El día que Santa Claus llegó tarde
La Navidad es el pretexto perfecto para decir "te quiero", sobre todo para esos, como yo, que rehuyen a expresar sus sentimientos tan fácilmente.
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¿Te imaginas qué sucedería si Santa Claus llegara con un día de retraso? Seguramente habría un gran caos en los hogares de todo el mundo. Y también, quizá, nos regalaría una de las sorpresas más grandes de la historia.
Yo no soy Santa y tal vez no tengo una buena excusa para enviar esto tarde. El martes caí medio enferma y mi cuerpo decidió acordarse, como cada 28 días, que le fluye estrógeno. Debí escribir, pero: ¿qué hice en la noche? Ver Love Actually (mi comedia romántica —y navideña— favorita) para provocarme el llanto. Recomiendo cien por ciento. Especialmente si tienes alguien que te abrace mientras la ves.
Sin embargo, a pesar de esta tardanza, no había manera de evitar enviar esta misiva. Porque ¡es el especial de Navidad! Y esta fecha para mí es… eso: especial.
Además, quiero compartirte tres cosas muy lindas específicamente de este jueves.
La primera es que ¡ya he vuelto a las filas del godinato! Estoy ahora en el equipo de Mercado Libre haciendo lo que más me llena desde hace algunos años. Me emociona porque veo muchas aristas desde las cuales aportar eso que disfruto haciendo.
La segunda cosa es que hoy, jueves 15 de diciembre, cumplo 7 años viviendo en esta locura de ciudad. Me gusta pensar la capital de México como una pareja tóxica: qué lata es, pero qué sexy resulta también.
La tercera es que, como lo anuncié en la última carta, he hecho make-over de mi espacio de trabajo y estoy contenta y en paz con el resultado. Además, te echo porras por si aún no cumples todos tus objetivos de 2022. Me explico. Según yo, este escritorio y librerito nuevos iban a llegar a mi vida a principios de año, pero el objetivo se cumplió hasta ahora. Los propósitos no tienen por qué finalizarse en enero o agosto. Además, no me quejo porque acompaña mi travesía laboral reciente.
Vuelvo a lo del especial. Dadas varias características de mi personalidad, mucha gente se imagina que odio la Navidad. Pero resulta que no. Para mí, es una fecha que tiene colgada mi mayor cantidad de sonrisas. Y cuando no he sonreído, ha sido siempre para crecer.
El año pasado lo decía, y lo mantengo: me gusta mucho la Navidad porque es una fecha en la que se ven bien todas las maneras para decir “te quiero”. A veces me cuesta decir estas palabras en voz alta y prefiero escribirlas. Pero en Navidad puedo tomarme un tiempecito para escoger detalles que hablen de lo mucho que quiero a los míos.
Estas líneas son mi manera de regalarte algo, aunque sea un “gracias”. Y la constatación de que siempre estoy a un correo de distancia. Espero que durante este año, que está a punto de terminarse, debido a esta cartilla, tuvieras una razón más para reír o disfrutar de la vida.
Una recomendación 📄
Te voy a contar una especie de chisme. Resulta que, mientras no tuve trabajo fijo de oficina, estuve en algunos proyectos de carácter freelance.
Una de las cosas más valiosas que me ha enseñado el mundo de la experiencia de usuario es la importancia de la retroalimentación. El feedback se puede dar de manera acertada y sin dañar a alguien. Decirle a las personas, sobre todo nuestros compañeros de trabajo, en qué pueden mejorar es bueno para el equipo entero.
La cosa es que un integrante del equipo de uno de mis clientes se quejó de mi desempeño. No con el afán de dar feedback, sino de ponerme el apelativo “poco profesional”. La verdad, me han dicho muchas cosas a lo largo de los años en el ámbito laboral, pero jamás me habían juzgado con esas palabras. Me dolió y me puso a pensar si lo que estaba haciendo yo era realmente bueno.
