¡Diez puntos a quien me diga dónde está la vida!
"¡Mamá! ¡Ya me quiero bajar!" —el chiste más quemado de la vida adulta. Crecer es cool, de verdad.
Hay personas realmente agradables que me han escrito para decirme que los miércoles saben diferente con esta carta, que ya no es un día tan gris. Te quiero contar que también gracias a este newsletter mis miércoles se me dejan de perder. El día que saque un podcast lo haré los martes o jueves, porque son los otros días de mi semana que pueden pasarme de largo, embebida en el trabajo. Ya regresaré a esto de las labores de oficina, pero hoy quiero contarte cosas interesantes.
*Un ensayo 📖*
Hace tiempo llegó a mis ojos un ensayo publicado en la revista The Atavist, parte de la colección Make it Scream, Make it Burn de Leslie Jamison. En esta edición, el texto trae sencillas ilustraciones de Tim Jeffs y, de fondo, una melodía ad hoc de Lowercase Noises. Me parece una de las piezas más bonitas que he leído en la vida y creo que queda mejor que nunca para estos tiempos, porque se trata sobre 52 Blue. ¿Quién o qué es 52 Blue? Es una ballena. Una ballena solitaria, que anda perdida, sin nadie a su lado. ¿Por qué? Porque su canto es de 52 hertz, cuando lo normal en una ballena azul es que ande de entre 15 a 25 hertz, en la periferia de lo que puede procesar el oído humano.
El ensayo no sólo trata sobre la soledad de la ballena, sino del sentimiento mismo que los científicos le han adjudicado. ¿Podemos saber cómo experimenta un cetáceo gigante la soledad, después de todo? Este ensayo es una colección de estampas de gente que estudia a 52 Blue y cómo afrontan la anormalidad de su objeto de estudio; es una oda a la soledad y a la naturaleza. Pero tráete una taza de té o café, que el texto es largo.
*Una rolita 🔮*
¿Ya viste la película One Night in Miami? Está en Amazon Prime. Es un alucine de personalidades: el boxeador Muhammad Ali, el activista Malcom X y el jugador de futbol americano Jim Brown se encuentran en la misma habitación una noche. El cuarto gran personaje del filme es el cantante de rock Sam Cooke. Bueno, pues quien fuera su manager no siempre reconoció el talento, pues ignoró a quien interpreta la rolita de hoy. Al señor Ted Hawkins, quien pasó toda su existencia en la sombra, al menos en los Estados Unidos.
Nació en Mississippi, en medio de la pobreza. Entró al reformatorio con apenas 12 años. Y por esos tiempos se enamoró de la música, gracias a una visita del padre del R&B orleaniano (¿a poco no está padre el gentilicio de Nueva Orleans?), el “profesor Longhair”, a la correccional. Venía tocando el piano, él le mostró a Hawkins que la música era vida. Nada más salió del reformatorio, Hawkins empezó a tocar la guitarra desarrollando su propio estilo. Estaba enamorado de la música. Este gran amor fue interrumpido cuando robó una chamarra a sus 15 años: pasó tres años en la cárcel. Cuando salió, anduvo de aquí para allá: Buffalo, Chicago, Philadelphia. El hombre se cansó del viento y el frío y fue a probar suerte a Los Ángeles, donde lo "bateó" el manager de Cooke. Con todo y la negativa, grabó su primer álbum, pero no recibió ni un centavo de regalías. Hawkins se había decidido a que no podría vivir haciendo música profesional y tocaba por las calles.
Me gustaría decirles que esta es la historia en la que el productor entra en escena, descubre al genio musical y hace que su carrera despegue, pero no fue exactamente así. Sí que entró un productor, Bruce Bromberg, quien reconoció la voz y el estilo algo blues, algo soul y algo country de nuestro personaje. Lo grabó en 1971… y Hawkins regresó al anonimato por más de 10 años, con visitas ocasionales a la cárcel. Finalmente, en 1982, Hawkins recibió reconocimiento por sus viejas cintas, la revista Rolling Stone le dio cinco estrellas.
Aprovechó su momentáneo éxito y disfrutó de él viviendo en Inglaterra, durante cuatro años hizo gira por el mundo: hasta en Japón se volvió un ídolo. Esperanzado, volvió a su país de origen, y lo recibió el anonimato de nuevo. Podríamos decir que la revolución le hizo justicia en 1994, cuando firmó con la gran disquera DGC/Geffen: por fin fue un éxito en los Estados Unidos. El desenlace es tan triste como el resto de la historia. El hombre murió de un derrame en Navidad, el mismo año en que sacó su disco estrella.
Esta tragedia que te acabo de contar es para recomendarte "Biloxi" y que oigas el genial estilo de Hawkins, quien debió ser más apreciado, si me preguntas qué pienso.
