Si Zapata fuera millennial
Zapata quizá no hablaría de la tierra, sino de los sueños.
Durante mucho tiempo, los sueños me parecieron un tabú. Soñar era una actividad infantil que no desembocaba en nada. Eso no significa que no los tuviera, solamente se los confesaba a mis páginas de diario y yo iba por la vida como si no necesitara de la fantasía.
Ahora, más grande, sin necesidad de demostrar nada, puedo reconocer que los sueños son el motor de la vida. Soy una ladrona de frases, discursos y pensamientos ajenos. Para este tema, parafraseo a Emiliano Zapata: “Los sueños son de quien los trabaja”. Y, como la tierra, necesitan un montón de cosas para florecer: abono, paciencia y cuidado.
Los golpes de suerte suceden poco, creo que es sabio no depender de ellos. Aquó no puedo evitar robarme el pensamiento del escritor de ciencia ficción Isaac Asimov: “La suerte favorece sólo a la mente preparada”. Deseo, en este nuevo mes de 2021, que sigas teniendo sueños y sigas peleando y preparándote por ellos. Juro que vale la pena.
*Un libro 📖*
El libro de mi destino - Parinoush Saniee
El 2020 fue un año que llené de libros duros. Y nop, no me refiero a las pastas o las cubiertas de los volúmenes, sino a las tramas. Este que recomiendo hoy anda peleando los primeros lugares de cuestiones dolorosas. El libro de mi destino es una novela que ha sido intermitentemente prohibida en Irán y habla de la tragedia de un país.
Vale mucho la pena porque vemos los últimos años de Irán a través de los ojos de Masumeh, una mujer que sufre de todo, cuando su mayor sueño es estudiar.
La autora, Parinoush Saniee, es una socióloga especialista en estadística. En una entrevista para El País, le preguntaron: “¿Por qué fue tan cruel con sus personajes?”. Saniee responde: “Yo quería un desenlace feliz, pero mi estadística estaba en contra. Así que soy cruel porque la realidad es cruel”. Mi único spoiler es ese: no esperes un final feliz, pero sí espera un gran libro sobre la dignidad humana.
Por cierto que les dejo la liga para comprar el volumen en línea mediante la RELI (Red de Librerías Independientes). En estos tiempos pandémicos, los negocios locales son los que más necesitan de nuestra ayuda. Las librerías son de mis espacios favoritos y de las cosas que más extraño en esta cuarentena. Hago changuitos para que sobreviva la mayor cantidad posible. Si tú tienes tu librería de confianza abierta, no dejes de asistir y pedirles libros.
*Un producto 🔮*
Okay, este producto es IDEAL si andas quebrándote la cabeza para regalar algo lindo este 14 de febrero. TEVAarts es lo que sucede cuando fusionas naturaleza con joyería. Flores, semillas, hojas, hongos, moluscos e insectos bellísimos atrapados en resina. Sigo agradeciendo a la colega que compartió las creaciones de esta marca.
Las personas detrás del proyecto son una pareja de biólogos egresados de la UAM a los que les encanta salir de expedición, recorriendo valles, ríos y montañas. Durante su carrera han recolectado y coleccionado un montón insectos y plantas (no te preocupes, sólo toman a los insectos y moluscos cuando están muertos).
Apenas encargué un honguito en un terrario y la pieza llega empacada con sumo cuidado y con un tríptico que explica algunas generalidades de la plantita (o en mi caso, de mi pequeño pariente de champiñón): distribución geográfica mundial, su estado de conservación, sus usos ornamentales y medicinales. Los dos biólogos creen en el conocimiento libre.
La pareja de TEVAarts es cristiana y su enfoque es “dar a conocer la belleza de la creación de Dios en México y su importancia biológica, ecológica y cultural”. Para ellos “Teva” denota el amor que Dios puso a su creación. Ahora, independientemente de la fe que profeses, estoy segura de que pensarás que estas piezas algo de divino sí que tienen.
Los encuentras en Instagram, su trabajo lo proporcionan a un precio muy razonable y hacen envíos a todo México.
*Una rolita 🎵*
Love and Hate in a Different Time
Quiero pensar que, a estas alturas, ya te habrás dado cuenta de que amo la música. Es raro el género al que no le entre. Pero como amante de ella, tengo un drama sobre mi cabeza: soy pésima bailando. A esta edad en la que le perdí el miedo al ridículo, bailo cada vez que tengo oportunidad. Agradezco que el excelente bailarín que tengo por prometido todavía se anime a ser pareja de esta mujer de pies izquierdos.
Lo que quiero recomendar hoy es una canción de Gabriels, famoso en la escena del gospel en Los Ángeles, llamada Love and Hate in a Different Time. La rolita tiene vibra de Motown con la que dan ganas de bailar. Y, de hecho, el video con el que han promocionado la canción contiene una recopilación de escenas de pistas de baile. Fun fact que viene en el video: Edison fue el primero en grabar una escena así en 1894.
*Un cuentito🖋️*
Mi soledad en la Ciudad de México fue evidente el día en que mi cama dio un brinco a mitad de la noche. Mi colchón había saltado en la oscuridad, impulsándome hacia arriba, como si un extraño ser la hubiera pateado desde abajo. Abrí los ojos de golpe y, al caer de nuevo sobre la sábana, encendí la lámpara del buró, con el corazón latiéndome deprisa. Lo primero que pensé fue que había un espectro debajo de mi cama. Luego, mi adulta interior me dio una cachetada mental: “Seguro fue un sueño”.
