Adivina qué es lo peor de la pandemia (spoiler: tiene cura)
Solitaria, siempre; sola, nunca.
(Tarde, pero segura, te llega la carta semanal).
Hace meses hice un par de sondeos por Facebook para que mis conocidos contaran sus peores y mejores experiencias durante la pandemia. Originalmente, ese repositorio de ideas evolucionaría en una novela epistolar, pero el texto estaba saliendo espantoso y lo tiré a la basura (más bien, lo guardé en las profundidades de mi disco duro, para que un día lo saque y me ría de mí).
Pero esas pequeñas historias de dos líneas han sido útiles: de ahí he sacado algunas ideas para la sección de minificción/cuento de esta carta. Porque si eres lector asiduo supongo que ya te habrás notado que estos cuentos tienen un hilo conductor: son historias que pudieron haber ocurrido en la pandemia.
Los comentarios de mis conocidos me llevaron a darme cuenta de lo peor de la cuarentena: la soledad. Porque incluso la enfermedad y la muerte son más duras cuando estamos así, confinados, aislados. Lo que menos deseo hoy es que te sientas como una isla en medio de una tormenta del Atlántico, así que llego con esta carta para volvernos un archipiélago y hacer frente a los embates de la vida. Espero hacerte un rato agradable.
*Un libro 📖*
Las cinco mujeres - Hallie Rubenhold
Este libro lo leí el año pasado y sigo sin sacármelo de la cabeza. Me encantan las historias que versan sobre la maldad (algo me tuvo que dejar la escuela católica). Mis docuseries favoritas casi siempre tienen que ver con personajes que rayan en lo insano, cultos extraños o crímenes imposibles. Entre los asesinos seriales, si hubiera niveles de aristocracia, creo que el “rey” sería Jack el destripador, al menos en el inconsciente colectivo, en la cultura popular. Mencionas ese nombre y sientes algo de miedo o, al menos, intuyes peligro.
Se han contado sus ires y venires mil veces: un misterioso ser que degollaba y destripaba prostitutas. Así podríamos resumir esa historia... ¿O no? ¿Qué tal si les digo que no todas las víctimas de Jack se dedicaban a la prostitución? ¿Cambiaría en algo la imagen que tenemos de él, de ellas, de la historia? Y es que es fácil ensalzar a un hombre peligroso y borrar los rostros de las personas que perdieron la vida por su causa.
Las cinco mujeres: Las vidas olvidadas de las víctimas de Jack el Destripador se centra en la vida de ellas. De las víctimas de este hombre. Las vemos de cuerpo entero, con todos los problemas que cargaban encima. Este ensayo histórico, escrito de manera ligera, es un retrato de la pobreza en Inglaterra a finales del siglo XIX, en contraste con la época victoriana en la que imaginamos nobleza elegante, barcos magníficos y progreso. Uno quizá ingenuamente pensaría que la pobreza de una mujer la orilla a ejercer prostitución y san se acabó. Nada más alejado de la realidad.
Hallie Rubenhold hace un recuento de lo complejo de vivir en las calles, revelador en muchos sentidos. Digo, hay mucha gente que se sabe el modus operandi de Jack, pero, ¿cuántos podríamos decir algo de la vida de las víctimas? Nombrarlas, siquiera.
¿Sabes? Lo más intenso es que descubrí las altas y bajas de cinco mujeres cuyas existencias fueron tan duras que, para ser honesta, no sé si lo peor que vivieron fue haber sido asesinadas brutal e injustamente. Al final, no podemos olvidar que, quienes fueron privadas de la vida eran mujeres: eran seres humanos con pasado, familias, sueños rotos.
Date la oportunidad de conocer las vidas de Mary Ann, Annie, Elizabeth, Kate y Mary Jane. Yo sigo impactada, me quito el sombrero.
*Una rolita 🎵*
Kaval, duduk, baglama-saz. No, no estoy hechizando a nadie. Estoy dando nombres de instrumentos de medio oriente y los balcanes. ¿Sabes? Tengo la espantosa costumbre de enamorarme de bandas que sacan discos cada viernes de San Juan.
Antes de la llegada de Spotify (y demás servicios de streaming), yo consultaba blogs para descubrir grupos nuevos —y, perdón por mi pasado pirata, bajar música ilegalmente—. Uno de mis favoritos era united-metal.ru, que posteaba álbumes de heavy metal y sus subgéneros. Era una lata porque yo no sabía ruso y Google Translate no era lo que es hoy, así que ya sabía identificar las etiquetas de mis géneros favoritos. Me quedaba claro, por ejemplo, que симфонический tenía que ver algo con "sinfónico".
