3 días para robar un corazón
Este es el mes del amor. ¡Y no del romántico! Te aseguro que hoy el afecto se puede ejercer desde mil y un frentes. Incluyendo, claro, escribir una carta.
¿No tienes tiempo de leer? Escucha con el botón de arriba 👆🏼
Cuando estaba en el colegio, me gustaba el tablero de avisos, conocido también como periódico mural. Era una buena manera de gastar minutos antes de la salida. Había textos interesantes y obras de arte con las cuales matar el tiempo.
Pero si hablamos de textos de la infancia, los que en serio me gustaban eran las cartas. No había cosa más linda que las cartas que me mandaba mi mejor amiga. Y el texto más emocionante era la carta anónima de algún ser al que le gustabas en la kermesse.
Y esa, te cuento, pretendo que sea la diferencia entre un blog cualquiera y este formato de newsletter. Un blog es un periódico mural que puede tener alguna cosa que llame nuestra atención. Una carta semanal es eso. Una carta con destinatario específico: tú.
¡Además! ¡Felicidades! Sobreviviste al mes más largo del año y “Love is in the air”, como dice la canción. Excelente temporada para rememorar la escritura espistolar.
Esta es la carta número noventa. Y cada vez que saco mi teclado para ponerme a escribir, pienso que estoy haciéndolo por primera vez (lo cual podría ser verdad si nunca has leído Escríbeme pronto). Lo hago así porque siempre quiero ponerle cariño a esto. Y siempre quiero darte algo útil acá.
Si esta es tu primera vez, la carta está dividida en secciones (que puedes o no leer y sé de gente que la lee en desorden). Así que aprovechemos que está permitido querernos en este mes y comencemos con este especial, dedicado al amor.
Un libro 📘
El amor no se lo explica nadie. Pero, ¿cómo tratarías de describírselo a un extraterrestre?
Con esta premisa Solé Otero, una ilustradora y escritora argentina, trata de desmenuzar todo lo que significa ser mujer y enamorarse. Así, seguimos las necesidades de la carne de una extraterrestre que llega a nuestro planeta y tiene que aprender el montonal de códigos que seguimos para ligar.
Qué vestir y hacer en la primera cita, por qué le damos tantas vueltas a comportarnos como en realidad somos, más los innumerables rituales para irse a la cama con alguien.
Es una novela gráfica muy divertida que da para pensar acerca del amor, de cómo empezar una relación y de los roles que existen en ella.
Se puede conseguir en Amazon a través de este enlace.
Un videojuego 🎮
Aunque jugar en línea está de moda, estoy segura de que todos los gamers extrañamos cuando los juegos tipo splitscreen (pantalla dividida) eran los amos y señores de los multijugadores. Te veías con algún amigo o amiga en un lugar, ponían el juego y cada quién tenía un espacio de la pantalla.
La cosa es que normalmente esos juegos son para competir en carreras de coches o, más simple todavía, para matarse. Vaya, ese es el principio de todos los juegos de pelea y hasta de juegos más infantiles como Smash Bros.
Pero sin casualidad alguna, en año de pandemia, el juego de esta semana fue premiado por impulsar la cooperación. Se llama It takes two.
¿De qué va? La historia empieza con una niña cuyos padres se están divorciando. Dicha niña tiene un par de juguetes de trapo que ella ha hecho para que se parezcan a sus papás. Sabiendo que están a dos de dejarse, comienza a llorar. Y ocurre magia: los padres despiertan convertidos en los muñecos de trapo. Para volver a su forma humana, tendrán que trabajar juntos (ayudados por un libro de autoayuda para parejas).
Y a fuercita hay que jugarlo en duplas. Es especialmente extraordinario si lo juegas con tu pareja. Pero estoy segura de que con cualquier persona mejorarás tu comunicación si lo acabas.
Ya salió para todas las consolas y es impresionante el diseño de cada nivel, en el que hay que ayudarse para salir adelante. Una joyita del multijugador.
Dejo la liga aquí por si quieres verlo en Steam.
Una rolita 🎶
Entre las cosas más exquisitas del amor romántico son estas mariposas que nos alocan el estómago. Yo siempre he dicho que más bien tengo libélulas torpes que chocan contra mis paredes interiores.
