El día en que me cerraron el bar
Mi reino por una sangría de mi bar favorito.
Mi cumpleaños se celebraba, ya como una tradición, en una cantina cholulteca. En los últimos años era el pretexto para ver a amigos que vivían en otros estados. Y aunque faltan meses para mi cumpleaños, estos han sido días en los que me ha dado por extrañar, más de lo normal, los “terceros lugares” o “terceros espacios”. Hasta antes de la pandemia nuestro primer lugar era la casa y el segundo era la oficina o la escuela; los terceros lugares los conforman tu café favorito, el bar en el que te encontrabas a tus amigos, la librería en la que te perdías entre estanterías, el mercado donde compras chucherías y comida… en fin.
Ahora pareciera que sólo tenemos nada más un lugar y esto puede volverse una locura. Relaciono esto de los terceros espacios con mis amistades, que siempre han sido un refugio para mí. Estoy segura de que tú tienes amigos a los que morirías por ver. Confío en que falta menos para darnos abrazos.
¡Pero vamos con lo de hoy!
*Un libro 📖*
Una parte del todo - Steve Toltz
Esta parte necesita un disclaimer importante. Este volumen ya no se consigue taaan fácil, al menos en español, pero vale totalmente la pena. Me encantan los libros llenos de sátira y humor, más en esta época. Es más, me atrevería a decir que prefiero la literatura con humor al cine de comedia. Tal vez por eso es que el día en que pisé esta librería en Barcelona fui la persona más feliz del mundo. ¿Se pueden imaginar un local lleno de libros de humor? Pues existe. Si tuviera poder de inversión, amaría abrir un local parecido.
Total, que este libro llegó a mis manos por recomendación de los papás de una de mis grandes amigas, y da la casualidad de que son libreros: le saben a este negocio. Ambos me dijeron que era una cosa hilarante. ¡Y lo es!
Una parte del todo nos sumerge en la vida de Martin Dean, quien tiene como interlocutor a su hijo Jean. Eventualmente sus historias se engarzan. Martin es un misántropo con una filosofía, por decir lo menos, peculiar. Toda su existencia ha vivido a la sombra de su hermano Terry, un deportista convertido en criminal, que es ídolo en Australia.
El libro habla de la vida, del bien y del mal, de lo complejas que son las relaciones entre padres e hijos y familias enteras. Escrito con un tono sumamente sarcástico.
*Una rolita 🎵*
Sólo hay una cosa mejor que el algoritmo para recomendar música: mis amigos.
Este newsletter tiene, sin proponérselo en un inicio, un par de personas que le aportan canciones de manera regular: una compositora que resulta que tiene grandes ideas cuando escribe y un guitarrista al que le gusta la investigación y es un poeta de la interfaz. Se le solicita a este último no olvidar mandar nuevas recomendaciones.
Mi melómana lectora usual me mandó "Startin' Sumthin'" ¿no te parece una genialidad? Jeff Scott es un compositor de jazz de Detroit y los intérpretes son Imani Winds, un quinteto de viento cuyos miembros tienen ascendencia afroamericana y latina. Tiene muchísimo sentido que imani signifique "fe" en Swahili, puesto que estos tipos le tienen tanta a la música que hasta tienen una fundación que promueve la generación de música de cámara y la formación de nuevos talentos.
Puedo decir muchas cosas de la música, pero una de las principales es que sirve como forma de relacionarme con otras personas, esta rolita lo comprueba.
*Una minificción🖋️*
Ella tocó la pequeña caja en su bolsillo y sonrió. Echó la cabeza hacia atrás y sus largos cabellos rubios se deslizaron a través de la capucha y acariciaron el gigantesco árbol en el que se recargaba. Abrió la boca para ver si todavía se le colaba algún copo de nieve perdido a la garganta. Nada. Dejó de sonreír. El frío era ahora peor, después de la tormenta.
—Ya vámonos —dijo, para nadie en particular, en voz baja.
Ninguno de los otros dos contestó. Astrid miró su reloj y supo que sus padres estarían buscándola. Era Nochebuena, ella ya tendría que estar de regreso. En su casa compartirían 'pinnekjøtt', el cordero, lo único que le gustaba de la Navidad. Eran siete horas de camino desde donde estaban, no había manera de llegar a tiempo para la cena.
Astrid oía, a medias, cómo El Conde seguía hablando rápido, discutiendo a unos metros de ella. No alcanzaba a distinguir todas las palabras.
—Primero... Corremos... Vacía... Foto... Policía... Dios... Imbéciles.
