Un escritorio propio
Virginia Woolf decía que las mujeres necesitamos una habitación propia. Más que un cuarto, durante mucho tiempo sólo necesité de un escritorio.
Todo mundo habla del luto por personas. ¿Quién nos hablará del luto por las cosas?
Mucho se habla de las características que tenemos que aceptar de nosotros mismos, nuestras virtudes y defectos. Con nuestras famosas “áreas de oportunidad” hay tres opciones: las negamos, las exageramos o las reconocemos (y trabajamos desde ahí).
Entre mis defectos, uno de los más grandes y rampantes, sin posibilidad de negarlo, es la falta de paciencia. Aquí me tienen, escribiendo mi newsletter quincenal mientras escucho con ansias cómo me instalan mi base de operaciones nuevas: un escritorio flamante.
Y esto implica el fin de una era y el inicio de otra. No exagero y ya te contaré por qué.
Un libro 📙
Este libro tiene años en el mercado y aunque siempre me dio algo de curiosidad, jamás lo había tomado. Llegó a mis manos gracias a uno de mis mejores amigos, que sabe que las distintas mitologías de todo el mundo son mi talón de Aquiles.
La mitología griega es fascinante y ha tejido parte de Occidente. Palabras, ideas y hasta prejuicios vienen de ahí. Pero hablando con honestidad, no es tan fácil acercarse a las fuentes originales. Leer la Ilíada y la Odisea es justo… eso: una odisea. Sobre todo porque es la clase de lecturas obligatorias con las que varios estudiantes quedan desencantados.
Yo no recuerdo haber tenido tanto lío porque me encantaba la mitología y aunque el lenguaje de las magnas obras clásicas no era precisamente simpático, mi curiosidad ganó. Pero eso no pasa con todo mundo: Homero no es precisamente el escritor más simple.
Por eso me encantan las iniciativas que refrescan los mitos clásicos (un poco como hace el cómic Lore Olympus). Y esta novela es parecida en ese sentido.
Circe, escrito por Madeline Miller, es un recuento de las vivencias de la bruja mitológica desde el punto de vista de ella. Me parece una manera muy inteligente de cambiar la percepción de la historia. Así como existe la historia desde la versión de los vencidos, también están las historias orales vistas desde el punto de vista femenino.
¿Qué implica ser una semidiosa castigada y exiliada? ¿Qué significa toparse con uno de los héroes más famosos (y que toda la historia gire alrededor de él)?
Hace tiempo que no me pasaba que sencillamente olvidaba en qué página iba con un libro, porque estaba enfrascada en él. Ampliamente recomendado.
Lo puedes obtener a través de la Red de Librerías Independientes aquí.
Un cuento 🖊
Mi jefe estaba de vacaciones y sólo había un proyecto en puerta: arreglar la casa.
No, no “una” casa, sino “la” casa. Por alguna razón, esa dirección había estado en nuestros registros desde siempre. Parecía que los dueños nos hubieran contratado desde hacía más de una década. Se podría pensar que no había dinero para continuar con la remodelación, pero nunca había empezado, no había registros o fechas. Y tampoco tenía sentido seguir manteniendo en la agenda a un cliente fantasma.
Pero ahí estaba la casa. La dirección era un chiste, estaba realmente lejos.
Ese día se me despejaría la curiosidad. La secretaria del jefe me había avisado que tendría que ir a hacer una valoración. Una propuesta de presupuesto basándome en las condiciones de la vivienda. Manejé y manejé. Salí de la ciudad y tuve que internarme en un camino rural. Quizá la casa no era una casa sino un rancho; no teníamos registro de metros cuadrados.
Tuve que preguntar a algunas personas en el trayecto dónde estaba la calle que marcaba la dirección. Al fin, llegué a un extraño camino empedrado, no tenía sentido que fuera distinto, porque todo alrededor era terracería. El camino tenía un letrero en madera que anunciaba la calle en pintura blanca: “Memorias” era su nombre.
El camino de piedra terminaba en una cabaña de madera construida alejada del propio empedrado. El pasto crecía sin ningún sentido y la vivienda apenas se veía. Para mi sorpresa, no había puerta. Pero por dentro, tenía sentido: las únicas habitantes eran las arañas. Eso sí, la madera había cobrado un efecto que me dio pena tener que destruir, pues el musgo y las plantas se habían adueñado de la cabaña. El techo era un campo de hongos coloridos, las columnas eran pilares de hojas y las paredes no eran cafés, sino verdes.
Encontré una puerta trasera al jardín salvaje repleto de flores. “Yo, la verdad, no sé cómo arreglar lo que no debe ser arreglado”, pensé. Di dos pasos hacia adelante y caí. Caí. Caí. Caí. En realidad, nunca terminé de llegar al suelo, sino que caí con elegancia, flotando. Algo me había ayudado.
***
Las hadas hoy llevan a la escuela a sus pequeñas. Los gnomos endulzan todo de flores. Cada habitante del bosque, las minas y los jardines sigue haciendo su vida, como si nada hubiera pasado.
Y aquí estoy yo: el que encontró un agujero en el jardín. No he podido salir. Pero tampoco quiero hacerlo. ¿Saben para qué son malos los duendes, hadas y dríadas? Para construir cosas. Sobre todo cuando hay tanto trasgo en el jardín, destruyendo estructuras sin buenos cimientos. Sigo enamorado del verde y de la kissiae que se me esconde entre el musgo que permea este extraño mundo.
Una reflexión 💭
De las cosas que se me ocurren:
He escrito, quizá, demasiadas cartas de amor. Repartí cachos de corazón a quienes nos se quedaron y ahora mis latidos deambulan por territorios desconocidos. Y ahora, una de mis más honestas carta de amor es para ti, que podrías parecer inanimado.
Fuiste testigo de mis lágrimas y mis sonrisas. Me espiaste en noches de desvelo y cartografiaste mis manos y mi pulso contra el papel. Tú fuiste mi verdadera independencia. Yú y tu talle de madera me dio seguridad cuando nadie más estuvo. Fuiste el repositorio de mis más adorados libros y la vitrina de mis sueños y las memorias que no quiero que se me pierdan.
Te estoy hablando a ti, escritorio mío. Dije alguna vez que Virginia Woolf no tenía toda la razón. Un cuarto propio no lo es todo. Si tienes donde escribir, tienes un barco en donde hacerte a la mar. Una cabina desde la que se puede hacer escritura orgásmica y política, una nave para alcanzar estrellas que nadie más ha visto. Si tienes un escritorio, tienes el poder de crear. Y con él, se tiene todo. Se tiene un lugar para volver a creer.
Mi primer escritorio propio me acompañó desde 2017, cuando comencé mi vida en soledad. Ahí escribí una novela. Ahí escribí un libro sobre mi madre. Ahí lloré a moco tendido cuando falleció. Ahí conformé mi más querida biblioteca. Es más, ahí me convertí en la versión que más me gusta de mí.
Así que hoy confío en que tengas una nave desde la cual crear: escritos, arte, vida.
Un meme:
¿Es tu primera vez? Te dejo más cartas aquí.
Con cariño libre de virus,
J. McNamara, aka Geeknifer.
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