La venganza del cinco
¿Por qué te gusta Star Wars, mamá? Porque es un cuento de hadas en el espacio.
Si no te enteraste, ayer fue el día de Star Wars “May the Fourth Be With You”, todo porque "la Fuerza" en inglés (The Force) suena bastante parecido al día cuarto del mes (The Fourth). Una tontería que nos funciona a los fans. Independientemente de si eres seguidor o no, la hayas visto o no, La guerra de las galaxias (la traducción me encanta) es de mis sagas favoritas porque es la clásica historia del bien contra el mal contada de manera original.
Como decía mi madre, es un cuento de hadas: está la princesa, el bandido que quiere enamorarla, el villano, la magia… Seguro mi mamá habría amado The Mandalorian, si no la has visto, es muy recomendable porque es un western del espacio con un bebé tierno metido ahí que funciona sorprendentemente bien.
Creo que hay productos de la cultura pop a los que vale la pena acercarse con nuevos ojos; imaginar que Star Wars es una historia más de magia que de ciencia ficción puede servir para que veas esta saga de manera novedosa. Y si ya eres fan, ¿a poco no se antoja maratonear la serie entera otra vez?
Los dejo con esta hermosa pregunta: “Si ayer fue May the Fourth Be With You, ¿hoy es The Revenge of the Fifth?”. Ok. Conozco la salida, buenos días y buena tarde.
*Una rolita 🎵*
Hoy les quiero contar la historia de un ciego llamado Louis Thomas Hardin, que quizá hayas oído nombrar. Vivió desde los años cuarenta hasta los setenta en la ciudad de Nueva York. El hombre parecía sacado de la friki-plaza y andaba vestido de Odín por las calles, por lo que era popularmente conocido como “El vikingo de la Sexta Avenida”. La mayoría de los turistas no imaginaban que este personaje tenía una gran formación musical.
Moondog, nombre por el que es más conocido, nació en Kansas en 1916 y desde que era niño le gustaron las percusiones. Durante su peculiar infancia, su padre lo llevó a una ceremonia de nativos arapajó, en la que Moondog tocó el tom-tom. Bastó eso para convencerlo de que la música de estos grupos era especial.
A sus 16 años, tomó por error un detonador de dinamita que le explotó en la cara y perdió la vista. Pero él estaba empedernido en continuar su carrera musical y el accidente fue el impulso para desarrollar su audición de maneras nuevas; aprendió música en la Escuela para ciegos de Iowa y siguió estudiando becado por su cuenta. Su estilo es una combinación de jazz con algunos elementos de la música de los nativos norteamericanos.
Eventualmente, se mudó a Nueva York, donde entabló relación con músicos como Leonard Bernstein y Benny Goodman. Era conocido entre múltiples intérpretes de jazz y probablemente fue gracias a esta amistad que ganó un juicio en 1954 por el mal uso de su nombre artístico y una de sus composiciones en la radio.
Pero lo cierto es que, pese a inventar instrumentos, composiciones y ser reconocido por sus colegas, no fue sino hasta que se mudó a Alemania, a finales de los setenta, cuando empezó a ser tomado en serio. Hoy les dejo una de mis canciones favoritas de Moondog, “Bird’s Lament”.
*Una recomendación 💡 *
Una captura de su servidora haciendo brujería. Not.
Tal vez recuerdes que hace algunas semanas escribí que estaba participando en un par de concursos de oratoria. Bueno, pues resulta que tras prácticamente mes y medio de rondas, llegué a la final nacional en las dos categorías: Oratoria humorística y algo que han nombrado como Relatos fantásticos.
Desde mi experiencia, el tipo de oratoria más difícil que existe es la humorística; porque no se trata de hacer stand-up o de contar chistes, sino de dar un mensaje con cierta carga de humor, con el objetivo de entretener, pero que sí tenga la estructura de un discurso. No sé si te he dicho esto, pero yo digo que sólo soy chistosa cuando no quiero serlo, así que enfrentarme al escenario contando episodios humorísticos no es fácil. Eso he aprendido en estos concursos, que la única manera de superar los miedos, por más que parezca obvio y tautológico, es enfrentarlos. De por sí, estar en un escenario, aunque sea virtual, impone. Y contar cosas graciosas arriba del escenario, ¡más! Porque está el constante miedo a pensar, ¿y si nadie se ríe? Tengo algo a mi favor: hablo sobre los baby boomers y esas criaturas dan risa naturalmente.
