Cuando la vida te pone freno de mano
¿No sientes que a veces haces todo en piloto automático? ¿Y que la vida no pinta ni bien ni mal? Acabo de darme cuenta de lo peligroso que es esto y te cuento por qué.
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El que teme sufrir, ya sufre lo que teme - Michel de Montaigne
En estos días me he percatado de lo peligroso que puede ser ir por la vida en piloto automático. Es fácil caer en la tibieza, ¿no te parece? De pronto hay momentos en la vida o incluso en las relaciones en que: ni fu, ni fa. Ni feliz ni triste. Pero tampoco con paz. Simplemente sueltas el volante.
Esta semana aprendí que una cosa es fluir y otra muy distinta es dejar de prestar atención al camino. Por lo mismo, la vida en toda su sabiduría me acaba de poner el freno de mano en el plano profesional antes de que me estrelle contra algún árbol, el muro de contención u otra vida.
Lo cual es una excelente noticia porque… ¡estoy de regreso y no me voy! Si es tu primera vez, en ‘Escríbeme pronto’ encontrarás recomendaciones, un cuento y una reflexión quincenales. Recuerda que siempre puedes responder y saludar.
Un libro 📕
A eso de mis 13 me empezó a gustar leer de Filosofía. Me gustaba porque no había manera de poner una barrera entre el texto y yo. En otras palabras, ese tipo de pensamientos magnos y que parecen sin sentido impulsan a cuestionarte hasta si vale la pena existir. Lo cual viene muy bien cuando entras a la adolescencia, no tienes mucho qué hacer… y no eres precisamente la más atractiva de tu salón.
Estudié la carrera de Humanidades con la idea de saber más de Filosofía, de entender mejor el mundo, el arte, si había manera de pensar en vida después de la muerte, en fin. Una no calcula los futuros y mi camino laboral me ha desprendido de estar en contacto con el pensamiento más actual.
Por tanto, tuve que conseguir maneras prácticas de hacer repaso de cosas densas y qué mejor que ¡con dibujitos!
Gran historia visual de la filosofía, de Masato Tanaka, propone un recorrido por los filósofos y pensamientos más importantes de Occidente. Desde los griegos hasta hoy. Todo explicado de manera híper sencilla con ilustraciones e infografías.
Me divertí muchísimo acordándome de mis clases de postestructuralismo y pensando en justificar la idea de un ser superior sólo con la lógica. El volumen tiene tantos temas que al menos uno debe interesarte.
Ampliamente recomendado si quieres aprender algo diferente pero fácil de digerir. Lo puedes pedir en Casa del libro con este enlace.
Una serie 🎥
Algo que no dije sobre la vida poniéndome freno de mano es que esta fue una semana muy triste. Me he sentido achicopalada, con ganas de hacerme bolita y acariciar al primer gatito que entre en mis aposentos.
Así que necesitaba algo para reír. Y me encontré en HBO una fabulosa miniserie llamada White House Plumbers (Los plomeros de la Casa Blanca). Los primeros minutos son una joya de comedia sobre uno de los episodios más sombríos de la historia de Estados Unidos: todo lo relacionado con el escándalo Watergate.
Aprovecho para mandar un saludo a toda la gente que ha hecho chistes sobre el secretario de Defensa de esa época y mi persona 😑.
Anyways, no he acabado la miniserie, pero con sólo dos capítulos me ha tenido soltando carcajadas. Woody Harrelson (a quien puedes ubicar por Zombieland) y Justin Theroux (que acabo de conectar que sale en American Psycho) hacen una pareja súper divertida y algo macabra.
De diez si te gusta el humor negro. La puedes ver en HBO con este enlace.
Una rolita 🎶
No hace mucho tiempo, uno de mis mejores amigos (y mi más antiguo pen-pal) me recordó una pregunta que solía hacer C.S. Lewis, el autor de Las crónicas de Narnia, a sus alumnos sobre la Segunda Guerra Mundial: ¿importa la belleza cuando empiezan a caer las bombas?
Yo respondo que sí. La belleza importa porque, como el amor, es lo que nos devuelve esperanza en los momentos más oscuros. Aunque la bomba caiga, siempre habrá un corazón en pie. Siempre habrá el recuerdo de unos ojos, del verde de una loma, del vaho de un gato.
Una de esas bellezas me la topé hace poco. En octubre tuve la bendición de poder ir unas semanas a Europa con mi familia. Estuve en varios lugares que no conocía, sobre todo en Italia. Lo cual es un cariñito para la Jennifer adolescente cuyas clases comprendían Historia del Arte.
Entre los lugares más impresionantes que conocí fue la Catedral de Milán. El Duomo di Milano. Una monumental iglesia gótica. La suerte hizo que, mientras la visitara, una orquesta de cámara estuviera ensayando una pieza no tan conocida pero chu-lí-si-ma de Ravel.
Te la dejo, porque así se puede oír la belleza; en iglesias centenarias con cuerdas de escenografía:
Un cuento 🖋
Flor
La luz artificial del domo estaba descompuesta. La gente andaba con sombrilla, mirando hacia el suelo oscuro, para evitar ceguera. Muchos más se guardaban en casa, horas antes del toque de queda. La policía evitaba conspiraciones y revueltas, pero también exigía entrar a las casas, en la oscuridad, para prevenir la reproducción.
El que sí estaba afuera, caminando a trancos, era Oshi. Llevaba meses siguiendo la misma rutina: buscaba a Haná. La policía hacía cada vez menos tras su desaparición. Lo último que sabían era dónde estaba su rastreador. Su última ubicación era su casa. Donde debía estar. Pero el dispositivo había quedado sepultado bajo los escombros en el último terremoto. Ella no había salido.
