propio laberinto de frases, necesitaba salir, respirar y saltaba la puntuación como si fueran obstáculos continuos. Las palabras salían con dificultad, escupidas y a medias; su voz académica resonaba en las paredes, pero se quedaba hundida en ellas, sin personalidad. Y es que en la pluma encontraba un refugio siempre, un refugio que evitaba mostrar su terrible oralidad. Terminó chocando contra el punto final, que se clavó en él: un puñal asesino. Esperaba aplausos al término del fragmento; sin embargo, la audiencia apenas se enteró de que se había acabado la tarde tediosa de lectura.
Pidió preguntas y críticas al público. No le importaban los comentarios, pero sí el interés en su obra. Nadie se atrevió a decir nada, excepto un aficionado que comentó que sus cuentos se “sentían”. Agradeció el halago y la gente se levantó, primero buscando las bebidas de cortesía, y más tarde, los libros que el autor firmaría y que morirían en un buró o un librero, nunca en la memoria.
El gran literato firmó y firmó libros. No pensaba. Sólo recordaba su fragmento roto por la inútil voz que se le había concedido. Como escritor, era pésimo lector.
*Una reflexión 💭*
Quise escribir del arte porque hace unas semanas di la misma plática a dos grupos de personas distintas. Hice un repaso general, muuuy general, acerca de cuándo cambió históricamente el concepto de "arte" y cómo poco a poco lo contemporáneo ganó terreno.
Si hay una frase de toda la licenciatura con la que me quedo es: “el arte es su discurso”. Y los artistas hacen magia porque si bien quieren decirnos algo, dejan sólo la mitad de un mensaje para que nosotros lo completemos. Una pintura, un performance, una canción, un libro o una película no están completos si nosotros no intercedemos y le ponemos emoción y cabeza. Este proceso puede hacer de un día nublado uno con más sol.
Es lo más enriquecedor de escribir, por ejemplo. Este texto es letra muerta si tú no lo lees. Te lo agradezco. Agradezco que sigas haciendo que el juicio estético viva, aunque no tenga propósito.
Fe de erratas: en la carta pasada me la viví escribiendo “juegos olímpicos” sin respeto alguno. Es nombre propio y debí haberte escrito Juegos Olímpicos.
P.D
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¡Hasta el próximo miércoles!
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J. McNamara, aka Geeknifer.
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