La fábrica de tristeza

“La medida de quienes somos es lo que hacemos con lo que tenemos”, Vince Lombardi
La gente que me conoce en persona sabe que desde mediados de septiembre hasta estas fechas mis fines de semana cambian radicalmente.
Sabe que los domingos optaré por disfrazarme de verde y tendré una cita con la televisión, a la que le gritaré durante alrededor de 3 horas continuas. Muy al estilo de aquel señor argentino zorrajándole groserías a la pantalla. Si jamás has visto ese video, es una joya que te dejo aquí.
Sí, sí. Gracias a mis alaridos es probable que mi edificio entero sepa que tengo un problema mental que sólo se presenta los domingos (algunos lunes y jueves también). Para mi fortuna o infortunio, dependiendo del resultado del partido, el único deporte que sigo con fervor es el futbol americano y le voy a los Green Bay Packers.
Los Packers juegan en Wisconsin, al norte de los Estados Unidos. Green Bay prácticamente es frontera con Canadá. Es una ciudad de alrededor de 100 mil habitantes y, cuando se construyó el estadio, el Lambeau Field (antes City Stadium), fue pensado para que todo el pueblo cupiera en él. De hecho, son el único equipo de futbol americano cuyos dueños son la ciudad misma. Una cosa bastante cooperativa. Palomita para ellos.
Esta carta se trata sobre el deporte y lo que nos hace en la cabeza. Especialmente me enfocaré en el futbol americano como base, pero aplica para cualquier disciplina. Por supuesto, esto viene a colación porque este domingo es el Super Bowl LVI. Uno rarísimo, si me lo preguntan, porque: ¿Bengalíes contra Carneros? ¿Neta?
Si tienes interés en el encuentro pero no tienes ni idea de cómo se juega este deporte, tengo dos videos de menos de dos minutos que explican las reglas con palitos y bolitas. Acá el primero y aquí el segundo.
*Un producto 🔮*

The Hero’s Journal
Interrumpimos este programa para entregarte otra cita de Vince Lombardi: “El único lugar donde el éxito viene antes del trabajo es en el diccionario”.
Esto viene a cuento porque hace unas semanas pedí una copia de “The Hero’s Journal” y es una ñoñada que me ha servido mucho en estos días. El diario del héroe nació como un proyecto en Kickstarter y se ha vuelto bastante exitoso: su secreto es combinar storytelling con productividad.
En sus páginas hay que elegir una misión, una quest, que se recomienda cumplir en 90 días. Yo soy la típica persona que llena su día de cosas por hacer y a la mera hora sólo hace una bien hecha y deja a medias las demás. La idea es enfocarse en 3 cosas diarias, escribir por qué estamos agradecidos, proponernos un horario, así como identificar nuestros aliados y nuestras amenazas. Al término de cada semana hay una fase para “subir de nivel”.
Me agrada el estilo lúdico y las páginas llenas de dibujitos que pueden ser iluminados. Hasta el momento, ha impactado en el número de tareas que completo. Lo puedes comprar aquí.
Ya te contaré si pude acabar mi “misión” de 90 días (psst... tiene que ver con una novela).
*Un video (para reír) 🎞️*
Bueno, si no sigues el fut americano, te preguntarás: ¿quién diablos es Vince Lombardi? Fue un entrenador mítico de la National Football League. El trofeo de campeonato de la NFL, el del super tazón, se llama así por él. Este señor entrenó, por supuesto, a los Green Bay Packers y tenía una filosofía dentro y fuera del campo muy interesante. Era una máquina de frases memorables, tanto, que uno de mis mejores amigos dice que Lombardi es “el Toño Esquinca del futbol americano”.
Quiero pensar que sus consejos son algo más profundos que los del locutor del programa radiofónico de autoayuda, pero bueno. Lombardi fue quien pronunció la frase “Ganar no lo es todo... es lo único”. Pero también, alguna vez tuvo que decir “No perdimos el partido, sólo se nos acabó el tiempo”.
Eso nos sucedió hace unas semanas contra San Francisco. ¿No te ha pasado que tu equipo preferido se comporta igualito que tu patán o patana personal, ya sabes, del o de la que te enamoraste pese a todas las advertencias? El proceso es: no crees que la relación pueda funcionar, te enamoras, te vuelves creyente y luego te rompen el corazón en cachitos. Así me paso con mi equipo este año. Nunca creí que llegaríamos al Super Bowl. A media temporada, el capitán de los Packers, Aaron Rodgers, estuvo envuelto en una polémica porque el idiota no se quiso vacunar. Seguía sin tener fe y, de pronto, me devolvieron la esperanza cuando ganaron pese a mis pronósticos. Todo iba viento en popa y nos frenaron en un partido que debió ser “trámite”.
