¿El especial de lo qué?
Sé que no soy la única loca que tiene palabras favoritas.
¿Alguna vez has pensado en la tuya? Me encanta cómo suena la palabra lapislázuli. También tengo palabras favoritas en otros idiomas: en inglés, me gusta labyrinthine, y en alemán schmetterling (sí, ya sé que es la palabra más fea para decir “mariposa”, pero así me fascina).
Por acá el dato inútil. En 2011, para celebrar el Día E —la fiesta del español promovida por el Instituto Cervantes, que se celebra en el sábado más próximo al solsticio de junio— se hizo una encuesta para saber cuál era la palabra más hermosa de nuestro idioma, de acuerdo con los hispanohablantes. En ese entonces, ganó “Querétaro”, que significa “isla de las salamandras azules”.
La cosa es que, por significado, la palabra que más me gusta es “inefable”. Aquello que no se puede decir con palabras. Me encanta porque es el vocablo perfecto para designar un montón de cosas que conozco y siento que son indescriptibles: como el amor, por ejemplo. A la vez, es una palabra que me recuerda que escribir es un reto antes que un arte. La vida entera podría ser inefable sino fuera porque escogemos palabras para pintarla. Lo más que podemos hacer como seres humanos es acercarnos a describir todo con letras unidas, con significados creados. Parafraseando al filósofo alemán Ludwig Wittgenstein: el lenguaje es el límite del mundo.
Esta carta semanal nació con la idea de ponerle palabras a lo que imagino, pienso y consumo. Es el especial de lo inefable porque todo lo es, al menos hasta que nos permitimos tratar de comprender aquello que nos rodea.
Brindo porque me ayudes a ponerle palabras a eso que no sabemos explicar todavía.
*Un videojuego 🎮*
Rusty Lake
¡Espera! Aunque no seas gamer, NO te saltes esta sección. Estoy dando esta recomendación para todas las personas que disfrutan las buenas historias. En realidad, Rusty Lake es el nombre de dos cosas a la vez: un estudio de videojuegos indie y el mundo donde ocurren sus juegos. Para tu felicidad, es un juego para móvil y no necesitas ni consola ni ser un experto para jugarlo. Su estética es única y su historia, también. El primer videojuego de la serie se llama Seasons y te dejo el link para Android, iOS y Steam.
No pretendo spoilearte, pero te cuento un poco de qué va el asunto. Esta historia comienza con un cuarto en donde tienes que buscar pistas. Muy pronto descubres pequeños guiños a “Rusty Lake”, unas instalaciones para tratar problemas de salud mental. E igual, bien pronto descubres que el cuarto donde se encuentra el personaje principal, que uno manipula, está relacionado con un crimen. Mi consejo para pasar toda esta serie de juegos: piensa fuera de la caja y que los cubos sean tu pastor.
Nunca he tenido en mis manos una serie de juegos más surrealista. De pronto no sé si estoy en una narrativa relacionada con crímenes, con cultos familiares o con pura magia. Para fortuna de todos, no necesitas habilidad con los dedos sino solo tu cerebro para jugarle a esto. Simplemente le picas a la pantalla y resuelves acertijos. Si bien el gameplay es sencillo, te aseguro que los jueguitos estos son adictivos. Sobra decir que la serie es multipremiada.
Juégalo y comentamos las teorías que tengo sobre la historia, ¿va?
*Un libro 📖*
Instrumental - James Rhodes
James Rhodes no se hizo famoso siendo escritor, sino concertista de música clásica. Lo cierto es que su carrera como pianista empezó bastante tarde, lo cual me da esperanzas para perseguir este sueño guajiro de ser escritora.
La pregunta clave aquí es, ¿por qué Rhodes empezó tan tarde en la vida? Bueno, pues porque sufrió no mucho sino muchísimo; y mi superlativo no alcanza. De niño, se enfrentó a una serie de abusos sexuales, eso lo llevó a decantarse por las drogas y el alcohol en su adolescencia. El hombre estaba perdido, hasta que conoció la música.
No conozco a alguien que diga, de plano, que la música no le gusta. Por eso este libro de Rhodes resuena con cualquiera. Porque todos intuimos que la música, el arte en general, es un modo de salvación. Así no escuches música clásica, sé que las palabras de este hombre te harán sentido. Su historia no es cursi, es un retrato duro de lo difícil que puede ser la vida, pero también de lo que implica tener esperanza y de cómo el arte nos hace mucho bien.
Te recomiendo ampliamente escuchar las piezas que Rhodes usa al principio de cada capítulo, yo las ponía de fondo mientras leía. Te dejo la playlist aquí.
*Un producto 🔮*
¡Este producto es gratis! Y en realidad, más que producto per se, es un aditamento tecnológico. Espero que, como la población sabia, utilices Google Chrome como navegador en tu compu. De lo que quiero hablarte hoy es de una extensión para la versión de escritorio de Chrome.
Seamos honestos: Wikipedia es súper útil. También, seamos honestos: Wikipedia es horrible. Es una página fea, la pobrecita. A la vez, es una enciclopedia en la que uno se puede pasar horas de hipervínculo en hipervínculo. Wikiwand arregla la interfaz de Wikipedia y la vuelve mucho más bonita, disfrutable y navegable. Además de que, en algunos artículos, se destaque una imagen, del lado izquierdo veremos el panel de navegación del artículo; en la parte superior encuentras los idiomas y ahí también están las herramientas de Wikipedia, como “editar” o bajar el PDF de la entrada.
Es algo sencillo, pero hace el día a día más navegable.
*Una minificción 🖋️*
Mi rutina pandémica empezaba a ser una copia del Día de la marmota. Todos los días ocurría lo mismo. Me levanto, me baño, trabajo, como, trabajo, veo series. Me levanto, me baño, trabajo, como, trabajo, veo series. Así una y otra vez. Cambiaba la comida, el trabajo o las series, nada más.
