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El talento golpea un objetivo que nadie más puede golpear. El genio golpea un objetivo que nadie más puede ver.
Schopenhauer pasándose de listo.
Esta cartita te llega todos los miércoles y así ha sido desde enero. El miércoles pasado, en una especie de evento premonitorio, la plataforma que uso para escribir estos correos decidió no enviar la última edición. Por eso mandé una edición especial el lunes. Hace unos días, tres redes sociales importantes, hijas del señor Zuckerberg, se cayeron y hubo una mezcla de paz y caos.
El mundo se mueve a unas velocidades que no son sencillas de comprender. Hasta digitalmente: un día estamos y, al otro, ya no. No sólo hablo de que se nos acabe la vida, sino el estatus de la misma.
En temporadas recientes me he enterado de gente más o menos cercana que fallece y de otros tantos que se cambian de trabajo. Lo único seguro es nuestra impermanencia.
Y antes de que yo desaparezca, vamos a lo de hoy.
*Un libro 📖*
Todos tenemos algo que nos traemos de la infancia que no tiene mucho sentido pero que a nuestros niños interiores les hace feliz. Para algunos, es un deporte; para otros, son juegos específicos; para otros más, son colecciones.
A mí me gustan las estampitas.
Sí, me fascina tener stickers y pegarlos en libretitas, en cartas, en objetos que considero importantes. Así, no hace mucho estaba buscando una serie de stickers en Amazon para usarlos en mi agenda del día a día. No calculé que me toparía con un libro que apenas estaba anunciado y… ¡Llegó justo para mi cumpleaños!
The Antiquarian Sticker Book: Bibliophilia es una colección de estampas con citas de libros, letras, personajes literarios y diseños que parecen sacados de una edición victoriana. El verbo “embelesar” fue tejido para este volumen.
Aquí el truco es pedirlo desde Estados Unidos para que salga en un precio razonable, por alguna razón, en la tienda de Amazon México el precio se incrementa 200 pesos más.
*Una rolita 🎵*
Una de las cosas más entretenidas para pensar en la fugacidad del tiempo es la música. Y no me refiero a cómo un intérprete pierde popularidad mientras otro lo gana. Me refiero, tal cual, a la práctica de escuchar música.
Me permitiré usar ese cliché que dice: “Parece que fue ayer….”. Y sí, parece que fue ayer cuando conseguí mi primer CD en un Mixup. Parece que fue ayer cuando me sentí la criminal digital más grande del mundo por bajar una canción de Dogpile (un compilado de buscadores que hoy en día, sorprendentemente, sigue vivo). Parece que fue ayer cuando usé Limewire —nunca Kazaa—, programa preTorrent para bajar música de manera ilegal. Y luego, ¡pum! Megaupload, mi primer iPod de ruedita, CDs con mp3s, mi segundo iPod (que ya tenía 80 GB de música, era el mundo entero), mi auxiliar conectado al coche. Y no sé cuándo en esta historia Spotify llegó a mi vida y me alejó de la piratería. Suficientes elementos para saber en qué año nací, eh. Los cassettes sólo los vi indirectamente y el tocadiscos de mi sala es uno de mis juguetes favoritos.
Total, que en uno de estos espacios de tiempo, más o menos entre Dogpile y la popularización del servidor de Megaupload, los Limiñanas se volvieron famosos en MySpace. Me encantan las historias de grupos desconocidos que alcanzan la fama por algo no precisamente muy planeado. The Limiñanas son un grupo francés que aprovechó, en un tiempo en el que no era común, la viralización.
Su estilo es una cosa rarísima. Sin duda es rock, pero a veces los oyes y parece que estás en medio de una película de vaqueros con banda sonora de Ennio Morricone. Ellos describen su estilo como una alquimia de lo viejo para crear algo nuevo. Me agrada su manera de pensar, pero más, cómo suenan. Por eso te dejo "Maria's Theme" aquí.
*Una minificción 🖋️*
A mi musa se le encuentra fácil.
