Nueva etapa, nueva vida
“La única cosa que se interponía en mi camino era el odio. La única cosa que se interpone en tu camino… eres tú”.
Una chica en Midnight Mass
No puedo decir que sea una experta cambiando de trabajo.
Pero creo que sí soy una experta con los cambios en general y te tengo la gran noticia de que tú también lo eres. Sólo porque en el último par de años nos hemos enfrentado a un sinnúmero de retos, empezando por aprender a vivir confinados y adaptarnos a la nueva normalidad.
Así que, para despejarte un poco del estrés, tengo esta cartita recién salida del teclado.
*Un producto 🔮*
Todo empezó el día en que traté de recordar las mejores películas de terror que he visto. En compañía de mis hermanos he visto centenares de ellas. La mayoría bastante malas, pero algunas se salen de la norma y resultan muy entretenidas.
Para ese momento yo ya conocía Goodreads, una plataforma que te permite llevar el conteo de cuántos libros has leído, hacer reseñas, entre otras funciones (nadie me preguntó, pero esa pobre página necesita urgentemente un equipo de experiencia de usuario que haga la navegación más agradable). El punto es que oí de Letterboxd, una base que permite tener récord de películas que hayas visto. Sólo tenía un gran problema: veo cine, sí; pero también veo series y documentales. Necesitaba algo más holístico.
Así di con Trakt.
Trakt es una plataforma que da la posibilidad de agregar productos auidovisuales, calificarlos, acomodarlos en listas e incluso decir qué capítulos te faltan por ver. Básicamente es un catálogo virtual para gente olvidadiza como yo. Hay una versión móvil para iOS llamada Watcht. Para Android están estas alternativas en la página de Trakt.
Por cierto, mi lista de buenas películas de terror sigue en proceso. Prometo compartirla una vez refinada
*Una recomendación 💡*
Hoy reconozco el gran trabajo de Paloma Castro, que me echa la mano con todo esto.
Empezar en un trabajo nuevo implica tener un lienzo en blanco. Con todo, no se necesita hacer un cambio radical en el campo laboral o estudiantil para reencauzar nuestro andar.
A propósito del cambio de chamba, una amiga me pasó una plantilla para delimitar objetivos laborales a 30, 60 y 90 días. Es una herramienta de auto-inducción para empezar a construir un plan de carrera.
Me tomé el atrevimiento de traducir una versión al español de la plantilla. Te la dejo en un drive aquí para que la copies, la imprimas en caso de ser necesario y la uses para tus próximos objetivos. También dejo la versión original en inglés. El año ya se acabará, pero no es tarde para pensar en la siguiente etapa.
*Un cuento🖋️*
El Tubo. Primera parte.
Supe que todo se había ido a la mierda cuando llegó El Tubo a mi ventana.
Yo vivía en el sexto piso de un edificio que daba a los volcanes. Despertar y ver las crestas nevadas me hacía confiar en que podía tener un buen día. Estar rodeada de montañas era la comprobación de que yo era minúscula. Tan minúscula que lo único que me restaba era vivir desesperadamente. Mis volcanes eran el recordatorio de que valía la pena respirar. Era la naturaleza desafiándome. “Te vas a morir y nosotros aquí seguiremos. ¿Qué harás al respecto?” Mi contestación era pararme todos los días y hacer lo que me salía mejor: vivir. Nunca necesité de dioses o peregrinaciones para hacerlo.
Hasta que una madrugada dejé de dormir por el ruido. Llegaron unas máquinas de construcción que se pusieron a trabajar sin ninguna consciencia por los vecinos, incluyendo los del edificio de 10 pisos que tenían enfrente, donde yo vivía. Apreciaba la vida, pero también apreciaba el sueño. Dormir era la segunda cosa que me salía mejor.
Unos días antes se habían paseado unos hombres haciendo mediciones en el gran terreno baldío que estaba frente al edificio. Los vi de lejos y tuve la esperanza de que fueran a construir una plaza, una construcción de viviendas pequeñas, algo de menos de seis pisos, que no me tapara la ventana. Nunca imaginé que esa edificación acabaría con tantas vidas.
Dos días después de que iniciaran los trabajos en la madrugada, con todo y su ruido infernal, fui a la cabecera municipal. Ya había preparado un oficio. No me iba a mover hasta que alguien me prometiera que iba a volver a dormir. Era mi talento, ¡nadie podía robármelo! Tenía esperanza de que también mis volcanes se salvaran. Esperé cuatro horas, en las que molesté a la secretaria varias veces, hasta que pude hablar con un funcionario que me hizo pasar a su oficina.
El escritorio estaba lleno de papeles en carpetas, folders esparcidos con manchas de café. Una mosca sobrevolaba los restos de tazas con leche y vasos con refresco sin gas. El piso era de ese espantoso color grisáceo que parecía más sucio de lo que en realidad estaba. El ventanal con protecciones de hierro tenía huellas de lluvia incrustadas y una pátina de polvo que cambiaba el color del sol: parecía que calentaba la superficie marciana.
El hombre, calvo, con una corbata excesivamente corta, se sentó y me invitó a que hiciera lo mismo. Su canoso bigote estaba manchado de amarillo por el cigarro. Le dio una ojeada a mi papel impreso.
