El crisol de junio 🔮
Este mes puedes ver una serie de true crime, apoyar al cine mexicano, pensar en qué tanto necesitamos a los expertos y leer un cuento sobre el cambio.
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¿Cuál es la segunda ciudad fuera de Italia que más come pizza? Esa misma que alguna vez eligió a un rinoceronte como concejal. Ya sabes… la que tiene el desfile LGBT+ más grande del mundo… ¡Transmitiendo desde São Paulo! Te doy la más bienvenida a este crisol. Un espacio brujérico y alquímico mensual en donde no hay hilo conductor salvo “recomendaciones chidas” y en el que me nace escribir cosas más largas.
En el menú de hoy encuentras una docuserie 🎥, una petición 🙏🏻, un cuento 🖋️ y un ensayo 💭.
Una (docu)serie 🎥
Confieso que tengo una debilidad por las historias de crímenes reales. Entre mis docuseries favoritas se encuentran aquellas que tratan de asesinos seriales (si no has visto The Keepers, por ejemplo, te falta una joya).
En México no es que falten historias de crímenes. Es que faltan oportunidades para buenos narradores. Y Diego Enrique Osorno se ha pintado solo para hacer buenos documentales. Pues resúltase ser que fue el productor ejecutivo de una docuserie con cinco episodios de crímenes en México.
Del primero quizá te acuerdes: la historia de algunos feminicidios del Estado de México perpetrados por un microbusero. En este primer episodio se presenta un personajazo llamado “La Jefa”.
Aunque no tengas Vix, puedes ver el primer capítulo de Archivo negro aquí.
Una petición 🙏🏻
Este proyecto no es posible realizarlo sin el apoyo de algunas personas. A mí me ayuda una chica genial llamada María Muñoz. Y ella llegó a mi vida recomendada por otra chica llamada Paloma.
Paloma es de las que quiere hacer cine en México. Lo cual es complicado por la falta de recursos. Es productora de un corto y su equipo está lejos de la meta, así que, ¿por qué no les invitas un café (de preferencia uno grande)? El cine en México (y Paloma y yo) te lo agradeceremos.
Accede a la donación por este enlace.
Un cuento 🖋️
Alicia
Hace unos días iba caminando por la calle. He de decir que la banqueta por donde vivo es un problema; está fragmentada por doquier y parezco alguien que tiene la vista pegada hacia abajo.
Por eso, el día en que finalmente arreglaron mi calle fui feliz; por primera vez en mucho tiempo miré hacia adelante. Mi calle estaba repleta de árboles y el camellón tenía hojas de colores: rojas, amarillas y naranjas. Vivía en un lugar espléndido y no lo sabía. La gente me devolvía la mirada y hasta me nacía decir “Buenos días”, porque con el sol acariciándome y el aroma a rocío, ¿cómo no serían buenos días? ¿Alguna vez has visto a todos los ciclistas que se pasean frente a ti? ¿Has jugado a contar las marcas de los autos como cuando estabas en la primaria? Yo hice eso. Era como volver a vivir.
No calculé que podía tener un accidente. Caminé con seguridad hasta que mis pies no tuvieron suelo por debajo de mis pies. Caí en picada hacia abajo. Tengo que admitir que nunca leí Alicia en el país de las maravillas, pero sí vi la película de Disney. Era lo mismo. Caí y caí. Al principio tuve mucho miedo. Luego, se me quitó porque vi pasar mi lámpara de buró, vi a mi mascota saludándome, que también caía en picada. Vi a lo lejos algo rarísimo: mis libretas con sellos de “No cumplió con la tarea” y un burro junto. También se me atravesó la carta de amor que nunca mandé. Y pasó a mi lado el piano que teníamos en casa y que no aprendí a tocar. La ropa que sólo usé una vez. ¿Qué diablos hice con esas cosas que no disfruté? Llegué al suelo con estrépito. Debí haber muerto.
Pero no. Desperté en mi cama y salí a la calle en desesperación. La banqueta estaba deshecha. Como siempre.
Un ensayito 💭
Me gustaría en estos crisoles volver a escribir algo más largo en el sentido ensayístico. Y es que en tiempos recientes he tenido bastante tiempo para pensar.
Una de las cosas que más he cavilado en los últimos años es lanzar un podcast. Vaya, si me lees desde hace tiempo sabes que es uno de mis deseos frustrados, que por equis o ye no se ha vuelto realidad. Y si me conoces lo suficiente, sabes que mi carrera profesional empezó en una cabina de radio. Me veo al espejo y pienso: ponerle pretextos a los sueños nos sale súper bien, ¿no? ¿A poco tú no te has autosaboteado? El ser humano debe ser la única especie inteligente en el universo a la que le da por hacer eso, porque me gusta pensar que el resto de las especies inteligentes son, efectivamente, inteligentes. Los marcianos sí cumplen sus designios.
Total que mis pretextos son dos. El primero es la falta de tiempo. Pero ¡por Dios! Llevo ya casi un par de años haciéndome el tiempo para escribir una carta digital que hasta incluye una ficción semanal. Tan mala administrándome no debo ser. Eso sí, hay veces en que esta pieza de texto llega más tarde de lo que me gustaría, pero soy un ser humano y no vivo de estas letras.
El segundo es la falta de nicho. No sé cuánto tiempo pases en Internet y si te has topado con gurús del marketing. Todos afirman que para ser exitoso en línea debes tener un nicho; es decir, dar contenido especializado. De lo que sea, pero de experto. Y yo soy la antítesis de la especialización. Vaya, estudié una cosa marcianísima llamada “Licenciatura en Humanidades”. Tantita Filosofía, tantita Literatura, una pizca más de Historia del Arte. Y hasta el mayor máster que hice es una conjunción de Diseño, Tecnología y Negocios. Me he negado, desde la academia —y desde mi vida—, a vivir como una experta.
También podríamos decir que soy experta en nada.
¿En qué momento la curiosidad renacentista se volvió cualquier cosa y nos dio por amar a los especialistas? Antes la gente que tenía información de distintos saberes era idolatrada; pregúntenle a un tal Leonardo da Vinci. Supongo que parte del problema es la era Google. Hoy, tener interés por varios temas no es algo extraordinario, sólo eres amigo del buscador de Internet más usado. Puedes enterarte de cualquier cosa sólo en unos clics.
Tal vez en eso recae mi expertise. En tener voluntad de dar esos clics, de seguir interesándome por los extremos. En saber las historias más macabras del black metal noruego hasta cuándo fue la última reforma al nuevo catecismo de la iglesia católica.
Luego me pongo a pensar en cuáles son los podcasts que más disfruto. Hay un hilo conductor en todos: la mayoría tiene un tono medianamente ácido. Reportajes de episodios bizarros en la historia, gente quejándose, críticos haciendo pedazos libros de manera cómica.
¿Y si hiciera algo así? Total, no espero salir de la pobreza, sino producir contenido de calidad, contenido divertido, de preferencia.
Para la segunda mitad de este año quiero lanzar ese podcast al que le tengo ganas. Porque creo que todavía los seres humanos podemos ser renacentistas. Porque soy experta en ser inexperta. Y me parece que nosotros, los curiosos empedernidos, merecemos si no respeto, al menos un oído para ser escuchados.
Espera más información en los siguientes meses.
Un meme 👾
Con cariño libre de virus,
J. McNamara, aka Geeknifer.
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Rescato este post soooolo para recordarte la idea del podcast renacentista 🐵✨