Para estar segura, me armé de valor para ver si había algo debajo de la cama que pudiera haber provocado el salto. Nada. Toqueteé también el colchón. Nada. Me recosté otra vez y abrí mi celular para tontear un poco en Instagram y olvidarme del incidente. Me había ido a acostar con ganas de llorar, tal vez fuera eso, el estrés, la angustia.
El problema fue que, la noche siguiente, sucedió lo mismo: salí disparada brevemente por los aires. Prendí la luz y googleé lo que había pasado. Tal vez este fenómeno era parecido a la sensación de que te estás cayendo en un sueño y te despiertas de golpe. Trastada similar a la que hace tu cabeza cuando despiertas y no te puedes mover. “No se te sube el muerto”, me traté de convencer, “sólo tu cerebro no se da cuenta de que estás despierta; debe ser lo mismo ahora”. No encontré mucha gente que sintiera una presencia, como canguro fantasmal, golpeando su colchón en Internet. Quizá mis sueños eran demasiado vívidos. “Tengo que dejar de ver videos de Dross”, pensé. Y me obligué a dormir.
No por mucho, porque ocurrió lo mismo a las dos horas. Algo pateaba mi cama desde abajo. Ahora sí, además de encender mi lamparita, le hablé a mi hermano. Eran las cuatro de la mañana y no sabía quién se enojaría menos de mis conocidos cercanos. Me contestó, para mi sorpresa, sin voz soñolienta “¿Qué pasó?”. “Ay, perdón en serio por la hora; es una estupidez, pero ya van varias veces que siento que alguien... algo... me patea la cama”. “Jajaja, qué tonta. A ver, cuéntame, yo ando atorado con mi tarea de la maestría”. Así pasamos una hora hablando de los extraños episodios del ser que movía mi cama y de cómo seguro me estaba volviendo loca estar tan sola durante la pandemia. Mi hermano me dijo que necesitaba ver más gente, que se me oía apagada. Volví a dormir.
Nada mejoró. Al contrario.
La noche siguiente, mientras hacía la cena, no nada más vi mi reflejo en la ventana del balcón. A mi lado, acompañándome, vi la sombra de una mujer. Al menos, lo que parecía una mujer. De cabellos largos, sin rostro. Sin pensarlo, apagué la estufa y me refugié en mi habitación sin haber cenado. Tuve ganas de llorar otra vez. Esa noche no dormí en mi cama, descansé sentada, apoyada en la pared, con la lamparita de noche encendida.
La presencia me seguía de a ratos. Me la topaba en los espejos. Decidí cocinar con las persianas del balcón corridas y siempre hablar por teléfono cuando intuía que me podía topar al espectro. La mujer fantasma me afectaba tanto que la comida ya no me sabía a nada. Dejé de trabajar y pasaba horas viendo el techo, esperando la noche. Mudarme no era opción: mi familia estaba en Veracruz, yo no tenía auto, no quería contagiar a nadie por un viaje en camión.
La última noche, ya no sólo intuía que había alguien viviendo en los reflejos de las ventanas y los espejos, pues sentí cómo la mujer se acostó a mi lado, en la negrura, helada. Me quedé muy quieta. Tenía tanto miedo que empecé a llorar y la presencia no se movió ni un ápice. Mis lágrimas dejaron de ser por terror y, más bien, lloré por mi soledad. Estaba harta de no ver a mi familia, de no tener a mi roomie aquí, de no poderle hablar a un amigo para que se quedara conmigo. Estaba harta. La cama seguía hundida por el peso de la mujer. El pavor me impedía respirar, pero ahí, en la pesada oscuridad, entendí que ella estaba igual de triste que yo. En las tinieblas hice el terror a un lado y tomé la mano fría que se entrelazó con la mía. Esa noche lloramos juntas.
Desde entonces, vivo también tras los espejos.
*Una reflexión 💭*
En estos días leí, gracias a la escritora Leticia Vila-Sanjuán, unas reflexiones lindas sobre los/las newsletters (tendría sentido que fuera femenino, puesto que son “cartas”, pero en mi cabeza es más fácil escribirlo en masculino). En pocas palabras, decía que el newsletter es una carta y también es un mensaje en una botella. Lo mandas con la esperanza de que alguien lo abra y alegrarle el día.
Si este es el primer newsletter al que te suscribes, déjame decirte que hay un montón de cartas allá afuera esperando ser leídas. Es probable que en siguientes ediciones de El Especial de lo Inefable (o como le dice mi sobrina, el EDLI), te recomiende algunos. Hoy les quiero recomendar (y presumir) que Karla Reyes, de The Blank Letter, una revista digital y newsletter, me entrevistó sobre lo que hago profesionalmente. Se pueden suscribir a The Blank Letter, especialmente enfocado en contenido para mujeres, acá. De hecho, si ustedes son mujeres con carreras cool o quieren nominar a alguien, pueden contactar a Karla, quien siempre quiere ampliar la comunidad que ha creado.
Y bueno, esta carta es sólo el trabajo detrás de un sueño; no dejen de ver este mensaje que navega a ustedes a través del océano de los internautas.
¡Hasta el próximo miércoles!
Con cariño libre de virus,
J. McNamara aka Geeknifer.
Puedes ponerte en contacto conmigo por Instagram, Goodreads, Twitter, LinkedIn y mi página web.
P.D. Por favor, no olvides darme tus ideas y opiniones sobre esta carta respondiendo a este mail.
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