Y esto me lleva al artículo que quiero recomendar hoy. Su título es: Persigue la maestría, no el estatus. Parece una recomendación obvia, pero en el mundo de los likes y compararnos a través del Linkedin, esto no es tan fácil (por cierto que una amiga me contó que en un curso le comentaron que para que Linkedin te funcione debes tener al menos 500 contactos. WTF).
Al final, da igual cuántas personas te reconozcan. El éxito, como el bien, suele ser silencioso. Preocúpate por pedir retroalimentación enriquecedora, tomar cursos que hagan que descubras nuevas (y mejores) maneras de realizar tu quehacer, ponle atención a esas personas en tu trabajo que son fantásticas.
En pocas palabras, que tú seas la medida para escalar al siguiente piso. El artículo lo explica mejor y lo puedes leer en More To That en este enlace.
Como nota al pie, sí, lo del “no ser profesional” fue mera afectación del ego y el síndrome del impostor apoderándose de mí. Era cosa de pedir la perspectiva de quien escribió eso en un correo electrónico y tomarlo muy a la luz de las circunstancias.
Un producto 🔮
Nunca he dado la misma recomendación dos veces. Hasta hoy. En 2022 hice un ejercicio que me gustó mucho y que quiero repetir para el siguiente. Con una aclaración. El próximo año espero regresar a sus páginas más seguido.
¿A qué me refiero? ¿No te pasa que cada año te atragantas de uvas mientras pides tus 12 deseos? ¿Y si te tomaras un tiempo para reflexionar qué funcionó de este año y qué puede resultar cool para el siguiente?
De eso se trata Year Compass, un folleto para reflexionar sobre el año que se nos acaba y empezar a delinear lo que viene para 2023.
Sus instrucciones son muy fáciles de seguir. Te dejo en enlace para descargarlo en español aquí.
Una playlist 🎶
Sin la música mi vida no tiene mucho sentido. Hay pocas épocas en el año que tengan su propio soundtrack. Los villancicos son mi manera de desbloquear memorias de mi infancia y adolescencia que tienen que ver con la Navidad.
Me gustan de todos los géneros y sabores. Tengo mis favoritos en una única lista, que te comparto. Podrás notar que me encantan los villancicos viejos y en jazz (cof, cof, arriba Snoopy and Co.).
Un cuento 🖋
Por fin nos habíamos cambiado a una casa que tenía chimenea. Era lo mejor de la sala. Me había pasado todas las vacaciones de invierno jugando con mis Barbies cerca de la chimenea. Mi mamá tenía miedo de que las quemara, pero yo ponía mucha atención.
¿Qué era lo que me emocionaba tanto? ¡Ahora podía hacer el ritual completo! El 24 de diciembre dejé la leche y las galletas cerca del árbol de Navidad y me fui a dormir.
Como cada año, no pude descansar del todo, despertándome buscando el ruido de pezuñas sobre el techo. Como cada año, Santa parecía muy discreto. Me levanté a las cinco de la mañana y bajé las escaleras de dos en dos.
No había regalos. Ni carbón.
Regresé, derrotada, a mi cama. Todavía era oscuro, me dije, así que podía ser que Santa hubiera decidido llegar más tarde.
Bajé cada media hora, sin poder alcanzar el sueño profundo. Nada: ni regalos ni carbón.
Mis papás habían seguido dormidos, pero a las seis y media bajaron para encontrarme hincada en frente de la chimenea. Ellos estaban tan sorprendidos como yo. Empezaron a poner excusas por Santa: tal vez algo había salido mal.
Discretamente, mi papá puso las noticias en la tele. Escuché que la cosa era grave. Nadie había recibido regalos, ni carbón. Alcancé a ver que la gente había armado trifulcas afuera de los centros comerciales y en las calles. Niños llorando y padres enojados.
Cuando empezaron las escenas más violentas, mis papás me mandaron a mi cuarto.
Yo estaba triste. Mi lista no se cumpliría ese año. Pero tampoco la de niños que estaban mucho más necesitados que yo. ¿Qué habría pasado?
