¿Un asesino nace o se hace?
"Una capa de oscuridad tejió Ungoliant alrededor de los dos cuando se pusieron en marcha: una Noluz en la que las cosas ya no parecían ser y que los ojos no podían penetrar, porque estaba vacía".
Tolkien parafraseando a San Agustín.
Antes de iniciar con esto: te mando abrazo, especialmente si vives en México y la pasaste mal en el temblor de ayer. Cuídate y duerme siempre en pijama.
La semana pasada tuve una especie de breakdown a la poblana debido a un dilema moral. ¿Alguna vez te ha pasado sentirte como que pudiste hacer más bien que mal? El asunto de la conciencia como brújula de vida es algo que consume mi cabecita desde hace un montonal de tiempo.
En lo que me sigo devanando los sesos sobre si los seres humanos somos naturalmente buenos o malos, te dejo con lo de hoy.
*Un videojuego 🎮*
En la pantalla sólo se ve piso y cielo. Y de pronto aparece una bolita negra, con ojos: “Acabas de nacer”. La criaturita redonda se desplaza hacia adelante. A pesar de que nuestro personaje acaba de llegar al mundo, algo lo persigue, algo que se nombra como “Vacío”.
Nihilumbra es la historia de esta cosita negra llamada Born, que es molestada por una voz interior que le repite una y otra vez que no vale la pena creer en sí mismo. Es una historia que empieza triste.
A Born lo seguimos por varios mundos, mientras recupera poderes y ve lo que ha sucedido en un lugar que se parece mucho a nuestro planeta Tierra. El juego empieza casi en blanco y negro, con tintes de morado, conforme avanzamos por los distintos niveles, vamos poniéndole color a las cosas. Y de paso, al alma de este personaje.
Me parece un juego con una narrativa ultra poderosa sobre lo que significa llegar a ser mejor y descubrir cómo afrontar dificultades. Además, es muy sencillo de jugar.
Es un juego de plataforma en 2D, de una casa productora española, que está disponible para iOS, Android y Steam.
*Un libro 📖*
¿Qué es la maldad, después de todo? ¿Qué hacemos cuando decimos que una persona es malvada? Y, claro: ¿Qué te diferencia de un asesino serial? La ciencia tiene algunas respuestas y la psicóloga clínica Julia Shaw hizo un recuento de teorías sobre por qué somos malvados. Y de una vez te spoileo tantito: la testosterona tiene poco que ver en esto.
Nos gusta la violencia, no por nada los videos de tragedias o agresiones nos dejan fascinados. ¿Somos los seres humanos inherentemente malos? Sí y no. Pregúntenle a Phillip Zimbardo, exponente del “Efecto Lucifer”, el mismo científico al que se le ocurrió jugar a la prisión con estudiantes de Stanford; este experimento debía durar dos semanas y acabó siendo de seis días porque las cosas se salieron de control. Hay hasta película.
En fin, Shaw explica algo que no le gustará a mis compatriotas muy religiosos, pero el mal es algo bastante relativo.
Hay varias teorías que explican qué nos hace propensos a ejercer el mal: desde que una parte de nuestro cerebro no funcione óptimamente (como que tengamos algún daño en la parte que controla la empatía), que estemos en un ambiente con poca regulación (como Internet, donde no hay policías) y que, claro, nos deshumanicemos. Es más fácil dañar a alguien cuando dejamos de pensar en esa persona como un ser humano.
Si bien no todo el libro me encantó, pues la última parte peca de ensayo de opinión, las tres primeras partes son muy reveladoras si te interesa por qué hay gente "mala" y te preguntas qué tan lejos estás de ahí.
Te dejo la edición en inglés y español.
*Una serie 🎥*
Sé que he dicho en este espacio mil veces que me encantan los documentales. Esta docuserie me fascinó tanto por el tema como por la manera en la que está presentada.
El narrador, Peter Dinklage (famoso actor con acondroplasia, la causa más común de enanismo, que interpreta como dios padre a Tyrion Lannister en Game of Thrones), nos lleva de la mano por un manual de maldad.
