La Edad Media nos enseña algo sorprendente
Hoy estamos vivos. Quizá mañana no. El medioevo, más allá de saberes científicos, tiene su as bajo la manga que nos viene bien a nosotros, tan contemporáneos.
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Cuando era más joven, mi periodo histórico favorito era la Edad Media, porque está lo suficientemente lejos en el tiempo como para que sea medio mitológica. Y por la herencia Occidental, la denostamos de más. En realidad, no todos creían que la tierra era plana o que era el centro del universo en esa época.
Digo, tampoco me hubiera gustado vivir en una época sin baños, vacunas o penicilina. Pero sí que me encanta pensar en los rebeldes medievales: saltarse las normas cristianas y empezar a descubrir el mundo a escondidas.
Para hablar sobre esta época, en el menú de hoy tenemos una serie 📺, un videojuego 🎮, un cuento 🖋️ y una reflexión 💭 sobre cierta enseñanza bella medieval.
Una serie 📺
Una buena amiga de la universidad lo expresó así: “Yo no sé por qué nadie había hecho una serie cómica de El decamerón.”
El decamerón es un libro con cien cuentos escritos por Giovannia Boccaccio por a’i de los mil trescientos. Es de los volúmenes más populares de textos seculares, o sea, esto no se trata de religión. Se llama así porque son diez días. Diez días en que los protagonistas de Bocaccio huyen de una Florencia llena de peste al campo y se ponen a contar historias.
El libro fue prohibido por la Iglesia un par de siglos después. Después de todo, trataba de puras cosas pueriles: peleas entre hombres y mujeres, enredos de amor y… sexo.
Bueno, pues Netflix sacó su versión en serie del Decamerón. Hago el apunte de que todavía no la termino, pero los capítulos que llevo me han parecido muy divertidos. Los actores no podrían ser mejores.
Básicamente, vemos a un grupo de nobles y sus sirvientes huyendo de la peste y sobreviviendo al memento mori. Porque de pronto, los personajes caen en la cuenta de que probablemente les queda poca vida y… ¿no deberían pasarla mejor sin importar su condición?
Sé que es comedia, pero esto es un poco la vida, ¿no deberíamos querer nosotros también pasarla bien?
Para ver El Decamerón, te dejo el enlace de Netflix.
Un videojuego 🎮
Vamos a entrar en terrenos que podrían pasar por temas teológicos aburridísimos, te aseguro que esto se pone bueno. De acuerdo con el cristianismo, hay cuatro cosas últimas: la muerte, el juicio, el cielo y el infierno. Estos son temas para que los creyentes mediten durante la oración. Si no lo has hecho, evidentemente no estás siendo buen cristiano.
Y un genio tomó eso de inspiración e hizo un juego bellísimo tipo “point and click”. O sea: para jugarlo no necesitas mucha coordinación o ritmo, sólo picarle a la pantalla.
El argumento de Four Last Things es el siguiente: un hombre llega a una parroquia para que le perdonen sus pecados. Pero como sus pecados fueron cometidos en otra zona, esa parroquia no tiene jurisdicción y los sacerdotes no pueden perdonarlo… A menos de que el hombre vuelva a perpetrar sus siete pecados (adivinaste, son los siete pecados capitales).
Así que hay que ayudarle al protagonista a pecar.
Hay varias cosas encantadoras de este juego además de la propia historia. La primera es el arte. Todo lo que uno ve en pantalla fue tomado de obras reales. Lo segundo es la música, piezas renacentistas y barrocas de dominio popular.
Es un muy buen juego si te gusta el humor negro o disfrutas del arte. Lo puedes conseguir en Android, iOS o Steam.
Un cuento 🖋️
Brujas
La vida de las hermanas Eufemia y Gregoria cambió un día de verano luego de que lloviera a cántaros. Caminaban juntas al pozo, evitando las raíces de los árboles y los charcos.
Gregoria, que no era muy hábil, resbaló con el lodo y cayó por una ladera sin poder detenerse, dando vueltas y vueltas; su rubio cabello salvaje se fue llenando de ramas y lodo. Eufemia la admiró espantada, porque la caída fue absorbida completamente por la cabeza de su hermana.
Eufemia ya había visto morir a otros dos hermanos. Uno entre la garras de un lobo. Otro por la peste. Gregoria era su única hermana; era diferente. Eufemia entonces se deslizó por la ladera empantanada y llegó junto a su hermana que, para el alivio filial, estaba incorporándose y sobándose la cabeza.
