¿Luchar o ser con la pandemia?
“¡Auxilio! ¡Quiero a mi mamá!”, Yo, aunque esté más cerca de los 30 que de los 8.
Uno creería que la pandemia puede ayudar a aliviar el estrés laboral (muchos andamos de home office y el hogar es un espacio que relacionamos con la paz y el descanso), pero conozco gente que está arrancándose los cabellos porque pareciera que tiene muchas más toneladas de trabajo en este encierro. Sin duda, hay que aprender a poner límites. Para mi fortuna, el equipo donde laboro es bastante respetuoso de los tiempos personales.
Con todo, hay veces en que la vida nos pone demasiadas cosas a la vez. La semana pasada se me juntaron labores del hogar con trabajo, desvaríos hormonales, más preparaciones creativas de emergencia. A saber, de esto último, participé en un concurso de oratoria humorística que me tenía la mar de nerviosa porque yo sólo resulto chistosa cuando no pretendo serlo. Todavía no puedo creer que gané el concurso. Los nervios todavía no se me van porque ahora tengo que volver a dar mi discurso, pero para más gente. Hagamos changuitos.
Yo le hago changuitos constantemente a la vida. Y, a veces, funciona.
*Un libro 📖* Franny y Zooey - J.D. Salinger
No me pegues: no he leído El guardián entre el centeno, de J.D. Salinger. Sin embargo, esta maravilla llegó a mis manos hace poco tiempo y disfruté muchísimo leyéndola. Salinger sólo publicó una novela en su vida y el resto de sus publicaciones son cuentos o novelas cortas. Franny y Zooey está compuesto por dos relatos relacionados que hablan acerca de dos hermanos. El primero me parece una auténtica belleza: redondo en su estructura, con un dejo espiritual que a mi parte poblana espiritual le fascinó.
No quiero dar muchos detalles sobre la trama, pues es en serio un libro pequeño, pero básicamente vemos a dos hermanos divagar en torno a lo espiritual y a lo que significa la sapiencia y la intelectualidad. Temo que mi sinopsis de un par de frases haya quedado muy aburrida, pero te aseguro que este par de relatos tienen una capacidad para tocar vibras sensibles de manera genial.
Creo que si tienes una veta espiritual que estás explotando o tuviste educación religiosa, encontrarás en este librito varios pasajes con los que relacionarte. Igual, si has tenido cierto contacto con la academia o te gusta ser autodidacta, los personajes se te harán muy cercanos. Se lee en unas horas.
*Una rolita 🎵*
Dry as Sand - Madison Cunningham
Tomas una guitarra a los siete, a los doce ya estás tocando con tus hermanos en la iglesia y, para los quince, dices: quiero escribir canciones como modo de supervivencia. Así le pasó a Madison Cunningham, quien fue nominada al Grammy por su primer disco.
Su estilo está tirándole al folk-rock con destellos de jazz. “Dry as Sand” me parece una canción que conjuga todo lo que representa Cunningham: el jazz, el rock, tiene también un sello de canción que pudo haber sido tocada en una iglesia, e incluso la letra comunica algo de diáfano y espiritual (en sintonía con el libro recomendado hoy).
*Una recomendación 💡*
No, dadas las recomendaciones anteriores, no te voy a pedir que vayas a misa. Pero sí puedo decir que tengo la bendición de conocer a muchas personas creativas. Una de ellas es Mitzi Martínez, quien ganó la convocatoria de Macabro Coven con el guión de su cortometraje de terror La última cena. Sólo como referencia por si no ubicas: Macabro es el Festival Internacional de Cine de Horror de la Ciudad de México.
Si bien a Mitzi le dieron algo de apoyo después de esto, todavía no canta victoria. Producir cine implica una inversión importante y por eso es que le estoy ayudando a conseguir capital dando un taller de storytelling. Todos los fondos recabados son exclusivamente para la producción de La última cena. Puedes comprar tu asistencia aquí.
En el taller vamos a ver algunas reglas generales para contar una historia en distintos ámbitos: la literatura, el cine ¡y hasta en una página web! Haremos, además, un ejercicio práctico al final.
*Una minificción 🖋️*
Todo se restableció con un mensaje. Uno que Diana envió. Total, ya no se veían, ¿qué podría provocar sólo un mensaje?
Enrique y Diana trabajaban en el mismo edificio de oficinas, pero en empresas distintas. Su casual amistad había empezado en el elevador a rebosar de gente, con Enrique deteniendo la puerta para que Diana hiciera un esfuerzo por entrar y acabar pegada, riéndose nerviosa, contra la corbata barata de Enrique. Se sonrieron, aglutinados entre el montón de personas.
Así empezó todo. Luego, se saludaban cuando coincidían alrededor de la cajuela del Chevy que traía comida preparada. A él le gustaba el chicharrón en salsa verde, ella siempre pedía pechuga. A veces, si se encontraban solos, se sentaban en la jardinera a comer. Mantenían cierta distancia, comían casi en silencio, haciendo comentarios sobre el clima o sobre si en esa ocasión al arroz le había faltado cocción. Pero siempre sonriendo.