Cada capítulo presenta una estrategia importante que un tirano debería tomar en cuenta y lo ejemplifica con distintas figuras históricas. Por ejemplo, la serie empieza con “¿Cómo conquistar el poder?”, con el relato de un pintor venido a menos que acabó siendo, quizá, la figura más representativa de la Segunda Guerra Mundial: Adolf Hitler.
Tenemos a Saddam Hussein, Joseph Stalin, Idi Amin, Moammar Khadafy y la dinastía Kim en Corea del Norte. Pura gente súper distinguida, ya saben.
Siendo completamente franca, es una serie que quizá peca de ligera para el tema que aborda. Siiin embargo, me parece una manera original para dar a conocer barbaridades cometidas por dictadores, que demuestra que la Historia no debería ser aburrida. Está en Netflix.
*Un cuento🖋️*
Primera parte de un Barba Azul
¿Cómo describir la melodía de un órgano? “Lúgubre”, pensarían algunos; “opresora”, dirían otros; pero para él, el órgano era la voz de Dios susurrándole canciones de placer al oído. Era densa, era total, como si las manos de los espíritus en el segundo círculo lo atenazaran y lo dejaran sin respiración. Era etérea; era la voz de las paredes en sus castillos. Entró en trance mientras escuchaba la composición, alcanzando algo similar al éxtasis: los vellos se le erizaron, cerró los ojos y jugó con su larga barba, de color azul profundo.
Siguió escuchando su precioso órgano mientras deambulaba hacia lo alto de la torre donde dormía; el volumen del instrumento disminuyó, pero el sonido seguía desplazándose a través de la escalinata de caracol, como si lo llevara en sus pasos. Salió para observar el paisaje y tomar aire; ahí, desde el techo, se tapó las cejas con la mano, para evitar que el sol lo deslumbrara. Era un bello día de verano. Perfecto para ver a la gente; le gustaba admirar a los viandantes. No, no a cualquiera. Le gustaba ver a las mujeres contoneándose al caminar. Le gustaban las ancianas. Le gustaban las más jóvenes. Y también le gustaban los niños. Le hacían feliz, le robaban el aliento. Lo hacían suspirar.
Con ánimos renovados, regresó a la planta baja del castillo, ahí donde se apostaba su enorme órgano y su sempiterno sirviente, músico de oficio, que no dejaba de mover los dedos. Conmovido, estudió cada uno de los tubos que componían su perfecto instrumento. A mitad de la pieza, otro miembro de su servidumbre llegó hasta donde estaba y le llamó; a Barba Azul lo tomó por sorpresa, estuvo a punto de desenvainar la espada.
—Milord de Rais, le traigo noticias.
—¡Por Jesucristo, nuestro Salvador! ¿Acaso no véis que estaba disfrutando de la obra?
—Perdone, su excelencia, no quise importunarlo. Pero estoy seguro de que lo que se rumora en el pueblo endulzará sus oídos.
—Habla rápido, entonces.
—Ha llegado una nueva familia a nuestro terruño. Una familia húngara con tres doncellas sin compromiso alguno.
Barba Azul sonrió complacido, su sonrisa asemejaba el hocico de un felino: elegante, carnívora. Sus ojos celestes se entrecerraron de placer.
—Me dejarás ataviarme con mejores galas y me llevarás adonde se encuentren estas distinguidas damas.
El sirviente hizo como se le ordenó. Al cabo de unos cuantos minutos, Barba Azul parecía más monarca que el mismísimo Delfín. Con sólo 25 años, cualquiera pensaría que el atractivo barón era un excelente partido. Sin embargo, allí, en Poitou, se alzaba una cortina de rumores acerca del noble.
Todas sus esposas habían muerto, sin dejar descendencia.
La nueva familia nada sabía de esta extraña coincidencia. Las tres chicas vírgenes, cuando vieron llegar a Barba Azul montado en un corcel negro, se cubrieron el rostro con unas rarezas de lujo provenientes de oriente. La doncella mayor, con un abanico verde; la siguiente, con uno amarillo y la última, con uno rojo. Sin embargo, ella, la más joven, tuvo el descaro de ver a Barba Azul a los ojos y parpadearle dos veces, con toda la coquetería de la que fue capaz.
Su nombre era Anna y Barba Azul no perdió el tiempo. Descendió del caballo y fue la primera ante la que se arrodilló, besando su mano. Anna bajó el abanico y le concedió al barón una media sonrisa.