Astrid miró su reloj y tarareó "Noche de paz". Su familia empezaba a odiar al hijo de los Aarseth, Euronymous, el chico más brillante de la clase, pero el más extraño que les había presentado. Hablaba poco, usaba el cabello largo y se pintaba las uñas de negro. "¿Qué hace?". Toca en una banda, vende discos. "Qué mente tan más desperdiciada".
Notó que había silencio. Harta, sabiendo que tendría que enfrentar a sus padres, se despegó del árbol, se dio la vuelta y buscó a su novio y a El Conde. No los vio, pero siguió las huellas en la nieve. Todo era oscuro y temía tropezarse con alguna rama; caminó lentamente. Las pisadas doblaron a la derecha junto a uno de los árboles.
Quedó en shock. Euronymous, su novio, estaba besando a El Conde. Abrazados, sus lenguas eran como las cuerdas de las guitarras que solían tocar a velocidades estrepitosas. Iban, venían, regresaban.
Astrid no podía creerlo.
—¡Maricones! ¡Estúpidos! —gritó.
El Conde fue el primero en verla; aparentemente apenado, empezó a caminar a zancadas, sin dudar, hacia ella. En cambio, incluso en la oscuridad, Astrid vio cómo la piel blanca de Euronymous cambiaba al color rojo.
Ella no iba a esperar un segundo más. Se dio la vuelta antes de que El Conde la detuviera y corrió hasta la iglesia sacando la caja de cerillos de su bolsillo. Enfurecida, encendió uno y lo aventó a la pila de madera que descansaba junto. Encendió otro y lo colocó en un agujero de la pared. Encendió otro y otro más.
El fuego se extendió más rápido de lo que ella hubiera esperado. El entramado de madera de la "stavkirke" construida en el año 1100 le hizo un camino ideal a las llamas.
Arrepentida de pronto, sabiendo que había actuado por impulso, Astrid lanzó nieve a la madera. Luego empezó a llorar. El Conde la tomó de la muñeca y la atrajo hacia sí, sus narices se tocaban.
—Satán estaría orgulloso —. Los ojos verdes del chico, iluminados por el fuego, la miraron por varios segundos, eternos, infernales. Astrid tragó saliva. —Vámonos. ¿No tenías prisa? Todavía llegas a tu cena.
En silencio, con las cabezas gachas, los tres abordaron el Golf rojo. El Conde se puso el cinturón y acomodó el retrovisor para ver a Astrid en el asiento trasero.
—Ni una palabra de esto. De la iglesia… y del bosque. ¿Estamos?
Astrid asintió con la cabeza mientras El Conde le daba una palmada a Euronymous en el hombro.
—Pues… ¡Feliz Navidaaad!
Astrid apretó los labios y vio, por detrás, la nube negra, extendiéndose por encima de la oscuridad de la noche.
*Una reflexión 💭*
No hace tanto, mi amigo el poeta (al que llamo cariñosamente “hijo”) me pidió que imaginara a mi “banda” como personajes de Dungeons & Dragons. Armaríamos una partida suprema que incluiría un par de druidas, dos pícaros, un bardo, un paladín, una hechicera, una clériga y otra maga. Si te lo preguntas, siempre soy bruja. A lo que voy es que creo que todos podríamos armar historias sólo con las criaturas que tenemos por amigos. Y de hecho, estoy cierta de que tú tendrás grandes anécdotas sobre los tuyos que podrían ser convertidas en aventuras épicas.
La vez pasada decía yo que la familia puede ser una bendición. Pero vamos, todos hemos sido adolescentes y yo también tuve mi rato en el que no estaba encantada con ella. Hay gente que se lleva bien con sus primos, pero mi familia no es tan grande como para que tuviera muchos (sin mencionar que hay una disparidad de edades porque fui un claro accidente en mi familia). Lo mío, lo mío, son mis amigos y amigas. No tengo demasiados, pero los cercanos los defiendo como si de mis hermanos se tratara, al final, son los confidentes que yo escogí.
Te recomiendo que les hables a los tuyos, porque aunque ya no nos queden tantos terceros lugares, siempre habrá espacio para los que nos rescatan y nos devuelven a la vida.
P.D
Como Facebook prometió desde sus buenos tiempos, este newsletter SIEMPRE será gratis. Pero el trabajo creativo no deja de ser trabajo. Así que te dejo este link por si quieres invitarme un cafecito, con la promesa de un día tomárnoslo en la misma mesa, y animarme a seguir con este proyecto y extenderlo a otros lares.
¡Hasta el próximo pinche miércoles!
Con cariño libre de virus,
J. McNamara, aka Geeknifer.
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