Mi otro gran repositorio era Música para minorías, que luego digievolucionó en GPS-Sonoro. Ese blog sigue existiendo. Total, que un día, en 2008, ahí me topé con una banda búlgara llamada Irfan. Su estilo es una mezcla de new age, música medieval y folk de varios países.
Esperé siete años, ¡sie-te! y sacaron un discazo llamado “The Eternal Return” en 2015. Te dejo la canción que abre el disco, que emplea una cantidad absurda de instrumentos para crear una atmósfera que parece sacada de aventura etérea.
Te cuento que en mi bucket-list está ver a estos tipos tocando en el Castlefest, que es algo así como el Coachella de la música para los seres que soñamos con hadas.
*Una minificción 🖋️*
Curso de pandemia en tres actos
I
A: … Yo veo a todos haciendo o aprendiendo cosas, me siento estúpida.
B: No manches, ¡haces un montón de cosas!
A: ¿Como qué?
B: Pues no sé, trabajas mucho, cocinas... cuidas a tu gata.
A: Parece que me quieres deprimir.
B: Este… ¿pues como qué quieres hacer?
A: No tengo idea. Apenas Fabiana subió que está haciendo un podcast.
B: Sí, pero Fabiana es Fabiana y tú eres tú.
A: Pues si dices. A ver qué se me ocurre. Hablamos mañana, pues.
B: Sale, un beso.
II
B: Se volvió a caer,
A: ¡Cómo crees!
B: Sí, lo voy a llevar al hospital.
A: ¿Cómo le vas a hacer?
B: Voy a tomar un Uber.
A: No digas estupideces. Yo voy por ti.
B: ¡Está súper riesgoso! ¿Y si te contagias?
A: Me importa poco. Agarra tus cosas. Estoy ahí en 15.
III
B: Me quedé pensando en lo que me decías el otro día.
A: ¿Qué de todo lo que hemos hablado, boba?
B: En que te sentías estúpida por no estar haciendo o aprendiendo nada.
A: ¿Me vas a decir que se me da ser vegetal y que me haga sopa de verduras?
B: Qué tonta. No. Te quería decir que a lo mejor la cosa no es aprender sino enseñar.
A: ¿Cómo?
B: Pues yo, yo también pensaba que no había aprendido nada en estos días. Pero tú me enseñaste.
A: ¿Yooo?
B: Sí. Sí. Después de lo de mi abuelo. Aprendí a contar contigo.
*Una reflexión 💭*
A veces, me acuerdo de mí, yendo con mi madre para decirle: “Estoy aburrida”. Y ella me contestaba que sus papás, ante un comentario así, le decían “pues vete a aburrir a otro lado”. Si bien era una respuesta bastante brusca, de alguna manera me enseñó que contaba conmigo misma, siempre. De todas las cosas, yo soy la dueña de mi aburrimiento.
Aunque no soy hija única, por momentos mi dinámica era parecida porque mis hermanos son mucho más grandes que yo. Aprendí a apreciar la soledad. La mera verdad, vivir sola ha sido de las experiencias más enriquecedoras de mi existencia. Recuerdo que me encantaba ahorrar unos centavos para ir a un restaurante distinto de la ciudad cada dos semanas. Lo hacía solita, na'más para tener una cita conmigo.
Podríamos considerar que soy solitaria y, a veces, hasta huraña. Tengo el complejo de ser la persona que se desaparece de las fiestas a altas horas de la noche sin despedirse. No me gusta que los extraños me abracen. Y mientras fui freelance, adoré el home office porque odio profundamente levantarme temprano y porque no tengo la imperante necesidad de convivir con seres humanos 24/7.
Paradójicamente, por diversas circunstancias personales, tendré que pasar más tiempo en soledad. He notado que esto me vuelve más productiva pero menos feliz.
Mis sondeos de Facebook constataron que hay muchas personas que, más que estar solas, se sienten solas. Y ese es el verdadero problema. La soledad es bellísima hasta que cala en el alma, hasta que uno se siente sin la posibilidad de confiar sus penas, sin poder abrirnos con alguien a quien le importemos. Eso de mágico tienen las cartas, suelen ser misivas para decir: “¡Hey, no estás solo/a!”.
Si hoy es de esos días en los que sientes un poco de abandono, te lo digo yo: tienes a alguien, siempre, a un mail de distancia para escucharte.
P.D
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¡Hasta el próximo miércoles! Con cariño libre de virus,
J. McNamara aka Geeknifer.
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