Para mi mala suerte, resulta que convivo todos los días con un fanático acérrimo de los 49ers de San Francisco, los vencedores en ese partido. Aunque, la verdad, fue bastante comprensivo con mi persona. Esta derrota me dejó viendo la tele, como esperando a que hubiera un quinto cuarto. Y luego simplemente fui a la cama a hacerme bolita y llorar a moco tendido. Al día siguiente me tardé mucho en salir de las sábanas y no quise ver a nadie.
De pronto, me dije: esto es ridículo, tengo que racionalizar este sentimiento de alguna forma.
Así, me puse a investigar qué pasaba por mi cabeza. ¿Por qué me sentía así de mal? Entre las cosas que encontré fue un video que me llenó de alegría. Un fan de los Browns (famosones por no dar ni una en el fut americano) que le reclama a su equipo afuera del estadio que es “una fábrica de tristeza”. El final es maravilloso porque representa a todos los fans de cualquier deporte. No te lo espoileo, velo aquí.
*Otros videos (para descubrir) 🎞️*
Yo, hecha bolita en mi cama, como si la derrota de los Packers fuera MI derrota y viendo videos. Así encontré datos interesantísimos que resumo aquí combinados con mi experiencia:
Mi papá me ponía frente a la tele a ver a los Packers desde bebé. Estaba destinada a irle al verde y dorado. Qué te digo. La mayoría de la gente se vuelve seguidora de un equipo para cuando tiene 7 u 8 años.
Ser fanático es como tener una religión personal. No es algo muy racional y nos conforma como personas. De hecho, es común que la gente que le va a un equipo exitoso tenga mejor autoestima.
Ser un fan es pertenecer a una comunidad aunque no conozcamos realmente a esa comunidad. Lo cual es bastante sano para nuestra salud mental y social. Nos apoyamos desinteresadamente.
Parte de nuestro cerebro reptiliano desea hacer la guerra. Quiere pelear. Eso no es muy bueno para la civilización, pero el deporte nos da esa parte estúpida que todos requerimos... en un ambiente controlado. ¡MUERTE A LOS OSOS DE CHICAGO! ¡FU** THE COWBOYS! (a este punto regresaré después).
Los fanáticos de equipos exitosos lidian mejor con la idea de la muerte. Esto está de locos. Una vez más: el deporte es como una fe.
Uno de los expertos de los videos que vi habla de un fenómeno rarísimo. Si pides una pizza y tres pedazos vienen podridos y dos sin los ingredientes que requeriste, ¿volverías a pedir pizza de ese lugar? Pues no. Pero los fanáticos seguimos pidiendo pizza de ese lugar.
¿No has oído de los fans que llevan más de cien años sin ganar un campeonato y siguen apoyando a su equipo? Ser fan es bueno para aprender a lidiar con el fracaso y tener esperanza por el futuro.
Si quieres saber más, este video y este otro me encantaron.
*Una minificción 🖋️*
Sólo quedaban 16 segundos en el reloj.
El frío se me había olvidado.
Nos quedaba una jugada. Ya no había tiempos fuera.
Era el último día de 1967. Fue mucho antes de que imaginara que iba a salir en las películas. Yo tenía 12 años. Russell me había llamado la noche anterior y me había dicho que a Jack le había dado rubeola.
—¿Qué dices, Billy, vienes conmigo?
Odiaba que me dijeran Billy, pero esto era mejor que el boleto dorado de Willy Wonka.
Dije que sí, pero mis padres no querían dejarme ir cuando colgué:
—¿Cómo regresarás con semejante frío? —. Mentí:
—Los papás de Russell nos regresan —. No estaba seguro: pero era eso o nada. Conseguí el permiso, sobre todo porque mis papás creían que el partido se iba a cancelar.
En retrospectiva, eso debió suceder, pero el comisionado estaba demasiado ocupado y no creyó cuando le dijeron que el frío era similar al del Polo Norte.
Al día siguiente me puse todos los pares de calcetines que pude, como cinco, y en cuanto llegamos al Lambeau Field supimos que algo andaba mal. ¿No se supone que habían puesto un sistema de calefacción eléctrico y moderno? Pues se había congelado.
La mamá de Russell nos consiguió unos paquetes que la esposa del capitán estaba vendiendo afuera. Era un sleeping bag con mangas. Y aún así sentía que iba a morir de hipotermia. Más tarde supe que la temperatura era de -25 pero el viento era de -43. Me dolía la cara, me dolían los pies, las manos y todo.
Excepto el corazón.
