Tu creatividad tiene fecha de muerte
Internet también muere, y cuando lo hace, se lleva pedazos de nosotros. Hoy hablamos del duelo digital: desde videos que nos aterraban hasta personas con tumbas en redes.
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Esta semana estuve limpiando mi computadora y me topé con carpetas que no había abierto en años. Me sentí abriendo un ataúd digital. Ahí estaban: capturas de pantalla de conversaciones que ya no puedo abrir, fotos descargadas de perfiles que se cerraron o cambiaron de nombre.
¿Te has puesto a pensar en todo lo que ha muerto en internet? No hablo solo de personas —que también— sino de sitios web, aplicaciones, memes, videos virales que un día desaparecieron como si nunca hubieran existido. Internet está lleno de fantasmas digitales, y hoy quiero que exploremos juntos este cementerio virtual.
El menú de hoy incluye una página web que es como una máquina del tiempo 🌐, un recorrido por videos malditos del pasado 👻, un cuento sobre perfiles que no se pueden borrar 🖋️ y una reflexión sobre cómo lloramos en la era digital 💭.
¿Sabías que puedes visitar cualquier página web tal como se veía hace 10, 15 o 20 años? La Wayback Machine es básicamente una máquina del tiempo digital que ha estado guardando copias de internet desde 1996. La Wayback Machine es la tía que guarda tus fotos sin ropa en Internet.
Es fascinante y deprimente a la vez. Puedes ver cómo se veía Facebook cuando aún necesitabas email universitario para registrarte, o revisar tu blog de Tumblr de la preparatoria que creías perdido para siempre. También puedes llorar un poquito viendo sitios que fueron enormes y ahora ni existen: Metroflog, Hi5, o la versión original de MySpace donde todos éramos expertos en HTML porque sabíamos poner música de fondo.
La página te deja buscar cualquier URL y ver todas las capturas que han tomado a lo largo de los años. Es como hojear un álbum de fotos de internet, donde cada captura es un momento congelado en el tiempo digital. Algunas páginas tienen cientos de capturas, otras apenas unas pocas antes de desvanecerse para siempre.
Mi recomendación es que busques sitios que solías frecuentar o incluso tu propia página web si tuviste alguna. Prepárate para una montaña rusa emocional entre nostalgia y vergüenza ajena. Es probable que te topes con tu firma de email de la secundaria que decía algo como "AnGeL dE aMoR".
Puedes acceder en archive.org/web
Para cierta generación, hay videos que arruinaron la infancia. ¿Recuerdas cuando "Obedece a la morsa" te quitaba el sueño? Para los conocedores de video de miedo, el “cupboard ghost” o “pantry ghost” (el fantasma de la alacena) era espantoso y a mí me quitaban las ganas de ir a la cocina de noche. Hubo una época dorada del terror en internet, cuando los videos virales nos traumatizaban.
Era el internet de principios de los 2000, cuando no teníamos Netflix y nos conformábamos con videos de tres minutos que se tardaban media hora en cargar. Los "screamers" o “jumpscares” eran lo máximo del entretenimiento digital. ¿A qué me refiero? Videos que parecían normales hasta que, de repente, aparecía una imagen terrorífica con un grito que te hacía tirar la computadora. Como el famoso del cochecito en una campiña. Y en esa época no podías adelantarle para ver el “preview” del video.
Estos videos fueron los primeros memes de terror. No existían las redes sociales como las conocemos ahora, así que los compartíamos por email con asuntos como "TIENES QUE VER ESTO" o "NO LO VEAS DE NOCHE".
Muchos de estos videos ya no existen. YouTube los borró por violar políticas de contenido, o simplemente los sitios web donde estaban hospedados murieron. Son fantasmas digitales que viven solo en nuestra memoria colectiva y en algún que otro backup perdido en un servidor abandonado (probablemente en el sótano de alguien que aún usa Internet Explorer).
Lo curioso es que estos videos tenían algo que el terror actual no tiene: inocencia. Nos asustábamos con jumpscares básicos porque internet aún era territorio inexplorado. No teníamos spoilers, no existía Google o ChatGPT para buscar "qué pasa en el video de la morsa". Solo existía la valentía de darle play y rezar para no morir del susto.
Pues a propósito, la única influencer que sigo, sacó un video rememorando estos videos. Ella es muy divertida y se llama Estibaliz. Te dejo el video en YouTube en donde agrupa todos estos videos que marcaron su infancia.
Perfil activo
Camila descubrió algo extraño en la cuenta de WhatsApp de su hermana tres meses después del funeral.
Al principio pensó que era un error del algoritmo. Lucía aparecía “activa hace 2 minutos”.
“Debe ser que alguien tiene su contraseña”, se dijo Camila. Pero cuando contactó a sus padres, ambos juraron que no habían tocado el teléfono de Lucía desde que lo recogieron en el hospital.
La primera vez que vio “en línea” junto al nombre de su hermana en el chat, se le encogió el estómago. Era medianoche. Camila escribió: “¿Qué haces con el teléfono de mi hermana?”, pero el mensaje se quedó con dos palomitas grises, nunca fueron azules.
Días después, las cosas se volvieron más extrañas. Lucía, o la persona que se había apoderado de su cuenta, había dado like a una foto reciente de Camila.
Camila decidió ir a ver a sus papás. Necesitaba ese teléfono.
Lo encontró en el buró de la recámara de Lucía, exactamente donde lo habían dejado. La pantalla estaba negra, la batería completamente agotada. Había estado así por semanas.
Mientras la familia comía en silencio, Camila revisó las cuentas de su hermana cual stalker empedernido y corroboró que hasta las listas de reproducción de su hermana se habían actualizado el día anterior. Y no con cualquier cosa. Con una canción nueva que Camila había oído una mañana y la había hecho llorar. “Le hubiera encantado a mi hermana”, pensó.