La esperanza muere al último. Dejé un nuevo vaso de leche y el 26 de diciembre bajé las escaleras despacio, con miedo.
Ocurrió un milagro: había más regalos que en cualquier otro año.
En la mesa, junto al plato sin galletas y el vaso vacío había una carta.
“Querida Karina:
Me disculpo por el retraso. Sé que esperabas con ansias tus regalos. Tú y todo el mundo, en realidad.
Después de ver lo que provoqué ayer me siento muy arrepentido. ¿Sabes? Me parecía, Karina, que la humanidad ya está llegando a aprender el valor de estar en paz con la mente. Lo cierto es que pensé que me perdonarían, porque yo también soy un ser humano (mágico, pero humano al fin).
Este año fue sumamente difícil. El Covid llegó tarde al Polo Norte. Mientras escribo esto, la señora Claus y el 35% de mis duendes están convalecientes. Nosotros nos habíamos vacunado gracias a los lotes que llegaron al Polo Norte (porque te imaginarás que hubo varias personas en Navidad que pidieron ser vacunadas).
Este año también mis renos veteranos tuvieron problemas. Les cayó un parásito extraño y, aunque algunos de mis duendes tiene formación veterinaria, no habían podido resolver el problema. Tuve que viajar con renos más jóvenes sin experiencia y eso dificultó todo.
En pocas palabras, pensé que la humanidad sabría perdonarme. No sé si lo lograrán, tomando en cuenta que no les pude avisar a tiempo. Pero tal vez esta experiencia nos sirva para aprender que, en ocasiones, hay que hacer una pausa.
¿Cómo puedo entregar alegría navideña si yo, que soy algo así como el defensor de la Navidad, no estoy bien?
Aún así, pertenezco a otra generación y me sigo sintiendo mal y triste. La Navidad se trata de compartir amor y alegría, eso no sucedió ayer. Por eso traté de hacer un mejor trabajo esta noche.
Con mucho cariño y miles de disculpas,
S.C”
Para entonces, mis papás leían la carta por encima de mi hombro. Mi papá se quejó diciendo que era una irresponsabilidad y una inconsciencia. Mientras, yo ya había ido por mis plumones y una hoja, que había dejado en la sala.
Les pedí a mis papás que mandaran la carta que escribí cuanto antes. Decía, sencillamente:
“Santa, por mí no te preocupes.
Que la señora Claus, tus duendes y tus renos estén muy pronto mejor.
Tómalo con calma. Cuídate mucho.
Abrazos navideños”.
Mi mamá sonrió y me acarició la cabeza. Sólo me dijo: “Esos ojos que tienes son la Navidad de verdad”.
Una reflexión 💭
Esta es la penúltima carta del año y tengo cierto sentimiento de nostalgia. La Navidad me gusta porque la siento mía. Porque implica poder acercarme más a la gente que quiero, recordar a la gente que fue vital en mi existencia (mi mamá, especialmente, quien seguro estuvo supervisando la puesta de mi árbol desde algún recoveco celestial) y también es un tiempo… para mí.
Las vacaciones navideñas eran el momento que usaba para refugiarme en el sillón detrás del árbol para leer durante horas. Era también mi madriguera para escribir principios de novelas en libretas.
Escribí algo similar el año pasado, pero tampoco soy inconsciente. Estas fechas son difíciles para muchas personas, implican soledad y pérdida, exacerbada por una pandemia que no nos dio tregua.
Con todo, si tienes la posibilidad de estar bien esta Navidad, no olvides compartir tu felicidad. No con Coca-Cola, sino con tiempo, risas y cartas firmadas con besos.
Yo te entrego la mía.
Feliz Navidad, feliz jueves. Nos leemos cerca de Año Nuevo.
Un gif:
¿Es tu primera vez? Te dejo más cartas aquí.
Con cariño libre de virus,
J. McNamara, aka Geeknifer.
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