Y es harto divertido cuando apenas estás en esta fase que quieres decirle cosas cursis a alguien, pero, ejem: no te atreves.
De eso habla esta fabulosa rolita de la banda de indie pop inglesa The xx. Es una Silly Love Song, como diría Paul McCartney, pero una realmente buena.
Un producto 🔮
¿Qué se necesitará para enamorarse de alguien? Unos dicen que el amor a primera vista existe, pero ¡por favor! ¿A poco las veces en que más has amado ha sido sólo por una carita?
Bajo esa hipótesis es que fueron desarrolladas estas 36 preguntas por el psicólogo Arthur Aron a finales de los noventa. La idea es crear un sentido de intimidad. Se lee una pregunta y ambas personas han de dar su respuesta. El ejercicio finaliza con 4 minutos mirándose fijamente a los ojos.
Nunca me he puesto a experimentar para ver si ando enamorándome de extraños, pero las preguntas son lo suficientemente cautivadoras como para querer compartirlas en pareja. Como el objetivo es la intimidad, en realidad podrías hacerlo con algún miembro de tu familia o de tus amistades.
La compañía de noticias dibujadas Pictoline había sacado un deck de cartas que por el momento se encuentra agotado, pero puedes encontrar las preguntas para jugar con alguien en este enlace.
Te deseo, pues, una gran charla con quien juegues, ojalá que sea con algo de vino y una deliciosa cena.
Un cuento 🖋
Tres días para robar un corazón
Mi primera gran decepción amorosa ocurrió el día en que mi mamá dejó salir a Bicha, la gata parda, porque le caía mal. Ella nunca regresó.
Día uno.
El timbre sonó con esa melodía que nos recuerda a nuestra progenitora. Me fue más fácil abrir la puerta que los ojos. Era mi hermana, Lucía. Traía una blusa color aqua, jeans, chanclas y un pequeño costal bajo el brazo.
—¿No puedes usar una bolsa como las mujeres normales? —pregunté.
Ella no me hizo caso y entró a mi departamento.
—¿Has hablado con Alma?
—No. Dejó de contestar mis llamadas. Ahora sí va en serio. Ella ya no quiere verme.
—Como que se nota que se llevó hasta la alegría —. Lucía era así. Una imprudente. Dijo esto mientras estudiaba el departamento ahora medio vacío. Alma se había llevado el microondas, las plantas y a Johnny, el pug que ella tenía desde que era adolescente. Por un momento, no supe cómo seguir la conversación en medio de mi departamento sucio.
“Miau”. El costal había sonado. Mis ojos se clavaron en él, que se movía.
—¿Qué es…? ¿Es un gato? ¡Déjalo que respire, imbécil!
—Tranquilo. Mira, es una cosita toda mona —. Mi hermana le dio la vuelta a la bolsa sobre el comedor. El minino, diminuto, salió rodando. Era blanco y por el color rosa de su nariz y sus orejas, bien podría haber sido cría de zarigüeya.
—¿Qué vas a hacer con él? —. Lo cargué instintivamente, antes de que cayera al piso. El pequeño, sin temor alguno, se trepó hasta mi hombro, donde tomó asiento. Un arremedo de perico.
—Pues regalártelo. ¡Duh! —dijo ella.
—No, Lucía, yo no puedo cuidar esto. — Intenté desprenderme del gatito, pero había clavado sus garras alrededor de mi sudadera. Parecía velcro.
—No tiene muchas ganas de irse. Ya has tenido gatos.
—Lucy… tuve una gata cuando tenía 8 años.
—Pues rememorarás tu infancia. Ahora sí tengo que correr, me tengo que ir a trabajar.
—¡Lucía! ¡No! El animalito no se puede quedar aquí, no tengo nada para él.
—Aprovecha tu home office y compra las cosas. Mira, te dejo aquí algo de dinerita y vas a comprar lo que le haga falta. Para que no digas que nada más te ando enjaretando responsabilidades.
—Pero, pero… —Lucía ya había abierto la puerta para salir. No supe qué decir. Así que sólo se me ocurrió una pregunta —¿Tiene nombre esta cosa peluda?