Me gusta pensar que es un ser transfigurable. A veces es una mujer de cabello corto y ojos verdes, que chasquea la lengua y masca chicle pidiéndome que me siente a escribir entre sus piernas. Se llama Magdalena. Otras, es la chica de cabello negro y mirada dulce que me reza oraciones al oído para escribir todos sus designios. Se llama María. Otras es un hombre en un escritorio que despedaza textos por oficio. En ocasiones es un búho que me ulula cuentos. A veces también son audífonos que tocan los bongós. A mi musa se le encuentra en publicaciones de Instagram, en cartas disfrazadas de correos y en miradas cómplices del hombre que amo. Mi musa es un ente divino que habita donde puede: en tazas de café, cajones desordenados y hasta en el arenero sucio. Suele posarse en mi bruja de escritorio, pero luego sencillamente desaparece. Cuando esto pasa caigo en pánico un rato, hasta que se acerca de nuevo con paso felino: unos días me sorprende en mi cabeza, leyendo, y otros, buceando en mi corazón. Ella es él y él es ella, a la que le debo estas líneas que, quizá, justo en este momento, estés leyendo y con las que, con una estrella polar y un gato con botas por amuletos, te hagan esbozar una media sonrisa.
A mi musa se le encuentra fácil.
*Una reflexión 💭*
Hace un par de semanas conocí a un genio. Dice Stephen King que es casi imposible ser un escritor grandioso. Ok, más bien, dice que es casi imposible pasar de ser un “buen escritor” a un “gran escritor”. Esos prodigios de la naturaleza se dan de vez en cuando y salen como pitufos de la tierra sin explicación alguna. Me parece que esto aplica para todas las áreas: ser un genio no es normal. Si no, todos lo seríamos.
Adonde quiero llegar es que conocí a un genio que estudió en Harvard y Stanford al mismo tiempo. ¿Cómo lo logró? Yo creo que le vendió su alma al diablo porque también está considerado por Google como el intérprete de guitarra más veloz del mundo. Es eso del alma vendida o que, por favor, su madre nos pase la receta de qué hizo y comió durante el embarazo.
Whatever. El nombre del genio es Amin Toufani y su chamba, en palabras llanas, es formar directores de empresas en Silicon Valley.
Toufani dio una plática para la cumbre que organizó la revista Expansión y: Dios de mi vida. Creo que no se me derrumbaban tantos paradigmas desde que oí mi primera clase de Historia del arte en la universidad (esa es una historia para otra ocasión).
No voy a hablar acerca de tooodo lo que trató en la charla, pero sí me quiero referir a uno de los conceptos que explicó con ahínco: nuestra capacidad de adaptarnos (te dejo un poco más de ese rollo en este video, no tiene desperdicio la narrativa del genio este): El cambio es algo que ya tenemos garantizado. Desde hace al menos dos años, tras la llegada del coronavirus a nuestras vidas, se nos hizo más evidente que nunca que el cambio está ahí, latente.
La cosa es que: o nos adaptamos, o no la llevamos cool. En palabras menos amables: o cambias o mueres.
La buena noticia, de la que habla Toufani al menos, es que todos los seres humanos podemos aprender a adaptarnos. Hay un coeficiente intelectual y un coeficiente de adaptabilidad y, según él, el segundo es más importante.
Lo confirmo, porque en estos tiempos nada es seguro y ser flexibles da una ventaja.
Y aquí vuelvo al asunto de la impermanencia, si nuestra presencia —ni la de los demás— es segura, nos queda adaptarnos a las nuevas situaciones derivadas de eso. A tener nuevos horarios escolares, a enfrentar nuevos proyectos laborales y, también, a disfrutar de nuevas disposiciones familiares.
¡Qué necedad la nuestra de querer adaptarnos siempre en lunes! Hoy es miércoles y estoy segura de que es un buen día para abrazar el cambio. Que la Fuerza te acompañe, que yo voy a cambiar de computadora, que es tiempo de trabajar.
P.D
Como Facebook prometió desde sus buenos tiempos, este newsletter SIEMPRE será gratis. Pero el trabajo creativo no deja de ser trabajo. Así que te dejo este link por si quieres invitarme un cafecito, con la promesa de un día tomárnoslo en la misma mesa, y animarme a seguir con este proyecto y extenderlo a otros lares.
¡Hasta el próximo pinche miércoles!
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Con cariño libre de virus,
J. McNamara, aka Geeknifer.
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