El resto fue historia. Barba Azul la visitaba a diario, le hablaba de música. Anna, para el deleite del barón, le cantaba. Él decidió pedirle matrimonio en su castillo, con el órgano de fondo. Ella aceptó sin chistar. Sus padres, además, consideraron que la unión con Barba Azul los pondría en una posición social mayor y la fiesta se llevó a cabo como debería ser la de cualquier boda: con sonrisas, baile y vino perenne.
Con todo, la primera noche en el castillo de Anna estuvo enmarcada por un extraño suceso. Barba Azul le dio una indicación:
—Querida, hermosa Anna, todas mis posesiones, tuyas son también. Mi música es también para ti. Sin embargo, sólo para mí reservo el sótano de este castillo, al que te pido que no entres jamás.
—Así será, mi bien, no tendrás que preocuparte. — A pesar de esta respuesta de la doncella, su mente no dejó de imaginar las posibilidades de lo que escondería el sótano de su gran castillo. Alguna vez decidió acercarse a la puerta de éste para tratar de dilucidar si se podría escuchar algo, pero sólo el silencio respondió.
La nueva vida de la pareja no podía ser mejor. Anna resultó ser una amante incansable y Barba Azul un hombre al que le importaba el detalle: dentro y fuera de las sábanas de seda. A Anna no le importunaban sus noches solitarias cada tercer día, cuando su marido decidía salir de su morada de piedra. Ella creía que todo hombre necesitaba diversiones y algo de aguamiel para permanecer cuerdo, así que respetaba la privacidad de su pareja. En ocasiones, eso sí, acompañaba a Barba Azul hasta lo alto de su torre, donde ambos admiraban el paisaje. A la nueva baronesa le embelesaban las gloriosas descripciones que su marido usaba para referirse a todo aquel de buen ver que llegara a pasar enfrente del castillo. El hombre con el que se había casado era un hombre espiritual, que encontraba algo divino en sus congéneres.
Al cabo de un año, Barba Azul fue convocado, una última vez, como mariscal de campo del ejército francés. No para pelear, sino para asistir a la quema en la hoguera de una joven que había peleado a su lado, hombro con hombro, acusada de bruja. En la noche previa a su partida, le pidió a Anna una pequeña audiencia. El barón encendió una vela en su habitación y los claroscuros hacían parecer que su barba fuera el centro de las llamas.
—Anna, en mi ausencia te quedarás como señora de lo que hay aquí. Te doy las llaves de todas las puertas, incluyendo la del sótano, que pido, no uses. El sótano está más allá de los límites de tu poder.
La doncella asintió con la cabeza y no pronunció palabra.
Fue obediente.
Hasta el tercer día…
(continuará)
*Una reflexión 💭*
Todos tenemos dilemas morales y tenemos algo de malvados dentro, sin duda. La misma autora del libro que recomendé arriba cita un estudio que revela que el 73 por ciento de los hombres y 66 por ciento de las mujeres hemos fantaseado, alguna vez, con matar a alguien. Eso no nos vuelve malos, a menos que nos dé por cumplir fantasías.
La cosa es que usualmente nuestros espacios para pensar qué decisión tomar por un dilema moral son menos espectaculares; más grises: decirle la verdad a quien queremos aunque posiblemente lastimemos, ser proactivos en ayudar a nuestra familia, en fin, situaciones diarias.
Soy una fanática del mal y los villanos porque son la cara de la moneda que demuestra que hay bondad en el mundo. Quizá esto no parezca tener sentido, pero me gusta creer que por cada cosa terrible que ocurre también sucede su contrapar buena.
De las cosas lindas que me dejó estudiar en escuela católica está una máxima: el bien hace mucho menos ruido que el mal. Y es cierto, yo soy testigo todos los días de cosas buenas que pasan a mi alrededor.
En este miércoles espero que decidas tomar no el camino del bien, así, tan filosófico o moralino, sino hacer aquello que te traerá más paz a la larga. Eso hice con mi dilema de la semana pasada.
P.D
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¡Hasta el próximo pinche miércoles!
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J. McNamara, aka Geeknifer.
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