Esto pasa cuando inventas tu idioma
¿Qué pasa cuando el lenguaje que conocemos no alcanza para expresar lo que sentimos? Simple: creamos uno nuevo.
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Querida criatura que lee esto desde donde sea que esté:
¿Alguna vez has sentido que las palabras en español, inglés o tu idioma nativo simplemente no son suficientes para expresar algo específico? Bueno, pues no eres la única persona que ha tenido esa sensación. A lo largo de la historia, los humanos hemos inventado idiomas completos cuan do los existentes nos quedan cortos.
Sigue mi adagio y serás feliz: nada eleva el espíritu como el conocimiento de otras lenguas 😏.
Desde los elfos de Tolkien hasta las tribus de Avatar, pasando por gemelos que crean su propio código secreto, los lenguajes inventados nos fascinan porque representan pura creatividad humana y esconden el secreto de parte de nuestro cerebro.
Hoy quiero llevarte por un viaje a través de estas creaciones lingüísticas que van desde lo académico hasta lo absolutamente mágico. Y sí, también lo absolutamente pretencioso.
El menú de hoy incluye una canción en un idioma que no existe 🎵, una serie que inventó todo un sistema de comunicación 📺, un cuento sobre descubrir idiomas que resulta que están vivos 🖋️ y una reflexión sobre por qué necesitamos inventar palabras 💭.
Te voy a presentar a Theodor Bastard, un grupo ruso que hace algo increíble: cantan en idioglosia. ¿Qué diablos es eso? Bueno, es cuando alguien crea un lenguaje personal que suena como si fuera real, pero que en realidad no significa nada específico. Como cuando éramos niños y hablábamos sin decir nada en galimatías. Yo todavía lo hago cuando canto melodías. “Washawashear”, le dicen los no expertos.
Los de Theodor Bastard no son remotamente los primeros en hacer esto. Hay una señora llamada Lisa Gerrard que amo con locura y pasión desenfrenada que lo hace todo el tiempo. Es bastante probable que la hayas oído por la canción “Now We Are Free”.
Sí, es del soundtrack de Gladiador y no dice absolutamente nada, la letra engrabada en Spotify es joya. ¿Pero a poco no suena hermoso?
Bueno, la canción "Sagrabat" de Theodor Bastard es otro perfecto ejemplo de idioglosia. La voz de Yana Veva crea melodías con palabras que suenan absolutamente místicas y poderosas, como si fueran encantamientos de alguna bruja eslava. Lo curioso es que aunque no entendemos literalmente lo que dice, de alguna manera sí lo entendemos… emocionalmente.
Es lo maravilloso de la idioglosia, que no es un lenguaje inventado como el klingon o el élfico, sino más bien un lenguaje emocional puro. Me encanta que nuestro cerebro puede procesar estas "palabras" inventadas y extraer significado de ellas a través del tono, la melodía y la intención.
Si hablamos de lenguajes inventados en televisión, es imposible no mencionar Game of Thrones y sus idiomas dothraki y valyrio alto. Pero déjame contarte algo que quizá no sabías: David J. Peterson, el lingüista que los creó, no sólo inventó palabras bonitas para que los actores fingieran que sabían de qué hablaban. Creó sistemas gramaticales completos.
El dothraki, por ejemplo, tiene más de 3 mil palabras y su propia gramática. Peterson se basó en las pocas frases que George R.R.R. Martin había incluido en los libros —porque el señor Martin aparentemente tenía mejores cosas que hacer que inventarse idiomas completos— y construyó idiomas enteros a partir de esas migajas. Incluso se crearon diferentes acentos regionales del dothraki, porque obviamente una civilización nómada tendría variaciones según la zona.
Átaremma i ëa han ëa, na aire esselya, aranielya na tuluva, na care indómelya cemende tambe Erumande.
Eso es el inicio del Padre Nuestro… en élfico. Y sí, hay gente que se lo sabe de memoria. Qué personas tan raras.
