Te regalo esto por el 30 de abril
Yo no sé si de verdad era una niña de lo más cajeta, si mis hermanos y mi padre eran grandes fotógrafos o si más bien había una combinación de ambos factores, porque tengo graaandes fotografías de mi niñez. Creo que esta representa exactamente cómo ando por la vida... incluso hoy.
El 30 de abril nunca fue un día demasiado relevante en mi existencia; Navidad y mi cumpleaños para los regalos. Creo que lo mejor era no tener clases o ir a la escuela y no hacer nada más que jugar todo el santo día.
En los últimos años, el Día del niño se ha vuelto un buen pretexto para aceptar y disfrutar que todos traemos un escuinclito dentro. Claro, hay gente que pareciera celebrar su inmadurez diario, a estas personas no las cuento; hablo de utilizar la oportunidad de ver la vida con ojos de niño: de manera sencilla, disfrutando lo que se vive.
*Un libro 📖*
El chico que se comió el universo - Trent Dalton
Hablando de nuestros años más mozos, este libro fue una sorpresa para mí. Le tenía bastante poca fe (en cuanto leí que algo tenía que ver con cárteles de drogas tuve mis dudas) y resultó ser una joyita.
El chico que se comió el universo trata la historia de dos hermanos australianos: Eli y August. Eli está entrando a la adolescencia en un lugar controlado por el narcotráfico. August es su hermano genio que, por alguna razón misteriosa, no habla (a pesar de que tiene la capacidad de hacerlo). August funciona en esta historia como la figura de un mentor y cómplice de líos.
Inmediatamente se nota que el autor, Trent Dalton, es periodista, pues el libro tiene un muy buen ritmo sin dejar de perder la profundidad de los temas que toca. Para mí fue una vuelta a esa época en la que empiezas a dejar de ser niño y te preocupas por temas trascendentales, incluida tu misión en la vida. El gran atino de este volumen es que habla sobre las entrañas de lo que significa ser humano desde la cotidianidad de un chico puberto. Es una gran novela de aventura, además. Buenísimo para un fin de semana.
*Un(os) videojuego(s) 🎮 *
Tengo esta lista de mails dividida casi a partes iguales. O eres una persona que ama los videojuegos o eres una persona que jamás toma un control de consola. Esta semana uno de mis suscriptores me reclamó amargamente la falta de ellos en este espacio. Le voy a dar gusto pero también le daré gusto a mi niña interior, la que acabó Super Mario Bros 3 antes de incluso leer bien.
Hoy traigo oferta dos por uno. Empiezo con una anotación, un hecho que casi toda la gente que medio me conoce sabe de mí: amo con locura y pasión desenfrenada a los tiburones. ¿Por qué? Podría decirles que se me hacen depredadores extraordinarios, poderosos y poco comprendidos pero la realidad es que no sé de dónde me viene la afición. De niña decía yo que los peces que mi hermano cuidaba con cariño en su pecera “volaban” y amé el agua desde que mis papás me pusieron en ella. Tanto me encantaba leer y ver documentales sobre el mar que en la primaria decía que quería ser bióloga marina.
Aprovecho este corte comercial compartiéndoles una ilustración de la gran Sharktopia. ¡No coman tiburones!
Luego cursé la materia de Biología en la secundaria y mi sueño murió. Tanto porque la impartición de la materia era bastante mala como porque comprendí que para ser un buen biólogo es casi imposible padecer entomofobia. O sea, mi terror a las cucarachas fue el “me jodí la rodilla” de ese sueño.
Pero me quedó una gran pasión por los tiburoncitos. Y justo estos dos videojuegos tratan, de cierta manera, sobre ellos.
El primero es Maneater, que estuvo gratuito en la PlayStation Store hace poco, pero que también se puede jugar vía Steam. La trama es sencilla: eres un tiburón y tienes que vengarte del pescador que mató a tu mamá tiburona. Está lleno de humor negro y, ¡por favor!: Eres un tiburón vengándote, cual Conde de Montecristo, devorando gente y otros animales, subes de nivel, consigues armaduras… Es un juego palomero casi perfecto.
