El artista de 2021 no tiene nombre
Los artistas que nos roban el aliento se nos esconden. No están en museos, están en la cuenta del vecino.
¿Te acuerdas que dije que esta semana estaría on fire 🔥 laboralmente hablando? Pues acerté. Las siguientes pintan igual o peor. ¿Cómo me hago el tiempo para escribir esta carta? No tengo idea, aunque sospecho que tiene que ver con mi necesidad de ver letras que provengan de mi corazón destartalado y no de la parte helada de mi cabeza… y de la ayuda de un par de tazas de café a medianoche, por supuesto.
Agradezco a quienes me escribieron la semana pasada. Lo mejor de mandar una carta son las respuestas, se crean diálogos íntimos que son reparadores. Más en estas semanas, que al parecer son pesadas para varios de mis conocidos. Ya sabes que aquí, siempre respondo.
Vamos con lo de este miércoles.
*Una película 🎥*
¿No te acuerdas de esa época adolescente en la que uno creía con toda el alma en que la justicia llegaría un día? Tal vez todavía no has perdido a ese adolescente interno. Al menos yo redescubrí que ahí seguía la mía con la siguiente recomendación.
Estamos en una de mis temporadas favoritas del año para productos culturales: la de premios para películas. Este año es particularmente emocionante porque pienso que el cine en casa puede ser nuestra salvación durante la pandemia y hay varias nominadas al Oscar a las que les puedes echar ojo en servicios de streaming. Tras algo de polémica, la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas por fin metió en sus reglas que películas que pertenecieran a estos servicios sí pudieran ser nominadas. Esta decisión causó mucho revuelo en su momento, pero creo que no sólo es lo correcto, sino lo necesario en estos tiempos donde la humanidad trata de evitar la propagación de un virus.
No suelo hablar taaanto de cine porque creo que allá afuera hay críticos con muchos más conocimientos que el mío. Con todo, estas semanas sí quiero darles mis tres centavos sobre algunas películas.
Aquí digo que me declaro fan del guionista (y desde hace unos años, director) Aaron Sorkin. Escribió una de mis series favoritas ever: The Newsroom, que pueden ver en HBO, y que relata las peripecias de un grupo de periodistas. Confieso que, aunque sólo tiene tres temporadas, no la he terminado de ver, pues nada más la pongo cuando estoy agüitada y necesito ponerme de buenas. En la televisión Sorkin también es reconocido por haber escrito The West Wing. En cine tal vez lo ubiquen por The Social Network (Red social), Moneyball (El juego de la fortuna) o Molly’s game (Apuesta maestra).
Total, la nota aquí es que Netflix subió The Trial of the Chicago 7 (El juicio de los 7 de Chicago). Me pareció brutalmente bueno el ritmo que maneja: va de la comedia, al drama, a lo político, a lo legal, a lo conmovedor. Una cosa maravillosa. Y vuelvo al tema de tener un adolescente que nos empuja a luchar por lo que consideramos justo. Este juicio en la película relata el apetito de unos jóvenes en los sesenta por defender sus ideales.
Es la primera nominada a mejor película que veo y, dado que ya ganó el Globo de oro a mejor guión, no me extrañaría que se llevara esa categoría en los Oscares. También está nominado Sacha Baron Cohen, que hace un papelazo con el que mueres de risa y, a la vez, te emocionas; vaya, hasta ganas dan de tomar una pancarta y protestar en la calle (con cubrebocas).
*Una recomendación 💡*
Extraño ir al cine, al teatro y de museo. Extraño oír música en conciertos y acudir a presentaciones de danza. Si bien muchos negocios han quebrado como consecuencia de la pandemia, yo sigo preocupada por los artistas, por la cantidad de teatros que veremos cerrados, y por que se interrumpan las experiencias creativas.
Admiro a quienes están haciendo la lucha para seguir haciendo arte en estas condiciones. Resulta que Paulina Galindo es una mujer que tiene una compañía de danza contemporánea que había comenzado actividades justo antes de la pandemia, en Puebla.
La gran ventaja de la tecnología es que no importa en qué parte del mundo te encuentres, puedes ver el 26 y 27 de marzo INTANGIBLE, la obra que Kenopsia, la compañía de Galindo, tiene preparada.
Aquí está la imagen para hacer el pago, que se hace vía transferencia. Un día antes te mandan un link con la contraseña de zoom. Si tienes alguna duda, me puedes escribir a mí o a Paulina Galindo.