Sería una grosería no nombrar a J.R.R. Tolkien, quien era filólogo de profesión y que prefirió inventarse sus idiomas antes de ponerse a escribir.
La lógica era simple: si decides crear una mitología completa, necesitas idiomas completos. El resultado fueron el quenya y el sindarin, dos variedades de élfico que tienen gramáticas complejas, historia evolutiva y diferentes registros según el contexto social.
Tolkien creó familias lingüísticas enteras. El quenya es el “élfico alto”, más formal y ceremonioso, usado para rituales y literatura. El sindarin es el élfico cotidiano, más fluido y coloquial. Pero también inventó el khuzdul (idioma de los enanos), el entish (idioma de los ents), diferentes dialectos de órquico, y hasta la Lengua Negra de Mordor, que no deberías estar pronunciando.
A menos que seas una banda de Black Metal noruego y le quieras poner a tu banda Gorgoroth o Burzum. En cuyo caso, adelante, pero no me hagas responsable de lo que pase después.
Game of Thrones y las pelis de El señor de los anillos están en HBO.
La traductora
Marina había dedicado muchos años de su vida a traducir idiomas muertos. Latín, griego clásico, sánscrito: lenguas que ya no se hablaban en las calles pero que seguían vivas en pergaminos vetustos y textos sagrados.
Todo cambió el día que llegó a su oficina un manuscrito diferente. No tenía remitente, sólo una nota que decía: “Por favor, traduzca esto. Es urgente”.
Las páginas estaban escritas en un alfabeto que ella nunca había visto. Los símbolos parecían danzar en el papel, como si tuvieran vida propia. Pensó que estaba loca. ¿Las letras se movían? Marina fotografió algunas páginas y las subió a sistemas de reconocimiento de escritura. Nada. Ninguna coincidencia en lenguas conocidas, vivas o muertas.
Con curiosidad infinita, decidió abordar el texto como haría con cualquier idioma desconocido. Y lo hizo sin cobrar. Como lo hacía desde siempre, desde niña. Buscó patrones. Pronto notó que ciertas combinaciones de símbolos se repetían. Había algo que parecía una gramática, pero era extraña, como si las reglas cambiaran en cada párrafo, en cada contexto emocional del texto.
Después de semanas de trabajo obsesivo, en noche de insomnio, Marina tuvo una epifanía. No era un idioma en el sentido tradicional. Era un sistema de comunicación que codificaba no sólo palabras, sino sentimientos, memorias y sensaciones físicas.
La primera frase que logró traducir o más bien desentrañar, destripar incluso, fue devastadora: “Ayúdanos. Estamos atrapados entre lo que fuimos y lo que podrían ser”.
Marina cerró el manuscrito sepia con manos temblorosas. Por primera vez en su carrera, se preguntó si habría cosas que no deberían traducirse.
Al día siguiente, sin embargo, el manuscrito había desaparecido de su escritorio. En su lugar, encontró una nueva nota: “Gracias. Ahora somos libres”.
Los lenguajes inventados revelan algo profundo sobre la naturaleza humana: nuestra necesidad constante de comunicar lo incomunicable. O nuestra incapacidad crónica para conformarnos con lo que ya tenemos, depende de qué tan optimista te sientas hoy.
Cuando J.R.R. Tolkien creó el élfico, no lo hizo sólo para ambientar sus historias. Lo hizo porque era filólogo y entendía que un idioma es mucho más que un conjunto de palabras: es una manera de ver el mundo.
Tolkien, que era profesor de Oxford y experto en lenguas germánicas antiguas, sabía que cada idioma carga consigo toda una weltanschauung, una de mis palabras favoritas en alemán. Welt es mundo y Anschauung, mirada. O sea, una cosmovisión completa. Por eso sus elfos no podían hablar inglés: necesitaban un idioma que reflejara su relación eterna con el tiempo, su conexión mística con la naturaleza y su melancolía inmortal.