Esa noche, Camila lo intentó de nuevo, pero diferente:
“¿Lucy?”
“Hola, apestosa, te extrañé”.
Muy a su pesar, Camila sonrió de oreja a oreja.
Internet prometía ser eterno, pero resulta que es más frágil que el papel. Los blogs que escribimos con tanto cariño pueden desaparecer si no se renueva el hosting. Las fotos que subimos a servicios gratuitos se esfuman cuando la empresa quiebra. Los videos que nos marcaron son borrados por copyright (como que ya no encuentro los videos de dada88 que incluyen éxitos de Disney como “Bibi te embarra sus boobs”),
Luego están las personas. Cada año que pasa, más perfiles se convierten en lápidas digitales. Es extraño el duelo en la era de las redes sociales. La conversación de Whats con el fantasma a quien le hago cuentos ya no existe. Sus tuits ahí están, menos mal.
Pero ahora los muertos siguen recibiendo felicitaciones de cumpleaños y sus últimas fotos acumulan reacciones de corazón como flores en una tumba. Claro, nunca falta el despistado que se entera en redes que una persona falleció.
¿Cómo se supone que procesemos la pérdida cuando el timeline de alguien sigue ahí, intacto, esperando? Facebook convierte los perfiles en memoriales, pero ¿qué pasa con las conversaciones privadas? ¿Con esos audios de WhatsApp que nunca escuchamos y que ahora son lo último que tenemos de esa voz?
Hay algo inquietante en la manera en que internet conserva y borra a la vez. Guardamos capturas de pantalla de conversaciones como si fueran cartas de amor, pero perdemos años de música porque Spotify cambió su catálogo. Tenemos acceso a información infinita, pero los memes que nos hacían reír hace cinco años ya no los encuentra ni Google.
En medio de esta fragilidad digital han surgido los arqueólogos modernos: personas dedicadas a preservar y rescatar los restos de internet. No excavan en tierra, sino en servidores abandonados, discos duros olvidados y backups perdidos. Son como Indiana Jones, pero buscan comerciales de cereal de los 90.
Hay comunidades enteras en Reddit dedicadas a encontrar videos “perdidos”, como r/lostmedia. Son detectives digitales que rastrean episodios perdidos de programas infantiles, o videojuegos que solo existieron en demos. Utilizan hilos de Twitter, foros abandonados y testimonios de usuarios para reconstruir la historia de contenido que parecía perdido para siempre.
También existen proyectos como Archive Team, un grupo de voluntarios que se dedica a rescatar sitios web antes de que mueran. Cuando se anuncia que un servicio va a cerrar, estos arqueólogos digitales corren contra el tiempo para descargar todo lo que puedan.
Lo fascinante es que esta arqueología digital funciona igual que la tradicional: piezas fragmentadas que hay que ensamblar para entender una época. Un meme de 2009 nos dice tanto sobre esa época como una vasija nos habla de una civilización antigua. Los comentarios de YouTube de hace diez años son nuestras nuevas inscripciones en piedra… probablemente igual de incomprensibles para las futuras generaciones.
Algunos de estos arqueólogos trabajan por nostalgia personal pero otros lo hacen por preservación histórica. Entienden que estamos viviendo el mayor experimento comunicativo de la humanidad y que perder esos datos sería como quemar la biblioteca de Alejandría todos los días. En lugar de pergaminos, estaríamos perdiendo GIFs de gatos y debates sobre si el vestido era azul o dorado.
El duelo digital es extraño porque es público y privado al mismo tiempo. Llorar por un perfil de Facebook que ya no se actualiza. Buscar obsesivamente el último video que alguien subió a YouTube. Mantener conversaciones de WhatsApp porque borrarlas se siente como matar a alguien dos veces (y porque ahí tienes guardada la receta de los brownies).
Y también está el duelo por las versiones anteriores de nosotros mismos. Esos blogs de Blogger llenos de canciones emo y fotos pixeleadas. Los estados de Messenger donde dramáticamente anunciábamos nuestros desamores adolescentes con letras de canciones de Evanescence. Todo ese contenido que creamos cuando internet era más inocente, cuando no sabíamos que nuestras palabras podrían ser eternas... o que algún día nuestros hijos encontrarían nuestros fanfictions de Crepúsculo. Guácatelas.
Internet nos enseñó a amar digitalmente, pero nadie nos enseñó a despedirnos en línea. No hay protocolo para cuando alguien se va. ¿Conservas las fotos juntos en Instagram? ¿Borras su número de Whats? ¿Guardas sus tuits para releerlos cuando los extrañes?
La verdad es que internet está lleno de fantasmas, y tal vez está bien. Quizá estos rastros digitales son la nueva forma de inmortalidad. Una foto etiquetada, un comentario en una publicación, un like en una foto vieja. Pequeñas pruebas de que estuvimos aquí, de que fuimos importantes para alguien, de que nuestros bytes también merecen ser recordados.
Al final, el duelo digital nos enseña algo hermoso: que incluso en un mundo de algoritmos y servidores, lo que realmente importa siguen siendo las conexiones humanas. Los memes compartidos, las conversaciones de madrugada, las fotos donde salimos horribles pero las conservamos porque capturan un momento perfecto. Y sí, también esos stickers de WhatsApp que usamos para expresar emociones complejas… con gatitos bailando.
Internet muere y renace constantemente, pero lo que construimos juntos —esa red de afectos digitales— eso sí que puede ser eterno. Al menos hasta que cambien los términos y condiciones.
¡Hasta el miércoles!
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Con cariño libre de virus,
J. McNamara, aka Geeknifer.
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El cuento 🥹🤩🥰🥰👏🏻 me encantó