*Una minificción🖋️*
Para mi monstruo favorito, el que más extraño:
Llegué a tierra firme, la de sus patas. Por la mañana vi un asalto a un taxi en el valle en medio de sus garras. Anduve hasta la cola, pero me tardé por el tráfico, y me persigné ante la punta, llena de espinas, con una virgen morena en medio. Acampé en su romo vientre y quise volverme sibarita, le invité el té a una condesa, que se volvió, por cinco minutos, mi cita. Visité los acuosos ojos, los navegué sobre una trajinera. Su boca era única: sus dientes, afilados y forrados con cuchillos y armas de fuego, podrían acabar contigo de un solo bocado. Pero su paladar eran murales y, por debajo de su lengua, me topé con óleos de todas las eras. Comí quesadillas, sí, con queso, en sus cejas. En la punta de su nariz crecían edificios como diamantes; y su garganta, ardiente, tenía restos de un viejo volcán. Me deslicé hasta sus dieciséis estómagos, huyendo del aullido de los coyotes y de las multitudes que me rogaban comprar espejos con marcos dorados. Me perdí en el metro, sus sendero interno. Sus pulmones eran un bosque con un antiguo castillo al medio. Por fin, llegué a su corazón. Dvořák era el fondo, Bellas Artes el frente. En la negrura, colores de neón. Se bailaba salsa y se bebía mezcal. Le canté a la muerte, a la vida y a la condesa que me engañó. Por sobre todo, vi un perfecto caos.
Era un monstruo. Pero por suerte, a mí me gustan los dragones emplumados.
*Una reflexión 💭*
Me voy a robar algo que comentaba con mi pen-pal más antiguo hace poco. Me preguntaba él si creía que, en un futuro, miraremos por encima del hombro y veremos que el arte refleja nuestros tiempos de cuarentena, o si sólo recordaremos a aquellos artistas que ya están inmersos en el mercado del arte.
Yo creo que la producción artística será afectada por la pandemia, en una escala horizontal, quizá no como había sucedido antes. Tengo la esperanza de que el Covid hará que busquemos a los artistas en lugares poco comunes. Hace poco conocí a una chica llamada Fernanda González, quien tiene un proyecto que busca ser un espacio donde mujeres e identidades disidentes puedan crear libremente llamado Kolekta. Total, que en un curso escribió algo que me hizo muchísimo sentido y que aplica más que nunca. Inserto su párrafo:
“Tal vez empieza en el primer autor que lee. O el último, o el autor número mil ocho mil en un mar de autores que parecen escribir sobre lo mismo. Los clásicos, esos a los que nunca les agarró tanto cariño como le decían que debería. Los clásicos se sentían muy pesados, muy machos, muy blancos, muy… iguales. Eran buenos, claro, pero seguía viviendo arte en los textos que sus compañeras no compartían en clase. En sus poemas, en sus cuentos, en sus ensayos. En las historias que decidían NO compartir porque se les había quedado engranado en sus cabezas que nadie quería leerlas. Estaba rodeada de escritoras que no podían reconocerse como tal porque nunca les habían dicho que podían serlo”.
Y ahí va mi punto: estamos rodeados de artistas que piensan y crean durante la pandemia. Artistas que tienen 100 seguidores en Instagram y publican sus poemas en stories. Yo sé que tengo amigos artistas, sin duda. ¿En el futuro serán tan deseados como Bolaño o tan idolatrados como Hemingway? Quién sabe, pero crear significa tocar vidas y, a veces, los artistas tocan a las comunidades que más cerca tienen, ¿por qué eso no debería bastar?
Es decir, creo que la producción artística claro que reflejará, hasta por el formato, lo que nos tocó vivir, como siempre ha hecho el arte. Mi esperanza es que en esta ocasión la humanidad dejé de buscar a los artistas grandilocuentes, a los influencers y se quede con los que influencian más cerca, con los que provocan no una onda expansiva, sino con aquellos que mueven nuestros mares más cercanos y nos llenan de espuma. Quiero creer que los artistas tienen… no: tenemos, más que nunca, la capacidad de cambiar la manera en la que vivimos esta pandemia. Mostrando su lado duro, la muerte, la desconexión, la falta de abrazos; pero también nuevas maneras de plantearnos la realidad, la intimidad aunque estemos a kilómetros de distancia, la magia en ver crecer una planta o en un bebé que llegó en medio de respiradores. Los artistas todavía podemos dar luz ante una humanidad cada vez más metida en un agujero de ansiedades y depresión. Esa es mi fe, en realidad. Sí, sí, claro que quiero saber lo que sienten los cuáqueros, pero siento a Dios cuando leo y me regodeo en los escritos de mis amigos, en el podcast del vecino y en cartas de amor.
So, esto para decir que, si eres artista, tienes espectadores más cerca de lo que crees. Y si eres espectador, el arte está en nuestros recovecos pandémicos. Qué alivio.
P.D
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¡Hasta el próximo pinche miércoles!
Con cariño libre de virus,
J. McNamara, aka Geeknifer.
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