Y es que cada lenguaje natural tiene conceptos únicos que son prácticamente imposibles de traducir. Los japoneses tienen “komorebi” para describir la luz del sol filtrándose entre las hojas de los árboles. Los alemanes tienen “verschlimmbessern”, que significa empeorar algo al tratar de mejorarlo. En portugués está “saudade”, esa nostalgia melancólica por algo que quizá nunca existió. Y nosotros los mexicanos tenemos “órale”, que puede ser desde: increíble hasta apúrate.
Una de mis favoritas es otra alemana, “fernweh”: el dolor que sientes por lugares a los que nunca has ido. Es lo opuesto a nostalgia, es nostalgia del futuro, del viaje que aún no haces, de la vida que aún no vives. ¿Has sentido algo así? Si no, bueno, es la condición natural de cualquier persona que sigue cuentas de viaje en Instagram.
Estas palabras no son sólo curiosidades lingüísticas. Son lentes conceptuales que nos permiten ver aspectos de la realidad que de otra manera permanecerían invisibles. Cuando aprendes la palabra “saudade”, no sólo amplías tu vocabulario: amplías tu capacidad emocional. Ahora tienes un nombre para ese sentimiento específico que siempre habías experimentado pero nunca habías podido definir.
Aquí es donde los lenguajes inventados se vuelven revolucionarios. Cuando alguien inventa un idioma, está tratando de llenar esos vacíos conceptuales que otros idiomas no pueden cubrir. Los klingons, de Star Trek, necesitaban un idioma que reflejara su cultura guerrera, donde el honor es más importante que la vida. Los na'vi de Avatar necesitaban un idioma que expresara su conexión con la naturaleza, donde cada ser vivo está literalmente conectado. Y los hablantes de idioglosia como Theodor Bastard necesitan expresar emociones que van más allá de las palabras convencionales.
En el fondo, inventar idiomas es un acto de rebeldía contra las limitaciones del lenguaje existente. Es decir: “Las palabras que me diste no son suficientes para lo que necesito decir”. Es una manera de hackear la realidad, de crear nuevas formas de pensar y sentir.
Por eso necesitamos conocer estas palabras “imposibles”, estos conceptos que no tienen traducción directa. Cada vez que aprendemos una palabra de otro idioma que no existe en el nuestro, estamos expandiendo nuestra weltanschauung. Estamos volviéndonos más humanos, más capaces de entender la inmensa diversidad de formas en que se puede experimentar el mundo.
Yo soy bastante pueril y uso “trupi-trupi” cuando quiero referirme al objeto del que se me olvida el nombre. Es mi variante del clásico materno: “el d’ese de la d’esa”. Digo que estoy “ñofi” cuando estoy levemente molesta. “Chicuiscuis” cuando estoy triste, más allá del mexicanismo chipil, pero sin tristeza desbordante, sobre todo cuando extraño a mi madre o estoy bajo los efectos lunares. Digo “pipiripipiwipi” cuando algo no me parece, lo cual es sorprendentemente frecuente.
Y tal vez eso es exactamente lo que necesitamos: más rebeldía lingüística, más creatividad para nombrar lo innombrable, más valentía para inventar las palabras que el mundo necesita pero que aún no existen. Porque en cada palabra nueva que creamos, en cada concepto que nombramos por primera vez, estamos expandiendo las fronteras de lo posible.
¡Hasta el próximo miércoles!
¿Es tu primera vez? Te dejo más cartas aquí.
Con cariño libre de virus,
J. McNamara, aka Geeknifer.
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Muy buen tema. A mí me gusta mucho la canción de Adriano Celentano en un idioma inventado y de nombre impronunciable Prisencolinensinainciusol o algo así
También me pareció curioso el idioma que se inventaron en Andor para el planeta ocupado y como sonaba como el francés pero no era francés.
Saludetes
Me ha encantado el de hoy, he adoptado unas cuantas palabras para mi repertorio!
PD: a mi también me encanta inventarme palabras! Y dichos!