—No. ¿De qué le ves cara?
Giré la cabeza y me vio con ojos verdes, enormes. Estaba tranquilo.
—Nico —se me ocurrió.
—Bueno, Nikolái, último gran zar de Rusia, te encargo a mi hermano —. Lucía hizo una reverencia antes de correr al elevador.
No acababa de cerrar la puerta cuando el gatito bajó hasta caer al piso, no lo hizo con gracia, pero estaba bien. Empezó a recorrer el departamento entero: un cuarto, baño, cocina. No dejaba de maullar y yo lo seguía.
—¿Qué tienes, Nico?
Otro cuarto, sala, balcón. Se le quedó viendo al barandal de la pequeña terraza. Temiendo que fuera capaz de lanzarse al vacío, lo metí en el departamento y cerré la puerta al exterior. Cuando me di la vuelta, Nico ya estaba orinando debajo de una de las sillas del comedor.
—Pinche gatito.
Pronto tendría juntas, así que pedí por el teléfono todo lo que me hacía falta: comida para gato, juguetes para gato, arenero para gato, arena para gato.
No se me ocurrió otra cosa más que encerrarlo conmigo en la oficina y tenerlo vigilado. Parecía hiperactivo. Pasaba una y otra vez frente a la computadora.
En cuanto llegaron las cosas, Nico comió, bebió y fue a estrenar su nuevo baño. Al menos, se portaba bien. No tuve que enseñarle a orinar afuera, como había sucedido con Johnny, que no estaba precisamente bien educado.
El resto de la tarde transcurrió en paz, como si el gatito no existiera. Durmió durante horas antes de cenar.
Para la noche, despertó y jugamos un rato. Qué animal tan más elegante, pensaba yo, persiguiendo sus juguetes como si fueran pequeñas gacelas para cazar.
Habían sido demasiadas emociones por un día. Lo llevé al cuarto, que cerré para echarle ojo. Acomodé una cobija sobre el sillón frente a la cama para que el minino durmiera.
No hubo éxito. A la media hora, me sorprendió una criatura dormida en mi hombro. Se me salió decir:
—Pinche Lucy.
Muy a mi pesar, sonreí mientras oía el pequeño motor blanco ronronear.
Día dos.
—¡Nico!… ¡Nico!… ¿Dónde se metió ese gatito cabrón?
La junta de la mañana sonaba a lo lejos mientras buscaba al gato. Debajo de la estufa, atrás de la lavadora, debajo de muebles y cama. ¡Nada! Le hablé al policía del edificio, a ver si había escapado: nadie se había cruzado con un fantasmita de orejas puntiagudas.
Vuelto loco, volví a buscar en el clóset.
“Miau”. Alcé la cabeza y lo vi descansando encima de los ganchos con ropa colgada, camuflado con la pared blanca.
—¡Hijo de tu…! —. Tomé al gato y lo abracé, como si temiera que, de no hacerlo, volvería a irse.
A la hora de la comida intentó robarme pollo. Opté por abrir una de las bolsas de comida húmeda y maúllo y gruñó y volvió a maullar. Cuando puse su plato con el contenido en el suelo, lo devoró.
Yo jamás había sido tan productivo. Acabé pronto para hacerle caso a mi nueva mascota. Harto de que mi departamento estuviera hecho un asco, empecé a limpiar.
Llevaba semanas sin hablar tanto como lo hice ese día, contándole a Nico absolutamente todas mis desventuras mientras fregaba el piso y sacudía los muebles. Él me seguía y cuando me detenía, se bañaba y lamía las patas en posiciones que ni el más experto yogui habría podido imitar. Me miraba, casi sonriente.
Tras la limpieza, saqué una de las pelotas con cascabel nuevas que había comprado. Se la aventé y la interceptó antes de llegar a la pared. Se la quité y volvió a suceder. No dejé de reír, ¡tenía un gatito portero!
Hecho a la idea de que tendría compañía, me fui a dormir. Esta vez, no me opuse al arrullo del ronroneo de Nico.
Día tres.
Era miércoles y la junta de la mañana, de nuevo, era espantosamente aburrida. Ya deberían cancelarla. Decidí, mientras, ordenar el cajón de la TV, a ver si encontraba pilas para los juguetes que aún no le daba a Nico.