Oshi no necesitaba sombrilla. Tampoco era consciente del olor fétido, mezcla de podredumbre, metal y químicos, que circulaba por aquella parte de los callejones negros. No conocía la maravilla de las brochetas de la esquina, ni lo horrible que sabía su comida congelada. Y aunque como Artificial parecía no sentir nada, amaba a Haná, que había llegado a su existencia como esclava.
Como cada día, Oshi exigió ver al capitán Tak en la comisaría. Los reclutas esperaban, tras horas, a que se fuera por sí solo. El capitán permanecía en su oficina cuando no estaba haciendo rondines a muchos kilómetros de ahí. Esta vez, abrió la puerta y sentenció:
–Déjenlo pasar.
Oshi se revolvió el cabello y entró a la oficina. Un espejo color marrón del exterior oscuro. Demasiado ordenada. Sin cuadros. Sin fotos. Impersonal.
–Tome asiento –le pidió el capitán mientras se sentaba también. –Hacía tiempo que no lo veía, Oshi.
Oshi entonces notó el único objeto de color claro en el escritorio. Un marco con una pintura: un simple árbol azuzado por el viento de día en acuarela verde.
–Hoy es mi último día. Es mi hora –confesó el capitán.
–¿Y quién se queda con el caso?
–Oshi, hice todo lo que estuvo en mis manos. Pero han pasado meses y hay otros incidentes más urgentes. ¿Le soy honesto? Nadie se quedará con el caso. Dejarán que acumule polvo y lo cerrarán. Haná esta muerta.
–¡Usted sabe que eso es imposible si el rastreador sigue pitando!
–Mire, Oshi, no tengo nada qué hacer hoy. Mi plan era salir y celebrar. Si quiere, vamos a su casa. Encontremos ese rastreador descompuesto.
En el camino de regreso, el capitán se puso lentes oscuros. El parpadeo de luz era insoportable. Aún así, vio los restos de vehículos, esquivó los charcos de ácido.
Ya en la pequeña casa, el capitán sacó su dispositivo y vio que el rastreador estaba realmente cerca. ¿En serio sus subordinados fueron tan estúpidos? Algo más llamó su atención, algo en medio de dos placas de metal encimadas. Una especie de luz, ni blanca ni amarilla. Era una luz que no veía desde que era niño. Una que Oshi no podía distinguir.
–Oshi, ayúdeme con esto.
Ambos cargaron escombros. Escucharon el crujir de toda la casa.
–¿No le pidieron evacuar? –preguntó el capitán estudiando la fragilidad de las paredes.
–No han venido a echarme.
–Cada día estamos peor.
Por fin, quedó sólo una gran placa de metal que dejaba pasar mucha luz por sus orillas. Esta vez, el capitán se quitó su gabardina y, solo, retiró el estorbo. Al quitarlo, el oficial apuntó con su rifle hacia adelante, pero no contaba con el milagro. Las ruinas habían hecho un patio interior por el que se colaba un poderoso rayo de sol. El domo tenía agujeros que a veces provocaban esto. El suelo ahí era una cama de pasto fresco, cuyo aroma inundó su nariz; tuvo que reprimir un estornudo. En medio, crecía un arbusto plagado de rosas osirias. Haná estaba ahí hincada con el vientre abultado, rezando.
Tak apuntó a la cabeza de la mujer. Ella y Oshi habían cometido el único delito que se castigaba con la muerte. Los tres intercambiaron miradas. Oshi cerró los puños, listo para hacer que su disco buscara el programa de pelea. Pero el capitán, con el rifle todavía en alto, miraba algo con curiosidad. No era el vientre de la mujer, ni sus ojos. Estudiaba los pétalos blancos y rojos. Vio luego hacia el hueco que dejaba pasar luz solar. Se decía que era tóxica. Pero él todavía la recordaba. Sus ojos se llenaron de lágrimas que nunca nacieron.
–Como le dije, Oshi. Ha llegado mi hora.
El capitán bajó el rifle y salió, sin volver la cabeza.
Haná siguió hincada, con las manos entrelazadas, orando junto a sus flores, con una sonrisa en el rostro. Oshi entonces se tiró al suelo para abrazarla. No podía oler el perfume del rosal. Pero en ese espacio solar, se sintió más humano que nunca.
Una reflexión 💭
Hace un mes me preguntaron de manera casual que cuál era mi proyecto de vida profesional a diez años. ¿La verdad? Yo sólo vi nubes en el porvenir. Digo, es cierto que NADIE sabe qué le depara el futuro, pero al menos tienes alguna especie de aspiración.
Y me habían dicho que los 30 estaban padrísimos 🙄.
Luego, el fin de semana, una amiga me dijo que hace un montón de tiempo no hablo con pasión de mi trabajo, lo cual es preocupante dada mi personalidad que sólo tiene dos velocidades: todo como perro golden retriever feliz o nada como pez dorado.
He tenido la fortuna de siempre compartir la chamba con personas maravillosas, puedo decir que en estos meses he encontrado unas chiquillas geniales en Chile, pero en los últimos tiempos no me había sentido en el lugar correcto.
Así que estoy dispuesta a deschongarme (despeinarme, vaya), para darle al fin de mi novela, acabar un libro de cuentos para una maestría, recuperar la periodicidad de esta newsletter y terminar de gestar otro bebé en audio.
Si hoy te sientes en piloto automático, recuerda ver la vereda (y eso significa serte fiel y re-encauzar tu camino), antes de que la vida te ponga el freno de mano con sabiduría, o peor, te estrelles.
Un meme 👾
¿Es tu primera vez? Te dejo más cartas aquí.
Con cariño libre de virus,
J. McNamara, aka Geeknifer.
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