Lo único que le ponía algo de sabor a mis días era bajar a fumar un cigarro a la parte trasera del edificio. Junto a los arbustos. Nunca me quejaba de nada del trabajo; pero ahí, con las plantitas, me permitía decir que qué mal las estaban cuidando, porque en la parte pegada a la pared, que divide el multifamiliar de la calle, había un hueco entre las ramas que cada día se hacía más grande. Quien fuera el encargado de podar los arbustitos lo hacía fatal. Y así seguía la vida. Me levanto, me baño, trabajo, como, veo series.
Hasta que un día, mi rutina se descompuso. Me levanto, me baño, trabajo, recibo una llamada telefónica. Era mi tía Julia. Me dijo que mi papá estaba en el hospital. Pero que no podía ir, que nadie podía entrar. La rutina se me evaporó.
Al día siguiente no llegué ni al “me levanto”. Estuve en la cama, dando vueltas. Traté de pasar directamente al “veo series” pero no me concentraba en ninguna. No me despedí. No me despedí de él. ¿Me baño? No. ¿Trabajo? Menos. Las sábanas me cubrieron la tarde entera.
Así pasaron tres días. Solo salí a fumarme el cigarro y a quejarme del hueco de los arbustos. Mi papá se moría y yo jamás pude despedirme. Las cenizas llegaron. Me levanto, me baño. Media rutina para ver a mi tía y la urna que había sacado, en la que ahora vivía mi padre.
Poco a poco, renové mis costumbres. Me levanto, me baño, trabajo. Me levanto, me baño, trabajo, como, trabajo. Me levanto, me baño, trabajo, como, trabajo, veo series.
A la semana, con mi rutina recuperada, bajé a fumar. Esta vez no me quejé de los arbustos, solo me senté junto al hueco, hoy mucho más grande, con la espalda apoyada en la pared. Me llevé los brazos a las rodillas, enterré mi cara en ellos y lloré. Por fin lloré. Mis lágrimas no se detuvieron, habían pasado mucho tiempo encerradas conmigo. No me despedí. Perdóname, papá, de veras, perdóname.
Oí ruido y levanté el rostro. De entre los arbustos mal podados, por el hueco exacto, sin trabajos, apareció una criatura de cuatro patas. Un perrito color canela, de esos que parece que tienen bigotes y no le tienen miedo a nada. Estaba en los huesos, eso sí. El can se acercó lentamente, como si me pidiera permiso para interrumpir mi dolor, recargué mi espalda en la pared, me enjugué las lágrimas y apoyó su cabeza en mis rodillas. Me miró con ojos tristones. Lo acaricié y se me lanzó a darme de lengüetazos. Sonreí. A mi papá le gustaban los perros. Mucho. Por mi culpa, cuando aquel verano, le rogué por que tuviéramos uno y, aunque al principio estaba reacio, terminó cediendo. Así, mi papá acabó siendo el compañero de juegos de “Pistón”.
Los ojos del perrito que tenía enfrente eran iguales a los de mi primer amigo cuadrúpedo y, como yo, la criatura tenía hambre. No estoy solo, nada más necesito cambiar la rutina. Me incorporé y le hice señas al perrito canela, quien me siguió, sin resistencias, hasta mi departamento. Mis días se volvieron plurales. Nos levantamos, desayunamos, paseamos; sí, también trabajo, pero vemos series juntos. La pandemia quita, pero mi papá... mi papá me mandó un amigo.
*Una rolita 🎵*
Hablando de palabras raras y poderosas, otra de mis favoritas en alemán es Weltschmerz (por si quieres pronunciarlo bien: veltshmers), que literal significa “dolor del/por el mundo”. Este sentimiento es complicado de describir. Es estar hastiado del mundo y también ajeno a este, sintiéndose fuera de lugar. Es comparar nuestro acontecer idealizado con la realidad de lo que pasa a nuestro alrededor (era Covid, ¿¡dónde?!). La mera verdad, creo que Sheldon Cooper, de The Big Bang Theory, lo explica mejor que yo.
¿Qué tiene que ver esto con música? Pues que Derek William Dick, mejor conocido como Fish, sacó un disco llamado Weltschmerz. Y pese a lo que pueda parecer por el título y la portada, es un álbum con baladas y rock progresivo que no es precisamente deprimente, al contrario: por momentos habla del hartazgo y de mandar todo directo y sin escalas a freír espárragos; por otros habla sobre la espiritualidad y, a veces, tiene poemas de amor, como en el caso de “Garden of Remembrance”, que recomiendo para esta cartita.
*Una reflexión 💭*
Me puse a pensar por qué escribo. Escribo porque aseguro que hay personas que tienen bloqueada la autopista del corazón a la lengua. Mi vialidad se las arregló para encontrar un camino del corazón hasta mis manos: con las que tomo una pluma, con las que tecleo en mi máquina. Escribo porque son mis letras las que me permiten comunicar y luchar. A la George Orwell, mi escritura es política, pero también espiritual, vivencial y, sí, hasta musical. Es por estas letras que respiro. Y si creyera en encargos trascendentes, me gustaría convencerme de que tengo la misión de volverme una sola con estos párrafos con lo que comunico, creo e intimo.
En esta edición, deseo que encuentres eso que hace que tu vida valga la pena, tu pasión, vaya. Si ya lo sabes, no lo sueltes, cultívalo y compártelo. Todos nos merecemos la mejor versión de otras personas. Estoy segura de que, para conocer eso, hay que hallar eso que nos vuelve locos de alegría.
¡Hasta el próximo pinche miércoles!
Con cariño libre de virus,
J. McNamara aka Geeknifer.
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