Cómo provocar el llanto e invocar fantasmas
Miércoles en viernes. Si estás entrando al fin de semana de bajón porque llueve, en esta carta encuentras una recomendación para llorar y un cuento sobre fantasmas que responden a la música.
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La lluvia golpea contra la ventana. ¿Qué haces?
Hay gente que cree que es el mejor tiempo para prender la tele y maratonear series. Otras personas prefieren preparar té, chocolate o café… (Yo soy de estas últimas, pero porque no importa el clima, siempre estoy tomando café). Hay gente loca que sale a mojarse. A mí me parece un tiempo excelente para tener nostalgia y estar algo triste. Para atrevernos a llorar.
Como podrás ver, he estado hasta el cepillo de trabajo pero tenía muchas ganas de mandar este newsletter. Así fuera en viernes. Hoy es miércoles en viernes. En este menú nostálgico hay un libro 📕, una recomendación para que llores 💡, una rolita 🎶 y un cuento 🖋️.
Un libro 📕
“Siento algo que no sé cómo definir”. Si has sentido esto como yo, no te preocupes. Seguro hay alguna palabra en otro idioma que explica qué pasa por tu corazón o química cerebral.
Cortesía de mi editorial favorita, el Atlas de las emociones humanas de Tiffany Watt Smith se explica solo. Tiene grandiosas referencias a emociones desconocidas y muy buenos ensayos sobre algunas muy conocidas.
¿Quieres verlo por dentro? Sígueme en Instagram porque haré un video de él en los próximos días.
Una rolita 🎶
A Bob Dylan le gustaba su estilo. Tocaba la guitarra de doce cuerdas y el banjo. Tenía una voz extraña. Era bluesera y aunque no se le reconoció en su vida como una gran artista, hoy es de culto.
Karen Dalton es única. Y en su álbum In My Own Time hay una canción folk que me fascina, ideal para la lluvia y que tiene el fabuloso acompañamiento de Bobby Notkoff (quien es más famoso por haber colaborado con Neil Young). Es una interpretación de “Katie Cruel”:
Una recomendación 💡
“Quiero llorar pero no puedo”. Yo decía esto con mi mamá de otra manera: “Me duele la garganta”. Mi primer síntoma de tener lágrimas atoradas era una molestia en el pescuezo.
Me hubiera encantado tener este sitio en este momento:
Hasta el momento, no me falla. Cry once a week (Llora una vez por semana) no sólo te da videos para que llores, sino que tiene un fabuloso e-book que describe los beneficios de la lloradera. Estos incluyen alivio del estrés, tener menos posibilidades de sufrir enfermedades cardiacas y una comprensión mayor de las emociones.
Ahora que no puedo pasarte un kleenex, pero las lágrimas hoy las patrocino yo.
Un cuento 🖋️
Invocación
Llevaba dos años sin hablar con él. Desde 2022. Aunque él había muerto en 2018.
Te preguntarás cómo le hago para hablar con los muertos. Bueno, lo que pasa es que no puedo hablar con ellos a mi voluntad. ¡Al revés!, ni siquiera soy buena médium: sólo puedo hablar con un muerto y cuando a él se le da la gana.
Con una canción lo invoco. No cualquier canción, tiene que ser una canción nueva. Este fantasma sólo se aparece cuando a Bill Callahan se le ocurre sacar un disco nuevo. Callahan es un ser medio hípster para hípsters que fue muy importante en la escena indie de los ochenta. Su rollo es muy del oeste de los Estados Unidos. Pero al fantasma y a mí nos gustaba.
La primera vez que se apareció estaba sonando “Pigeons”.
No se me olvida porque el verso “Hello, I’m Johnny Cash” me puso la piel de gallina. Después de todo, Callahan tiene la voz perfecta. Y tampoco me olvido del segundo 0:30 de la canción porque en ese momento el ambiente empezó a oler a cuero. La primera vez que lo vi, él traía una chaqueta de piel y me pareció muy fuera de lugar en un ambiente hippie como el nuestro y en el que lo común eran sudaderas de jerga (hoy la gentrificación las llama baja hoodies). Odié a ese ser extraño con aroma a cuero.
Lo odié porque me gustó, por supuesto.
Ese día de 2020 no bajó la temperatura, como dicen las películas de terror. Sólo se apareció entre el olor a piel, como un hombre traslúcido. Al 1:16. Será que le gusta la guitarra, a él. Repetí su nombre, asustada, pensando si me había vuelto loca.
–¿Qué te pasa? ¿Nunca habías visto un fantasma? –me contestó.
–¡Pues claro que no! ¿Qué haces aquí?
–Oí la música y te quise visitar. Ponle repeat a esa, ándale.
Obedecí sin chistar y volteé a ver al fantasma sentado en el sillón, con la pierna cruzada en cuatro.
–¿Pero no… pasaste al otro lado o como se diga? ¿Estás en el infierno y regresaste? –pregunté confundida.
–¡Ah, luego, luego! ¿Piensas que me merezco el infierno?
–Ja, nooo. Pero no creo que hayas acabado en el cielo. Te aburrirías –contesté.
–Me conoces bien –dijo el fantasma.
–No tanto como hubiera querido.
–Suenas como si hubieras querido ser mi novia.
–Por supuesto que no. Habría sido la cuarta en tu funeral. Eso no te lo tomas en serio. Prefiero ser lo que soy. Una mujer sin apelativos… ¿Ya visitaste a tus novias, por cierto?