Sin embargo, mi empresa falló. Me encontré una foto de Alma. Traté de aguantarme las lágrimas, pero no pude dejar de llorar.
Me recosté en el sillón, mientras Nico daba vueltas a mi alrededor. Cuando por fin le hice caso, tras encaramarse sobre mi hombro, decidió ronronearme a la oreja. Giré la cabeza y me dio dos besos en la nariz.
—Ya sé. Todo estará bien. Mejor pensemos en cosas bonitas. ¿Quieres comida?
Hubo un gruñido como respuesta.
Me estaba gustando tener compañía. Me encantaba que me exigiera jugar.
En tres días ya teníamos rituales. Lo ponía en mi hombro cada que él descubría que había unas agujetas alrededor de mis pies pretendiendo deshacerlas. Me perseguía cuando me veía cerca del refri porque sabía que había alimento delicioso. Se acostaba en el brazo del sillón mientras me veía trabajar.
—Nico, te quiero mucho —le dije en confidencia, mientras veíamos la televisión. Él se durmió sobre mis piernas en respuesta.
Sin embargo, en la noche, ya no se acostó sobre mí.
***
Nico volvió el estómago innumerables veces. Lo llevé al hospital para gatitos. El diagnóstico fue malo y el pronóstico, peor. Tras dos días de luchar como atleta de alto rendimiento, la pequeña zarigüeya se durmió para siempre sobre mis manos.
Yo no podía creerlo. Lucy tampoco.
—Perdóname, no sabía que estaba así de enfermo. Me dijeron que tenía sus vacunas —me dijo mi hermana fuera del hospital.
—Pues mira… Dicen que el blanco es el color de los espíritus, ¿no? —mi hermana asintió con la cabeza. La voz se me quebró mientras hablaba —Yo necesité que algo me enviara un minino para entender que la vida se compone de decepciones y alegrías, que es tan frágil como un gatito. No, no es justo que se haya ido tan chiquito. Pero tengo aprendida la lección, quién sabe cuántos días me queden. Y pues, fuiste una buena hermana al traerme a Nico. ¿Quieres ir al depa? Ahora sí está limpio.
Estoy seguro de que hoy Nico está corriendo en algún lado, parando balones, jugando a ser el Manuel Neuer de los gatos; al lado de Bicha, que lo ve orgullosa. Cuando el pequeño se cansa, se para en una ventana etérea y me ve; con sus bigotes me enjuga las lágrimas, se duerme en mi hombro. Quiere devolverme el cacho de corazón que me robó.
Una reflexión 💭
He de confesar que el 14 de febrero fue antes el cumpleaños de mi padre que el día más romántico del año, pero desde hace tiempo este mes me permite pensar en las personas a quien quiero.
Es decir, esta fecha tan capitalista, que todo llena de corazones, se me antoja como una gran oportunidad para hacer algo de examen de consciencia y decir: ¿hay alguien a quien me falta decirle desde lo más hondo y más honesto “te quiero”?
Hay varias personas en esa lista. Muchas cartitas por escribir.
Aunque San Valentín es el día del amor romántico por antonomasia, lo cierto es que los momentos que recordamos con cariño no siempre son por una pareja.
La genealogía de los afectos no es una carretera de una sola vía. El amor, pues, tiene mil caras y maneras de llegar a nuestros cimientos: Está ese camino que aparece cuando vemos a nuestros papás abrir su regalo de Navidad. La risa cómplice entre hermanos. Nuestros chistes locales de amigos y las lágrimas que depositamos sobre sus hombros. Nuestra mascota viéndonos con los ojos más bonitos de la Tierra. La plática poscoital que nos reveló las más sutiles verdades del universo. La primera vez que tomamos a alguien de la mano. Cuando al fin nos animamos a decir “te amo”. Todo eso nos hace humanos.
Y, claro, vernos al espejo y decir: “Es increíble. Llegué hasta aquí”.
Espero que hoy sea ese día para ti.
¡Nos leemos dentro de dos miércoles!
¿Es tu primera vez? Te dejo más cartas aquí.
Con cariño libre de virus,
J. McNamara, aka Geeknifer.
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