El segundo está para prácticamente todas las plataformas: PlayStation 4, Xbox One, Nintendo Switch, Steam y hasta Amazon Luna. Se trata de Abzû. Un juego en el que eres un buzo que recompone el océano usando un sonar. Es algo así como proto-ciencia ficción (¿ubicas Horizon: Zero Dawn?, más o menos así). El protagonista pareciera estar inmerso en un mundo postapocalíptico con falta de civilización: el océano, pero el diseño de personaje de este buzo sí que tiene ciertos elementos futuristas. Fun fact, para los sumerios, Abzu era el genio masculino y también era el nombre dado a los mantos acuíferos subterráneos; de hecho vemos varios guiños a la cultura mesopotámica. Musical y artísticamente el juego es una joya, el compositor de la banda sonora y el director son los mismos que trabajaron en Journey, otro gran juego apreciado por la crítica.
Abzû es la exploración no sólo de un océano ficticio, sino también de lo más profundo del ser humano, de sus miedos y sueños. Y sí: uno de los grandes personajes resulta ser un tiburón blanco.
*Una minificción🖋️*
O un fan-fiction. Usurpé a los personajes
Volvió a poner el VHS de “Hello, Dolly!”. Tomó de nuevo la tapa del bote de basura y empezó a bailar. Esta vez, muy solo, dio una vuelta sobre sí mismo y se detuvo en seco: vio al piso. Nunca aprendió a llorar, pero sus ojos móviles sí se fueron hacia abajo, eso le confería la mirada infinitamente tierna que embrujó a Eva.
Ella no había aguantado los embates de la nueva civilización. Los humanos, que ya no hacían caso, terminaron por sacar lo peor de ella y en un arranque de locura robótica, sus circuitos hicieron corto. La pareja de Eva quedó entonces sola, porque los humanos estaban concentrados en disfrutar de sus comunas hippies. El regreso a la naturaleza había relegado a los robots a un segundo plano.
Sus patas de oruga recorrieron el cámper. También su cucarachita había muerto al fin, pues, sin nadie con quien aparearse, nunca hubo las 180 crías prometidas de insecto en sus 500 días de vida. W. salió a recargar energía y vio cómo todo se había vuelto verde. La basura había sido aprisionada en grandes almacenes que hoy formaban algo muy parecido a un planeta, afuera de la Tierra, cerca de la Luna.
Mientras las mariposas lo rondaban, sostenía la tapa de su bote de basura. Se le quedó viendo al reflejo del aluminio, le devolvieron la mirada sus ojos tristes, pero también notó que una nave se acercaba rápidamente desde la estratósfera. Parecía una crisálida. W. sólo tuvo tiempo de voltear y toparse con la nave que había decidido aterrizar elegantemente en frente de él. Y no, no salió de ella ningún lepidóptero: se asomó un pequeño robot cilíndrico, pintado con rayas azules, tenía un led rojo que parpaedó.
El viejo robot puso la tapa del bote de basura en su espalda y estudió la aparición, curioso. Era hermoso: el bello color plateado inundó sus ojos de emoción. Por un instante ya no se sintió solo. Sus patas de oruga giraron hasta tener al nuevo robot en frente.
Intentó saludar pero los sonidos metálicos se le atoraron entre los cables. “R2-D2” leyó en uno de los tatuajes azules del recién llegado. “Biri-biri”, dijo el recién llegado, “wuuuu”, continuó. De uno de sus compartimientos sacó una lanza que podría atravesar cualquier entrada informática y, sin pedir permiso, se la clavó a W.
¿Qué era la soledad cuando un robot de una galaxia muy muy lejana le había regalado lo que más necesitaba? La muerte subió hasta sus tiernos ojos… W., por fin, descansaría en brazos del amor verdadero.