–No, ellas sí lloran si me ven. Tú sólo estás sorprendida. Casi tanto como cuando me morí.
–Eres demasiado joven para estar muerto.
–No me digas eso porque la última vez que me usaste de inspiración y me pusiste de protagonista, me mataste en el cuento con todo y mi juventud, oye. ¿Acaso eso no fue una semana antes de que me muriera de verdad?
–¡Pues sí! ¿Estás enojado conmigo por eso? –dije, apenada.
–No, en realidad me divierte. Sobre todo porque estoy seguro de que pensaste que fue tu culpa. Pon “Sycamore” y luego regrésale al disco nuevo.
Estuvimos hablando lo que duraron las diez canciones. Por supuesto, no me dijo qué había del otro lado. No sé si porque lo tiene prohibido o porque disfruta torturarme. Sí me dijo las cosas que más extrañaba, como el béisbol, ver a los Bills y sus libros de poesía.
Este ritual se repitió al año siguiente, con Blind Date Party. Y luego en 2022, con YTILAEЯ.
2023 no fue un buen año, no hubo álbum nuevo.
Pero este verano me sorprendió ver en mi radar de novedades a Bill Callahan. Una sonrisa me cruzó el rostro mientras los vellos de los brazos me daban cosquillas. El nombre del álbum era macabro: Resuscitate! Una broma de mal gusto. Una que me urgía poner a prueba.
Era un disco en vivo. Puse “Keep Some Steady Friends Around”.
Como siempre, el cuarto se empapó de cuero. Él apareció disfrazado de personaje de Vaselina, sentado en el sillón mientras marcaba el ritmo con el pie derecho.
–Esa rola suena mejor en esta versión.
–Parece una buena lista de canciones, sí. ¿Cómo va el inframundo? –pregunté.
–Raro. Le hace falta cerveza.
Esta vez, me sorprendió con una petición.
–¿No quieres bailar? El sax se presta.
–¿Se puede bailar con un muerto?
–No sé por qué todo lo cuestionas todavía. Vamos a averiguarlo.
Él se puso de pie y me tomó de la cintura. Sorprendentemente, el contacto con un espíritu es mejor de lo que dicen allá afuera. Claro que se siente. Es como si una película eléctrica se posara sobre la piel. Y como si en vez de piel, tuvieras plumas. Acabamos casi brincando. Me reí de lo mal que lo hacíamos. Al terminar, de todos modos, agradeció con una reverencia.
–A ver, ponte “Small Plane” –dijo.
No entendía cómo después de tanto tiempo no me había pedido esa canción, que siempre había sido su favorita.
–¿No te trae buenos recuerdos esta? –No contesté de inmediato. Su pregunta parecía retórica. Se me hizo un nudo en la garganta.
–¿Cuando una noche y encuerado me dijiste que a ver si estudiábamos juntos en Barcelona?
Traté de decir esto de la manera más chusca posible, pero los ojos se me llenaron de lágrimas.
–Por ejemplo. Estábamos muy rotos en esos días. Yo me acuerdo más de cómo escuchaste. De cómo dijiste cosas. De cómo no dejabas de tocarme la barba. Como si fuera yo marciano.
–Más bien era porque yo no tengo una.
–No te verías bien.
Muy a mi pesar, bufé y sonreí.
–Te doy la razón –contesté.
–Date de santos que ya no tengo Twitter porque igual esta conversación quedaba registrada.
–Discúlpeme, don tuitstar que no entiende de privacidad. ¡Ah! Sí es cierto. Twitter ya no se llama Twitter.
–¿Perdón tuitstar? Soy un cronista de lo mundano, más bien. ¿Y cómo que ya no se llama Twitter?
–Sí, lo compro Elon Musk y le puso “EX”… ¿Sabes quién es?
–¿Tu ex? Hace tiempo que no me cuentas esas cosas. Pero si te refieres a Musk, es el de los cohetes, ¿no? ¿Cómo no iba yo a saber quién era?
–Pues es que se te daba más por tuitear sobre Roland Barthes y Allen Ginsberg. No sabía si un ingeniero millonario sería de tu interés.
–Es como nuestro Iron Man. Pero horrible porque eso nos merecemos en la realidad. Pon la primera rola del nuevo disco.
–Es la de “First Bird”.
–Qué bueno porque esa me gusta. Volviendo a ¿Equis? ¿Cuántos seguidores tengo ahora?
Me metí a Twitter en la computadora y tecleé su nombre de usuario.
–Todavía están ahí 19 mil personas. Y tu tuit futurista sigue fijado.
–¿El del epitafio? –me preguntó él.
–Ése. ¿Por qué fregados tuiteaste tu epitafio?
–Por si me moría.
–¿Quién anda pensando en su muerte si no está deprimido?
–Bueno… La última vez que escribiste un cuento sobre mí, en la historia, me mataste. Hiciste que me suicidara. Así que deprimido sí te parecía. Todavía me acuerdo de la cara que pusiste cuando te enteraste de que una semana después de escribir eso me morí.
–¿Me lo vas a recordar toda la vida?
–Y toda la muerte, también. ¿Me vas a matar también en este cuento?
–No, en este cuento te traigo a la vida. A ver si se cumple.
La canción terminó entre aplausos. Y él ya era de carne y hueso.
***
¿Es tu primera vez? Te dejo más cartas aquí.
Con cariño libre de virus,
J. McNamara, aka Geeknifer.
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¡Qué cuento! Digno de ponerle en un marco de oro, si pudiera
Excelente cuento. Lo ame 🥰