A estas alturas espero que se haya notado que me gusta escribir cuentos, ¡pero también me gusta contarlos de viva voz! Además de la escritura, la locución es mi segunda gran pasión. Tal vez porque mi vida profesional cambió radicalmente el día que me paré en una cabina de radio. La voz tiene un dejo especial de cercanía que no siempre se puede hacer con las letras, es más íntimo y más franco. Así como puedes saber muuucho de una persona con sus letras, puedes saber quizá más cosas por medio de su voz. Todo esto para decir que mi cuento es una cosa astro pequeña sobre un encuentro con la muerte durante una llamada de Zoom. Agradezco al amigo que me dio la idea.
Y bueno.... ahora que sí llegué a la final, me gustaría tener porra e invitarte a ver. Habrá transmisión en vivo por esta página de Facebook a las 19:00 horas el viernes. ¡Ahí nos vemos! Si estás interesado en la organización que promociona estos concursos, respóndeme este mail y te platico.
*Una minificción🖋️*
El tamborilero de Hamelin
Érase una vez, en un pueblo lejano, muy lejano, que llegó un hombre extranjero, con un tambor colgando. Su apariencia era el de un anciano y su hablar era holgado, como el de un sapo parado en el pantano. No dejó de tocar su tambor, él, muy ufano; su ritmo era miliciano y a nadie le pareció un villano. Sólo un niño sordo lo miró desconfiado, ¿quién era ese encantador paisano? En un dos por trés, el pueblo su rey decidió nombrarlo, porque su musical talento era bienaventurano. Habiendo éxito trinado, al castillo el tamborilero corrió volado. Como ratas bajo un encanto, el pueblo lo siguió envalentonado. Sin embargo, el niño se quedó helado, porque intuía que su burgo acabaría acosado.
Qué tamborilero tan inhumano, porque bajo su mandato, todo fue devaluado. El pueblo por un año entero fue maltratado. Y el tamborilero, en su castillo, una gran fortuna ya había amasado.
Harto de tener a sus conocidos desahuciados, el niño sordo, una noche, el tambor tomó prestado y éste, con sus pequeñas manos, fue examinado. Qué sorpresa, sorpresa, pues el tambor no era cotidiano. Había sido elaborado por medio de un encanto. Quien lo escuchara, por mentiras acabaría enganchado.
Insultado, en la plaza del pueblo, el niño acusó al tirano. Desconfiado, el sabio pueblo echó un volado. El veredicto fue diluviano: el niño en un árbol fue colgado.
Y colorín colorado, el tamborilero siguió reinando.
*Una reflexión 💭*
En los últimos días he pensado mucho en las cosas que hago bien y disfruto hacer. No siempre son las mismas. Digo, les podría decir que me gusta mucho bailar, pero quienes han tenido el infortunio de verme en una pista, saben que si eligiera ese camino como forma de vida, me iría lo que sigue de mal. No conozco persona que no tenga miedo de pedir la opinión de los demás, pero les juro que a veces los que están allá afuera nos pueden ayudar a identificar nuestras verdaderas virtudes y flaquezas. Espero que tengas identificadas las tuyas y, todavía más, les saques provecho.
Porque esa es la segunda parte. Sacarle jugo a lo que eres bueno. De nada sirve que yo sepa que una de mis virtudes es, por ejemplo, tener cierta capacidad para hablar ante un micrófono si nunca lo hago (no por nada ando planeando un podcast). En estos días he tratado de incorporar nuevas actividades que me llenan. Es padre terminar tu día tarde pero sabiendo que hiciste cosas que te parecen importantes.
Tengo una conocida muy sabia que dice que el mundo se merece nuestra mejor versión, así que si no tienes identificadas las cosas con las que puedes cambiar tu entorno para bien, no tengas miedo de preguntar. Si ya las sabes, ponlas en práctica. Todos te lo vamos a agradecer.
P.D
Como Facebook prometió desde sus buenos tiempos, este newsletter SIEMPRE será gratis. Pero el trabajo creativo no deja de ser trabajo. Así que te dejo este link por si quieres invitarme un cafecito, con la promesa de un día tomárnoslo en la misma mesa, y animarme a seguir con este proyecto y extenderlo a otros lares.
¡Hasta el próximo miércoles!
Con cariño libre de virus,
J. McNamara, aka Geeknifer.
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