Diana había conseguido el número de Enrique porque a veces ella salía más tarde a comer y le pedía que le comprara el pollo. Era lo primero que se acababa. Al parecer, todos los oficinistas querían bajar de peso.
Había pasado ya medio año sin este ritual. La pandemia los mantenía encerrados en casa. Diana estaba harta, se sentía sola e intuía que Enrique estaría en las mismas. Pero llevaba ya seis meses sin escribir y, sin la excusa de la comida del Chevy, ¿sería buena idea?
Estaba sentada en su sillón. Nerviosa. “Hola! Cómo estás?”, escribió. Tomó aire y envió el mensaje. Y ese mensaje llevó a otro. Y ese a otro más. De pronto, ya habían quedado para una cita. El viernes. Querían que fuera elegante, porque ambos estaban hartos de sus pijamas.
Diana escogió un vestido rosa pastel. Él se puso traje, con todo y corbata. Ella cocinaría la pasta con camarones. Él, el pescado. Ella eligió la música.
Se sentaron a la mesa, con un par de velas en medio. Conversaron sobre todo lo que había pendiente después de que cerraran sus oficinas. Hablaron sobre sus familias, sobre los libros que querían leer y que seguían cerrados todavía. Recordaron a la recepcionista, se rieron de su obsesión por dar consejos de amor a quien no lo necesitaba. Se rieron también de ellos mismos.
Bailaron después de comer. Al principio se sentían torpes, moviendo la cadera de un lado al otro, pero no les costó mucho rato acoplarse. Estaban muy bien juntos. Después de tres canciones, cansados, volvieron a sentarse, cada uno en su silla. Sonrieron sin mirarse, y luego, alzaron la mirada. Los ojos de los dos quedaban iluminados por las velas.
Ambos se llevaron los dedos a los labios y, luego, tocaron con ellos la cámara de sus computadoras. El beso viajó a través de las laptops. Por un breve instante, en el que sus dedos llevaron las cámaras a negro, ambos cerraron los ojos e imaginaron el mejor beso de su existencia. El mensaje de Diana había provocado un beso, extraño, virtual… pero único y necesario.
Y volvieron a quedar para el siguiente viernes.
*Una reflexión 💭*
Pareciera que, luego de un año, cuando ya le agarramos el “modo” a la pandemia, algo sucede que nos hace recaer en la ansiedad intrínseca del encierro y de la incertidumbre por la salud y por si llegará un día en que la nueva normalidad se aparezca. Las redes y nuestras memorias no dejan de recordarnos que este fue el mes en que la cuarentena empezó. Oímos sobre la vacunación, oímos que va lento, y pensamos, ¿cuánto más faltará?
Este párrafo va dedicado para ti, si eres mujer, porque entre mis amigas convenimos en que este encierro nos está afectando de manera hormonal. Sí, es cierto que el Covid puede afectar el ciclo menstrual de maneras espantosas. Pero para aquellas que no hemos contraído el virus, tampoco el encierro hace las cosas fáciles. Al menos, yo no recuerdo que el síndrome premenstrual me pegara tanto y que mi ánimo estuviera tan errático en “esos días”. No hace mucho vi un tuit que decía que una ya no sabe si tiene Covid o síndrome premenstrual, porque los síntomas son los mismos. Si tienes alguna recomendación para evitar la locura con esto, bienvenida sea.
En fin. Lo único cierto es que cumplimos un año y so-bre-vi-vi-mos. Hemos aprendido un montón de cosas, hemos sorteado crisis y hasta hemos empezado proyectos en algunos casos. Te cuento en exclusiva que tengo el propósito de que este año este newsletter salte también a otros lares más... auditivos. Porque, en caso de que me conozcas desde hace poco, amo estar frente a un micrófono casi tanto como escribir. Dejo en este link una prueba de un minuto de ello. En caso de que necesites una voz en off, anunciar algo o divertirte con audios, mis precios son accesibles.
El punto es que la vida sigue. A veces parece que el tiempo se ha ido volando, otras parece que nuestro reloj de arena lo conforman arenas movedizas todas apelmazadas, pero seguimos vivos y con la capacidad de crear, de amar, de disfrutar los pequeños detalles que salvan nuestras existencias.
Brindo por ti, siempre, porque como yo, estás haciendo el esfuerzo sobrehumano de sobreponerte a la nueva realidad y, claro, de seguir leyendo. Gracias por eso.
P.D
Como Facebook prometió desde sus buenos tiempos, este newsletter SIEMPRE será gratis. Pero el trabajo creativo no deja de ser trabajo. Así que te dejo este link por si quieres invitarme un cafecito y animarme a seguir con este proyecto y extenderlo a otros lares.
¡Hasta el próximo miércoles!
Con cariño libre de virus,
J. McNamara, aka Geeknifer.
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