–¡Jesús! ¿Estás bien? –preguntó Eufemia, quitándose un mechón rojo de la cara.
–Eso creo. De hecho… me siento muy, pero que muy bien. ¿Ya te fijaste que el verde de las plantas hoy es verde, verde?
Mientras decía esto, Eufemia le revisaba el cráneo a su hermana, fuera de un chichón, no parecía haber más daño. Ella no le dio importancia a la pregunta de Gregoria.
–Quédate aquí, voy por el agua y regresamos.
A partir de ese día, el comportamiento de Gregoria fue muy distinto. Se escapaba de sus responsabilidades para ir por el bosque recogiendo plantas y mezclándolas. Eufemia hacía todo lo posible por hacerla de tapadera. Unas semanas después, cansada, fue con su hermana:
–Desde que te pegaste en la cabeza actúas rarísimo. ¿Qué te pasa?
–¡Es que todo en la vida es muy hermoso! ¿Por qué nunca le habíamos puesto atención a las flores y las raíces? ¿Por qué nos empeñamos en limpiar aquí cuando afuera se está mejor? –le dijo Gregoria con voz soñadora.
–¿Te has vuelto loca? ¡Si no trabajamos podrían matarnos! Ya sea padre y madre o los amos.
–¿Matarnos?
–¡Sí! A cuchilladas, a palos, ¿qué se yo? –gritó Eufemia desesperada.
–¿Qué es eso? –preguntó Gregoria.
–¿Los palos? –se extrañó su hermana.
–No… ¿matarnos?
–¡Sí, Gregoria! Matarnos, morir, acabar con nuestra vida.
–Eso es imposible.
Eufemia descubrió ese día que el golpe en la cabeza sí le había afectado a su hermana. La dejó ser. Y los días pasaron mientras ella hacía el trabajo de las dos y Gregoria pasaba tiempo fuera y regresaba a la bodega por las noches. Eufemia a veces la acompañaba y miraba que Gregoria usaba uno de los hornos para derretir cosas. A Eufemia ya le daba igual. Su hermana se había quedado medio loca, pero todavía podían reír juntas.
Hasta el día en que llegó el inquisidor y se llevó a Gregoria de los rubios cabellos. Entre los gritos de ambas hermanas, Eufemia alcanzó a escuchar:
–¡Lava mi camisón!
El inquisidor y su séquito se llevaron todas las cosas de Gregoria. Salvo su ropa. Así que Eufemia quiso obedecer la extraña y última petición de su hermana. Pronto, descubrió que el camisón hecho bolas guardaba una piedra. Negra, sin brillo. No era un guijarro. Algo tenía de raro pero no supo decir el qué; igual se la metió al mandil. Se prometió traerla siempre consigo.
Eufemia sobaba la piedra mientras vio a Gregoria morir quemada en la hoguera. Las lágrimas de ambas hermanas se mezclaron. Para sorpresa de la pelirroja, su hermana rubia le sonreía. Y tuvo el temple para morir con la boca sellada.
Mientras la multitud y ella se retiraban, Eufemia cayó al suelo de rodillas y, aunque sintió dolor, para su sorpresa no le había pasado nada. Le pareció muy extraño. En cuanto llegó a la cocina, tomó un cuchillo y se hizo un pequeño corte en el dedo que desapareció al instante.
La mujer de rojos cabellos sobó la piedra negra que traía en su mandil y sonrió.
Una reflexión 💭
Me gusta la Edad Media por cierto factor religioso, sí. Es decir, pensar tanto en la religión nos lleva sin duda al final de la vida. Y creo que es la antesala para que el renacimiento y el barroco después se obsesionaran tanto por recuperar el “memento mori”. Recuerda que vamos a morir.
Una de las primeras teorías que aprendí en la universidad y que me sigue volando la cabeza es algo que sugiere Vilém Flusser: Los humanos nos comunicamos para olvidarnos de la muerte. Porque por más que Descartes haya dicho que porque pensamos existimos, en realidad no podemos saber a ciencia cierta si nuestra existencia es un sueño, o en términos más actuales, no sabemos si la existencia es una simulación de computadora o el artificio de unos marcianos.
Pero de que se va a acabar, se va a acabar.
A mí me gusta olvidarme de la muerte con estas cartas, seguro. Espero que hoy sea un día en el que estés consciente de que, aunque todo se puede acabar, todavía queda mucha vida por disfrutar.
Un meme 👾
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Con cariño libre de virus,
J. McNamara, aka Geeknifer.
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