— Señorita, mire, lamento por lo que está pasando. Pero déjeme decirle que es poco probable que podamos ayudarla.
— ¿Entiende que ya no duermo?
— Lo puedo comprender, señora —. El cambio de apelativo me molestó. Quizá el rictus me había cambiado de manera inconsciente lo suficiente después de una negativa tan pronta tras cuatro horas de espera. No me veía yo tan grande.
— Se-ño-ri-ta —contesté.
— Señorita. Puedo entenderla, pero también entiéndame usted a mí: no tengo manera de cambiar órdenes recibidas. La construcción en frente de su casa va a terminar rapidito.
— ¿Qué es rapidito? ¿Qué clase de construcción es?
— Mire, yo no debería andar dando datos sobre eso…
— Explíqueme qué es y cuándo acaba. A lo mejor así puedo yo comprenderlo a usted. Salir de aquí y tratar de dormir. Deme una fecha, datos u organizaré a los vecinos —. Me llamaba mucho la atención el rostro de preocupación del hombre. Como si hablar de mi asunto lo pusiera muy nervioso: empezó a tamborilear con los dedos y a pasarse la lengua por debajo del bigote. ¿Qué era tan importante de ese terreno?
— Este… pa’ acabar pronto. Es una edificación religiosa.
— ¡Pero si ya tenemos una iglesia cerca! ¡A la vuelta! Que también hace un montón de ruido en sus fiestas patronales. Y un centro de protestantes o no sé qué a una cuadra que tapa la avenida principal cada domingo —. Esto era el colmo, pensé: ¿Había un nuevo grupo religioso en la colonia?, ¿iba a tener una sinagoga a la vuelta? ¿O una mezquita?
— Es más complicado, señorita. Es parte de una iglesia cientificista.
— ¿Qué diablos quiere decir eso?
— Quiere decir que la construcción no es propiamente un edificio. ¡Por eso se acabará muy rápido!
— Entonces, ¿qué es?
— Una máquina.
— ¿Máquina? —. El hombre se acercó a mí desde el otro lado del escritorio. Se asomó por detrás de mi cabeza para verificar que no hubiera nadie y me dijo en voz muuuy baja.
— Es un Tubo que nos salvará a todos.
— Está loco, ¿verdad?
— Ya lo verá, señora. Señorita. Ya lo verá.
La próxima semana llega la segunda parte de este cuento.
*Una reflexión 💭*
Me sigue impresionando cómo nos hemos adaptado a los cambios. También me sigue impresionando que haya gente en negación con el coronavirus, sin duda. Pero creo que la mayor parte de la gente que conozco se ha enfrentado a cosas inimaginables, mucha gente de mi edad se ha sacrificado para que sus familiares mayores no se enfermen. Prácticamente todos hemos perdido a alguien cercano.
Y aquí seguimos, viviendo.
Hablo de los cambios porque esta semana cambié de trabajo; más bien, cambié de compañía, porque mi profesión seguirá siendo la misma: UX Writer. Hay cambios como este, laborales, que se tratan de una mejora, de tratar de expandirse. Tomé este nuevo reto por eso, porque no hay mejor manera de aprender a hacer algo, de entrar a un nuevo desafío, que metiéndose en él.
Para poder tomar una decisión así de importante puse varias cosas en la balanza. Les chismeo que, debido a que trabajo para el mundo digital, hay chamba (bendito dios). Así que fui invocada por algunas empresas en recientes meses. Pero para cambiarme había un factor importante a considerar, además del incentivo económico: que tuviera tiempo para dedicarle a esto que hago los miércoles y a lo que quiero abonar para que un día me dé de comer.
Así que elegí la empresa en donde estoy ahora en parte por el aumento económico, en parte por el balance que puedo tener con mi proyecto personal y, por último, por el impacto que tengo.
Llámenme cursi, pero soy medio idealista y me gusta creer que mi trabajo le hace diferencia a alguien. Cuando estaba en el mundo de los medios eso pensaba. La información es poder y más vale entregarla bien para que los lectores puedan hacerse de un criterio certero. Ahora, en el universo del “UX”, de la experiencia de usuario, me preocupo porque las personas puedan navegar en una experiencia que les convenga a sus bolsillos. Antes estaba en un banco, ahora en una fintech, y me da gusto poder decir que mi trabajo contribuye a que pequeños negocios crezcan y prosperen.
Todo esto para decirte que los cambios a veces son lo mejor que te puede pasar y que si tienes algo de margen de maniobra, no dudes en ver por lo que a ti te parece importante en medio de este mar que cambia de un lado para otro.
Por ello, te deseo un miércoles cambiante y emocionante.
P.D
Como Facebook prometió desde sus buenos tiempos, este newsletter SIEMPRE será gratis. Pero el trabajo creativo no deja de ser trabajo. Así que te dejo este link por si quieres invitarme un cafecito, con la promesa de un día tomárnoslo en la misma mesa, y animarme a seguir con este proyecto y extenderlo a otros lares.
¡Hasta el próximo miércoles!
¿Es tu primera vez? Te dejo más cartas aquí.
Con cariño libre de virus,
J. McNamara, aka Geeknifer.
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