Los dos primeros cuartos fueron fáciles. Ya sabíamos que si Bob Hayes tenía las manos escondidas, los estúpidos vaqueros correrían. Si las tenía afuera, iba pase. Pan comido. Ya íbamos arriba: 14-0.
Para el descanso, bajé para ver cómo los jugadores regresaban a los vestidores. Alcancé a oír la conversación entre dos de ellos, Walt Garrison, creo, y alguien más que no reconocí.
—Somos unos idiotas por jugar con este maldito frío de mierda.
—Estos que nos están viendo son más idiotas. ¡Ellos pagaron por estar aquí adentro!
La banda no tocó al medio tiempo. Diez de sus miembros tenían síntomas severos de congelamiento tras la práctica de la mañana.
Al volver, las cosas fueron de mal a peor. Perdimos el balón dos veces y los vaqueros de Dallas, con todo y el frío que era una ventaja, iban ganando 17-14. Además, el partido era muy difícil de seguir porque los réferis pegaban de gritos: sus silbatos se habían congelado.
Sólo quedaban 16 segundos en el reloj.
El frío se me había olvidado.
Era ahora o nunca. Bart Starr, nuestro mariscal de campo, tomó el balón y no lo soltó. Todos sabíamos que él no era muy bueno corriendo, pero estaba a sólo unas pulgadas y dio unos cuantos pasos sin detenerse.
Fue touchdown. Salté de alegría, me quité el sleeping y abracé a Russell con extremidades entumidas; me sentí invencible. La maldita tundra nos había dado una ventaja.
Los papás de Russell sí nos tuvieron que regresar esa noche a casa, andando a vuelta de rueda y pidiéndole a Jesucristo que el hielo no nos matara en la carretera hacia Appleton y los míos, ambos médicos, me metieron a la tina en cuanto puse pie en casa. No me podía ni mover. Cuando salí, Russell me llamaba por teléfono.
—Billy, no voy a poder ir el fin de semana a la carne asada. Estoy muy enfermo.
—Qué lástima. Yo siento que se me van a caer los dedos de los pies. Oye, Russell, ¿No me puedes decir mejor Willem?, por la victoria... y porque no quiero que me confundan con mi papá.
—Qué snob, Dafoe. ¿Se te congeló el cerebro?
—Mira, está bien, tú dime como quieras. Me llevaste al mejor partido de la puta historia.
—Fuck the Cowboys.
—¡Fuck the Cowboys! —. Y a lo lejos, escuché:
—¡JUNIOR! ¡DEJA DE DECIR PALABROTAS AL TELÉFONO!
Me reí y besé el jersey verde, con mi número 15 enorme en medio.
Esta historia está basada en personajes (y fans) reales de Green Bay durante el juego conocido como Ice Bowl.
*Una reflexión 💭*

Roland Barthes habla del futbol soccer como una especie de guerra. Creo que todos los deportes se tratan de darnos entretenimiento para esa parte de nuestra psique que sigue anhelando victorias.
Durante mi investigación depresiva seguí viendo el mismo patrón: hasta los ateos le confieren algo espiritual a sus equipos. Creemos en una cosa que nos hace ser quienes somos. Claramente yo no vivo en Green Bay, tampoco tengo acciones del equipo y, sin embargo, cada vez que veo el verde y el dorado lo defiendo a capa y espada.
Claramente yo no estaba viva en 1967, pero leer sobre el Ice Bowl me llena de un ánimo como de ir a defender la bahía verde y ver a nuestro capitán como un general de guerra. Me devuelve la esperanza porque el próximo año, tal vez, sí sea nuestro año.
Me hace feliz que ganen los Empacadores (que, por cierto, empacaban carne y no queso, como muchos creen) y sus triunfos son mis triunfos.
No sé si tengas un deporte o equipo favorito. Si lo tienes, brindo por ti, porque seguramente algo has aprendido cada vez que atestiguas un gol, una canasta o una carrera. Y también cuando no sucede nada y te vas a casa con las manos vacías.
Parafraseando a Valdano o a Sacchi, quién sabe quién dijo primero la frase: el deporte es lo más importante de las cosas menos importantes. Es lo que nos hace vibrar y creer. Y, tal vez, nos hace mejores personas.
Que tengas lindo miércoles. ¡Hablando de deporte! Ojalá puedas ver los Juegos Olímpicos de invierno porque desafían los límites de la humanidad y hoy estará Donovan Carrillo en la noche en el patinaje artístico. Vale la pena echar porras.
...Por cierto, si todavía no tienes equipo favorito de fut americano, los Packers son una gran elección.
P.D
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¡Hasta el próximo miércoles!
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J. McNamara, aka Geeknifer.
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