*Una minificción🖋️*
Foto de Macau Photo Agency
A las seis en punto, todas las tardes, mi gato se volvía loco. Se levantaba del sillón, estiraba sus piernas, se acicalaba las orejas con ayuda de su pata izquierda y se lanzaba a correr desde mi habitación a la sala, del comedor al cuarto de mi hermana, y de regreso. Todos los días la misma historia. ¿Qué clase de ser invisible perseguía mi gato? No lo sé. Hacíamos la broma de que le pisaba los talones a los espíritus que sólo él veía. Se detenía cuando mi abuela salía de la cocina con su plato de comida lleno, nada más así dejaba de correr por toda la casa. Pero cuando mi abuela murió, nada detenía a mi gato, que acababa rendido en el sillón después de horas persiguiendo quién sabe qué.
Una tarde, mi hermana estaba en frente de la televisión jugando videojuegos; el vestíbulo y la puerta de la cocina le quedaban justo detrás. Mi gato, dormido en su regazo. Por alguna razón, el minino no se despertó a las seis, como siempre, sino que levantó su cabeza hasta las ocho. Se paró en el hombro de mi hermana y se quedó muy quieto, mirando a la ventana de la cocina. Mi hermana se le quedó viendo con el rabillo del ojo y me llamó en susurros, para que notara a mi gato el loco, porque yo seguía enfrascado arreglando una tabla de Excel en el comedor.
—¿Qué está viendo? —me preguntó.
—Ni idea. La cocina.
—Qué miedo. ¿No hay nada? No quiero voltear y espantarlo.
—No. Sólo ve algo invisible. —Sabía esto porque mi gato movía sus orejas hacia adelante y hacia atrás. Me levanté para estudiarlo más de cerca y sus pupilas estaban dilatadas: la viva imagen del gato que advierte algo extraño, preguntándose si debe cazarlo o no.
—Ve al espíritu —comenté en broma.
—No digas bobadas... ¿Pero sabes qué significa eso? —. Entendí lo que quería mi hermana de inmediato.
—¿Película de terror?
—¡Película de terror!
Como siempre, el filme fue malísimo. Pero se nos olvidó qué estaba haciendo mi mascota. Cuando prendimos la luz, durante los créditos, el gato seguía mirando a la ventana de la cocina.
Y es que, quizá un día, ella volvería a salir con un plato de comida.
*Una reflexión 💭*
Me pregunto, ¿tienes tanto trabajo como yo ahora? Ha habido días en estas semanas en los que me he descubierto escribiendo textos creativos en la computadora del trabajo, algo que me tenía prohibido hacer por salud mental. Hace tiempo que no me pasaba que me despertaba y pensaba en trabajo, trabajaba el día entero y todavía después seguía pensando en el trabajo. ¿Y la vida, dónde? ¿Acaso esto es la vida?
En estas cavilaciones había estado cuando, justo ayer, me llegó una de las cartas más hermosas que he leído en la vida —imagínense, que no exagero— con frases sumamente memorables que aplican para distintos momentos de la existencia (carta que me recuerda que tengo que leer a Milan Kundera). Agradezco a quien me la envió, porque logró conmoverme hasta lo más profundo y moverme el tapete en más de un sentido. “Quien busque el infinito, que cierre los ojos”, ¿ya vieron la película Sound of Metal? Así mero.
Una de las mágicas frases de dicho texto me ha puesto a pensar mucho en lo que hago y en cómo lo hago: “La vida está en otra parte”. Hace casi cuatro años estaba trabajando en un lugar con un clima laboral denso, a donde odiaba llegar. No sólo por esta atmósfera, sino porque lo que hacía me robaba la energía y no me veía a futuro ahí. Digo, después de todo, una pasa en la oficina al menos ocho horas del día, sería bueno disfrutar lo que hago.
Así pues, la vida está más allá de mi computadora gris. En parte, está en escribirte una carta cada miércoles con la esperanza de que sea leída, de que sonrías, de que descubras cosas nuevas y, valga la redundancia, le des pausa a aquello donde crees que no está tu vida: el trabajo, la pandemia, alguna dificultad que estés atravesando. Todos tenemos problemas y cosas que nos duelen y nos pesan. Nos merecemos textos y espacios donde nos sintamos bien. Que nos hagan cerrar los ojos y buscar el infinito.
P.D
Como Facebook prometió desde sus buenos tiempos, este newsletter SIEMPRE será gratis. Pero el trabajo creativo no deja de ser trabajo. Así que te dejo este link por si quieres invitarme un cafecito, con la promesa de un día tomárnoslo en la misma mesa, y animarme a seguir con este proyecto y extenderlo a otros lares.
¡Hasta el próximo miércoles!
Con cariño libre de virus,
J. McNamara, aka Geeknifer.
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