#6 El valor de una palabra
La vida se divide en grupos de siete. ¿Qué hace que pasemos de un ciclo a otro? Quizá la respuesta se encuentre en la palabra. En una promesa.
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💌 El servicio exprés es una versión corta de mi carta “Escríbeme pronto”. Espero que disfrutes de este telegrama.
Ayer me preguntaron que cuál era mi mayor propósito este año. La gente que me conoce sabe que, para mí, 2024 ha sido, vamos a decir, rudo. Así que mi respuesta fue sencilla: “Sobrevivir”.
Aunque pensándolo mejor, mi respuesta debió ser: “Encontrar determinaciones y luces por dónde seguir”.
En fin, empiezo a creer que los mayas sabían más de lo que aparentan y que, efectivamente, la vida humana se divide en ciclos de siete años. ¿Dónde estabas hace siete años? Yo estaba teniendo otro año rudísimo que incluyó corazón partido, dejar el trabajo que amaba por dinero (error) y principios de depresión. Esa cadena de eventos desafortunados culminó a principos del año siguiente, cuando falleció mi mamá.
Como dijo Steve Jobs, los seres humanos no vemos el futuro y sólo podemos conectar los puntos hacia atrás. Porque, en retrospectiva, todas esas aparentes desgracias me llevaron a cruzar el charco un rato, encontrar una nueva opción profesional; gente nueva, lugares increíbles, corazón surcido.
Quiero pensar que en un par de años, el 2024 me dará risa. Pero todavía no. Y además de pensar en años complejos, también he pensado mucho en el valor que le doy a mi palabra. Lo cual me llevó, cómo no, a escribir…
La promesa
Linda un día decidió que era la última vez que le rompían el corazón. Decidió encerrarse en su casa para siempre y evitar a toda costa que alguien se le acercara. Pasaba sus horas en la casa que había heredado.
Pronto, la edad la alcanzó, se movía poco y la vida se le iba entre tejidos y agujas. Hasta que una noche lluviosa alguien tocó a la puerta. Hacía mucho que sus amigos se habían rendido. Hacía más que su familia se había rendido. Así que pensó que tal vez era alguien con ganas de venderle algún producto inútil o alguna creencia innecesaria.
Pero no: lo que había del otro lado de la puerta era un hombre que parecía haberse lastimado la espalda. Empapado, pidió asilo. Linda lo dejó pasar y dejó que se secara en su cocina. Mientras se pasaba una toalla por las manos temblorosas, el hombre la miró de tal forma que Linda sintió que algo se le revolvía por dentro.
—Gracias, Linda. —La anciana dejó de respirar. ¿Cómo es que sabía su nombre? —Pocos en este mundo tienen tu generosidad, sobre todo después de lo que has sufrido. Pero antes de partir, necesito que me hagas una promesa.
—¿Qué clase de promesa? —preguntó Linda, recelosa.
—Prométeme que, pase lo que pase, nunca más dejarás que nadie cruce este umbral. Ni siquiera la muerte.
No supo por qué, pero Linda asintió. De todos modos, no pretendía ya ver a nadie. El hombre entonces, satisfecho, le dedicó una sonrisa, abrió la puerta y ya sin ningún dolor, se desvaneció en la noche.
Linda recibía sus alimentos en la puerta, no le hacía falta ni dinero ni bienes. Además, cada viernes de San Juan que alguien llamaba a la puerta, ella se sentía cada vez más temerosa. Había días en que sentía que algo oscuro se acumulaba en el aire, sobre todo en el umbral, como si una sombra vigilara el límite entre dos mundos.
Los vecinos decidieron que Linda estaba loca y que podía ser peligrosa. Los niños de la cuadra contaban historias macabras sobre ella. Y pasaron años antes de que estuviera en su lecho de muerte. Cuando pasó, en su cama, sintió una presencia sombría y dejó de respirar.
Linda imaginó que por fin podría pasar al otro mundo, que descansaría y recorrería los pasillos del paraíso. Se levantó dejando su cuerpo atrás. Bajó las escaleras como cada mañana, abrió la puerta para alcanzar el más allá y descubrió que no había nada afuera. Con el corazón desbocado, le plantó cara a la nada y fue terrible. Sus gritos no los escuchó nadie, en ningún mundo.
Y es que no había cumplido su promesa: dejó entrar a la muerte.
¡Hasta el miércoles!
¿Es tu primera vez? Te dejo más cartas aquí.
Con cariño libre de virus,
J. McNamara, aka Geeknifer.
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¡qué fuerte! 😱
Pensaba en tu carta anterior de Halloween y en lo que pusiste de la nada y el vacío. En este cuento haces algunas referencias de estos también. Me encanta
Tus cartas las escucho, y es algo que me encanta. Gracias