*Una reflexión 💭*
Las redes sociales pueden ser una cosa espantorrípida llena de mentiras, discursos de odio y fotos con demasiados filtros. Siiin embargo, también acepto que Internet me ha dado relaciones interpersonales que salen de lo común y se vuelven casi esenciales.
Hablando de la niñez, cuando era todavía una escuincla, en esos años en los que no había tantas redes sociales (adivíname la edad, no me tocó el hype de MySpace sino el de Hi5), era súper fan de los grupos de MSN. ¿De casualidad te acuerdas? Esos de fondo morado. Yo estaba en grupos sobre filosofía y escritura creativa. Hasta la fecha tengo contacto con gente que conocí ahí: un amigo de Perú y otro gran amigo de Chiapas, con el que hablo a razón de una vez por año, pero que siempre me hace sonreír cuando coincidimos en la web.
También me llaman la atención las relaciones que son al revés. De cuando conoces a una persona que era “figura” de internet. Específicamente este párrafo es para homenajear a @p487w, a quien no sólo conocí en persona sino que también quise mucho. Y sí, es un tuitero que falleció injustamente joven. Es un tanto macabro y poético, muy acorde a su quehacer, que su tuit fijado sea sobre su epitafio.
En los últimos días he estado probando los espacios de Twitter: salas en donde entras y cotorreas con los presentes. Estos espacios le han devuelto algo de “buena-ondez” a esta red social, famosa por ser el baño público rayado del Internet. Si tienen oportunidad de entrar a alguno con @chocodonte, lo recomiendo. No, no sé bien a bien quién es @chocodonte fuera de Twitter, sólo sé que sus tuits son brillantes; sospecho que en la vida real hace cosas relacionadas con estadística pero no lo sé de cierto; lo que sí sé es que sus espacios hacen que pase un buen rato. Los he disfrutado más que las salas de Clubhouse, la nueva red social (a la que sólo se entra con invitación) en donde todos son espacios para charlar. Quizá no he buscado bien, pero en Twitter los temas no siempre giran en torno a algo muy relevante y sospecho que en Clubhouse todo mundo quiere parecer experto o vender algo. Lo cual no está mal, pero le quita el elemento de entretenimiento.
Vaya, Internet da relaciones mágicas. En el penúltimo curso que tomé en línea, sobre habilidades blandas para managers, conocí a una chica grandiosa llamada Laura. El azar quiso que, además de cotorrear privadamente sobre los Green Bay Packers por el chat de Zoom, nos pusieran a laborar en pareja. Nunca he visto a Laura en vivo, principalmente por la pandemia, pero hablamos mucho y creo que hemos creado una conexión muy linda.
Internet también hizo que reconectara con mi familia materna. Todo por una prima stalker que un día le hizo toc-toc a mi buzón en Facebook.
Y creo que estas relaciones, al menos en mi experiencia, tienen el lado lúdico de la niñez. Cuando eres niño te haces amigo o amiga de cualquier ser que llega a jugar contigo en los columpios. ¿Su amistad será duradera y serán amigos del alma? Quién sabe, lo más probable es que no, pero durante un tiempo así se siente. Qué ganas de andarse preocupando por el futuro.
Yo creo que es una gran manera de proceder con nuestras relaciones interpersonales. Dios sabrá cuánto tiempo nos toque convivir con equis persona, pero que sea tiempo valioso. Es más, Internet me da esta relación contigo. No sé cuánto tiempo estés aquí leyéndome tampoco, pero espero que, como amiga de la infancia, te ayude a crecer un poquito y a ser tantito más feliz. Feliz Día del niño adelantado, que tu chilpayatito interior coma muchos dulces y juegue todo el santo día.
P.D
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¡Hasta el próximo miércoles!
Con cariño libre de virus,
J. McNamara, aka Geeknifer.
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